5.crimen

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Al entrar en la comisaría, me envolvió una atmósfera cargada de tensión y autoridad. El sonido de pasos resonaba en los pasillos mientras los oficiales me conducían hacia una sala de interrogatorios, donde me indicaron que esperara.

Mis manos temblaban ligeramente mientras me sentaba en la silla, sintiendo el peso abrumador de la incertidumbre que colgaba sobre mí como una espesa niebla. ¿Qué iba a pasar ahora? ¿Qué querían saber de mí?

Los minutos se deslizaban lentamente, como si el tiempo mismo se hubiera detenido en aquel lugar inhóspito. Mi mente era un torbellino de pensamientos y emociones, luchando por encontrar algún tipo de explicación lógica a todo lo que estaba ocurriendo.

Finalmente, la puerta se abrió y entró un oficial de aspecto severo, con una carpeta en la mano y una mirada penetrante que parecía escudriñar cada rincón de mi alma. Me sentí desnuda ante su mirada, vulnerable y expuesta.

-Señorita Moore, necesitamos hacerle algunas preguntas-, dijo el oficial, su voz resonando en la habitación con autoridad implacable.

Tragué saliva, intentando mantener la compostura a pesar del torbellino de emociones que amenazaba con desbordarse dentro de mí. Asentí con la cabeza, preparada para enfrentar lo que fuera que estuviera por venir.

Mis manos jugaban nerviosamente mientras los oficiales me miraban con atención. La habitación parecía más pequeña de lo habitual, como si las paredes estuvieran cerrándose a mi alrededor. La pregunta resonaba en mi cabeza una y otra vez: -¿Usted conoce a Rish?-.

Asentí con cautela, sintiendo que mi corazón latía con fuerza en mi pecho. Mi ex novio, Rish, ¿cómo podría olvidarlo? Cada recuerdo de él estaba entrelazado con dolor y arrepentimiento, como una sombra que no podía sacudir.

La siguiente pregunta cayó como un martillo: -¿De qué lo conoce?- Mi mirada se desvió hacia los oficiales, sintiendo el peso de la verdad que se avecinaba. Tragué con dificultad, antes de confesar en voz baja: -Era mi ex-.

El silencio que siguió fue abrumador, como si el aire se hubiera vuelto denso y difícil de respirar. Los oficiales intercambiaron miradas de incredulidad, y sentí un escalofrío recorriendo mi espalda. -¿Era?- preguntó uno de ellos, buscando más detalles. -¿Acaso han vuelto a tener una relación?-.

Negué con la cabeza, pero su expresión ansiosa indicaba que querían más respuestas. Fue entonces cuando, sin pensar, las palabras salieron de mis labios: -Lo maté-.

El impacto de mi confesión llenó la habitación, envolviéndome en un silencio tenso y cargado de interrogantes. Los oficiales me advirtieron que me quedara quieta y salieron de la sala, dejándome sola con mis pensamientos tumultuosos y el peso abrumador de mis palabras.

Cuando regresaron, las preguntas continuaron, una tras otra, como una lluvia de acusaciones y dudas. Hablaron sobre Lily, sobre mis padres, y sobre mi pasado oscuro que parecía perseguirme sin tregua. Cada respuesta que daba me sumía más en la incertidumbre y el miedo.

La entrada de la psicóloga fue como un rayo de luz en medio de la oscuridad. Pero su diagnóstico fue como un golpe en el estómago. -Tienes trastorno de identidad disociativo, Jane-, dijo con calma, como si estuviera revelando un secreto oscuro que yo misma había estado ocultando.

Mi mente era un caos de emociones encontradas, y el nudo en mi garganta me impedía hablar. Mis manos temblaban incontrolablemente, y sin darme cuenta, empecé a arañarme el brazo, buscando alguna señal de realidad en medio de la confusión.

La pregunta sobre mi hermana me sacó de mi aturdimiento. -¿Hay algún familiar tuyo cerca de aquí?- Asentí con rapidez, sintiendo un destello de esperanza en medio de la oscuridad.

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