Obsequios

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Ya no se que hacer. Mi mente divaga por momentos entre las sombras de este cautiverio en el que me encuentro. Soy cautiva de mi propia mente. Esta persona por más que intento no logro descifrar cuáles son sus intenciones. Me duelen mis brazos, mis pies; el frío cada vez es más helado, cada vez más seco. Hay cosas que encajan pero otras que simplemente no tienen coherencia.

Siento que han pasado 40 días, o más; la verdad no lo sé. Mis huesos empiezan a calar más y más, estoy perdiendo peso demasiado rápido. No me he lavado los dientes y mi captor no me ha bañado en los últimos días; así que el olor de este lugar es más que penetrante, ni se ha dignado en tirar los desechos que empiezan a desbordarse del balde que está por un lado mío.

La fuerza y la voluntad las voy perdiendo de a poco, aunque quisiera seguir aguantando, no creo que pueda resistir más. La agonía empieza a apoderarse de mi. Ya no tengo lágrimas para continuar llorando. Ya no tengo fuerzas para seguir gritando, mi garganta está adolorida.

-Shhh! Creo que viene bajando. Cállate.

-Hola Matilde. ¿Cómo estás el día de hoy? -preguntó sarcásticamente.
-Te veo mucho mejor que otros días, ¿que has estado haciendo? ¿Ejercicio? ¿Dieta?
-¡Jódete, idiota! -le grité.
-¡Que agresiva amaneciste hoy! -respondió.

Se quedó callado un momento mientras, empezaba a limpiar y a tirar los deshechos de mi celda, mientras silbaba una "tonadita" de una canción que me resultaba familiar.

-Matilda, hoy es un día especial, ¿sabes?
-¿Especial? ¿Porque? -contesté.
-Hoy es tu cumpleaños Matilde.

Su respuesta me cayó como balde de agua helada.
-¿Mi cumpleaños? ¡Mierda! -contesté conmocionada.
¡¿Llevo aquí 6 malditos meses?! ¿En serio?
-¡Así es, hoy es 28 de mayo; felicidades! -contestó con un tono burlón.
-Tengo varias sorpresas preparadas para ti Matilde, es por eso que tenemos que limpiar muy bien tu jaula; para que todo esté como realmente mereces.
-¡Como quisiera tener la fuerza suficiente para mandarte al infierno, maldito! -le grité casi pegando mi cara contra aquella máscara que emitía algunas pequeñas luces del dispositivo que cambiaba su voz.
-¡Ese sería un buen regalo de cumpleaños! ¡Maldito hijo de perra!
-Oye, tranquila -contestó con tono suave. -No deberías tener ese comportamiento hoy, estamos de manteles largos. Es más, alguien te mando un pastel, pero no puedes comerlo así: en este "cuchitril" y sin haberte bañado, ¿qué vas a pensar de mí?

Su sarcasmo molestaba cada vez más, como si de un par de tenedores sobre un plato se tratase.

-¿Pastel?¿Quien me mando un pastel? -contesté.

-Alguien muy especial -respondió. Pero hay que bañarte primero, debes estar presentable.

Procedió a bañarme y de una bolsa saco un cambio de ropa era ropa interior, una blusa de resaque y un pijama. Que bien se sentía tener algo de ropa encima.

-Este es tu primer regalo Matilde, ojalá te guste -dijo mientras terminaba de acomodarme el pijama.

Acto seguido y después de haber limpiado aquel lugar subió rápidamente y bajó con un pastel y una vela encendida.

-"Estas son las mañanitas, que cantaba el Rey David, a las muchachas bonitas, se las cantamos así" ¡Felicidades Matilde!

Una risa salió de mi boca de la emoción de aquel momento.

-Vamos, sóplala, pide un deseo -me dijo entusiasmado.

Sople la vela deseando que todo aquello no fuera más que un hórrido sueño del que pedía a gritos despertar.

-¡Venga, genial! ¿Que se siente soplar la última vela de tu vida? -preguntó.

-¿E? ¿A qué te refieres? -pregunté con miedo.

-No te das cuenta, estás muriendo Matilde, no pasarás de un par de meses más. Así que, pues creo yo, este será tu último pastel de cumpleaños. ¡Ten, disfrútalo! -me dijo mientras me acercaba aquel pedazo de delicioso pastel de tres leches, que casualmente era mi favorito.

Me detuve un momento para pensar en lo que este idiota decía, y tenía razón... mi debilidad aumentaba cada día ya no tenía fuerzas para nada. Por lo que con temor; tome aquel pastel y lo introduje en mi boca para tragarlo. Debo admitirlo, era inmensamente rico.

Nada de esto cuadraba, tanta amabilidad no era normal. Termine el pastel casi en un santiamén para percatarme de la realidad de las cosas.

Aquella luz de grabación estaba encendida, el bastardo había puesto la cámara y todo esto había sido grabado.

-De esto se trata, ¿verdad? -le grité. -Animal, asqueroso.

-Matilde, Matilde... ingenua Matilde -contestó mientras me soltaba de aquellos grilletes para amarrarme nuevamente a aquella helada pared.

-No aprendes, ¿verdad? ¿Qué pensabas? ¿Qué sería una fiesta divertida? -contestó mientras me sujetaba fuertemente a aquellos arneses.

-¡No, por favor! ¡No lo hagas!

-Veo que vas aprendiendo, que inteligente eres Matilda; y que perspicaz. -contestó con un tono burlón nuevamente.  -Solo que esta vez será diferente Matilde, tenemos un invitado especial, ha viajado desde lejos para estar en tu festejo.

Escuché como alguien bajaba las escaleras muy despacio.

-Ahí está bien -le indicó mi captor a la sombra que se quedó detenida en la puerta.  -Tome, con esto verá mejor. -le dijo mientras le daba un aparato similar al suyo, pues al encenderlo supe que utilizaban un visor nocturno, por el sonido que emitió.

-¿Quién eres? ¿Quienes son? ¿Qué quieren? ¿Porque no me matan y ya? ¡Déjenme por favor! -dije mientras lloraba intensamente.

La luz de la grabadora se apagó. Y aquel bastardo, procedió a golpearme hasta el cansancio.

No supe más de mi.

Creo que nadie merece un cumpleaños así, pensé. Tantas mujeres que hay en el mundo que sus parejas les pagan así, con golpes. Con violencia. Con maltrato psicológico.
Tantas mujeres que son secuestradas para satisfacer los instintos más bajos de mentes enfermas; de animales como este que no se sacia de hacer daño.

Quisiera saber qué es lo que hice mal. Solo eso. Para entender esto que me está pasando.

La obscuridad regreso poco a poco, me sentí lúcida durante momentos, el dolor invadía mi cuerpo.

Creo que tenía un oído reventado, pues aquel sonido en el, no paraba. Pero lograba captar una conversación.

-¿Crees que mantenerla aquí es barato?
-¡El trato eran 45!
-La mitad al principio, el resto al final.
-¿Dónde está el resto?
-Necesito ese dinero o ¡la mato!
-Tranquilo, mañana te depositaré el resto. Solo que no quise traer efectivo pues no sabía con qué sorpresas me saldrías. Haz hecho buen trabajo.
-Mañana te depositaré 22,500 euros. Pero necesito que esté aquí más tiempo. ¿Ok?
-¿Cuánto más?
-Lo decidiré después. Deja seguir juntando dinero. Ya me comunicaré contigo, que nadie sepa de esto, ¿me entiendes?

Se oyó una puerta cerrarse para después quedar todo en silencio nuevamente.

Al parecer alguien estaba pagando por tenerme aquí.

-¿Pero que coño?

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⏰ Última actualización: Feb 18, 2024 ⏰

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