Tertium peccatum

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No estar más solo, sentirse acogido y seguro, experimentar el placer del calor humano que aporta la cercanía de esa persona amada

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No estar más solo, sentirse acogido y seguro, experimentar el placer del calor humano que aporta la cercanía de esa persona amada.

Perder parte de tu libre albedrío, poner tu felicidad en manos de otra persona, dependiendo completamente de ella.

Las dos caras de una misma moneda, las luces y sombras de una amoral relación.

Sesshomaru experimentó todas esas emociones desde aquella noche en que Kagome Higurashi dejó su marca en su pecho.

Cuando estaba solo, los lados oscuros de su relación lo atormentaban. La extrañaba de una manera increíblemente dolorosa, como si le hubieran amputado un brazo y todavía sintiera dolor en la extremidad.

Cuando la recordaba en sus sueños o en sus fantasías durante la ducha, los lados positivos de su historia le traían más calidez que el agua caliente. Las sonrisas sinceras que ella le brindaba cuando hablaban y traviesas durante el sexo, la sensación de estar protegido por su relación, como si ese amor falso y corrupto realmente pudiera protegerlo de cualquier daño.

Cuando estaban juntos, sin embargo, la luz y la sombra se juntaban, creando una extraña, sensual y lasciva penumbra. Que, en su gris claroscuro, traía consigo todas aquellas sensaciones contrastantes, generando un lento, pero poderoso torbellino de sentidos y emociones en el que era fácil deslizarse y ser absorbido. Le encantaba ahogarse en ese vórtice y ser arrastrado hasta el fondo, donde se asfixiaba en sus brazos, muriendo y salvándose al mismo tiempo.

Ahora estaba convencido de que su alma cándida y pura era un precio aceptable por estar con ella, lo había entendido aquella noche, misma en la que se había convertido oficialmente propiedad de una asesina…

Yacía en la cama mirando el contorno desnudo de la mujer a su lado.

Luego de haber sido montado a voluntad sobre el frío piso de su departamento, la experta jinete lo había llevado hasta su dormitorio, allí, le había permitido sentirse libre del contrato de pertenencia, haciéndole sentir que era él quien tenía el control de la situación. Sin embargo, no era tonto, sabía que ella estaba fingiendo someterse a él, que esa solo era una de sus artimañas para enloquecerlo, y aun así, no pudo resistir ante la imagen de ella acostada en su cama con las piernas abiertas de par en par y una sonrisa maliciosa en sus labios.

—¿Te quedarás? —preguntó Sesshomaru centrando su mirada en sus perfectas caderas.

—No lo sé —respondió ella con la voz ronca y baja debido al sueño que le traía el cansancio y la hora avanzada.

—Me gustaría que te quedaras —confesó, fue entonces que Kagome giró para mirarlo.

—¿Por qué quieres que me quede? ¿De verdad no te importa lo que te dije antes? —preguntó levantando lentamente una ceja. Sesshomaru reflexionó unos minutos antes de responder.

—No es que no me importe, es solo que… Ya no puedo dar marcha atrás, Kagome.

Esa respuesta le había provocado un pequeño calambre en el corazón; lo había arrancado de su pecho para ofrecérselo a esa mujer para que hiciera con él lo que quisiera. Solo esperaba que ella no lo rechazara con una mirada de disgusto.

Confesiones peligrosas (SESSHOME)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora