7. psiquiatrico

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Tres semanas habían pasado desde mi última sesión con la psicóloga, y ahora me encontraba en el psiquiátrico, una experiencia que detestaba con todo mi ser. Según lo que me había informado, mis sesiones no habían mostrado mejoría alguna, y la posibilidad de ser ingresada en ese lugar me atormentaba. Odiaba cada segundo dentro de esas paredes, y lo peor era que lo sabían.

Sentía que la psicóloga, con su gesto imperturbable, había tomado una decisión premeditada. ¿Acaso la psicóloga había planeado todo esto a propósito? Parecía conocer a la perfección cuánto detestaba estar en ese lugar, especialmente por razones relacionadas con mi pasado. El solo pensamiento de encontrarme nuevamente con esas personas, quienes intentarían hacerme la vida imposible, era una carga emocional abrumadora.

-Jane, por favor, ven aquí- , me llamó la psicóloga, acompañada de mi hermana, quien parecía estar de su lado. Maldita sea, ¿por qué todo tenía que conspirar en mi contra?

Me condujeron a una habitación y me entregaron el uniforme del psiquiátrico, solicitándome que me lo pusiera. A regañadientes, accedí. Aunque debo admitir que el uniforme no me sentaba del todo mal, el simple hecho de vestirlo evocaba un sentimiento de desagrado al recordar lo que significaba: regresar a ese lugar infernal.

Salí de la habitación y me encontré con mi hermana, quien me abrazó con afecto, comenzando con el típico discurso de despedida. Me dejó sola con uno de los guardias de seguridad, quien me pidió que firmara varios papeles antes de dirigirme a mi nueva habitación. Mientras firmaba, una mujer no dejaba de observarme con una mirada inquisitiva desde la distancia. Sentía el peso de su juicio sobre mí, como si fuera un monstruo, como si supiera todos los actos que yo había cometido.

Y desde luego ella sería la siguiente

Después de terminar de firmar los papeles, me dirigieron por un pasillo blanco con algunas sillas y numerosas habitaciones, todas identificadas con números como la 113, 114, 115, y así sucesivamente. A través de las ventanas, se podían ver otros cinco edificios. Mi curiosidad creció y me acerqué a uno de los guardias de seguridad para preguntarle qué eran esos edificios adicionales. Sin embargo, su respuesta fue un silencio incómodo que dejó mi curiosidad insatisfecha.

Guardé mis preguntas para después y continué en silencio hasta llegar a mi habitación, la 256.

Qué coincidencia

era la misma numeración que en el hospital. Empecé a preguntarme si alguien había planeado meticulosamente todo esto.

Al entrar, me encontré con una chica de piel morena, cabello rizado y ojos oscuros, absorta en la lectura. Un guardia de seguridad entró conmigo y le encomendó a la chica: -Quiero que le expliques todas las normas y las consecuencias si las rompe. No te saltes ninguna-. Sin más, el guardia se retiró, dejándome confundida sobre las posibles repercusiones de romper las reglas.

¿Qué consecuencias podrían ser tan graves?

La chica levantó la vista de su libro y me sonrió. -Te explicaré todo. Te daré un documento que detalla las normas y las consecuencias por incumplirlas. Mañana, te llevaré en un recorrido por todo el edificio y te explicaré los otros seis edificios que hay aquí.

-¿Y qué puedo hacer mientras tanto? -pregunté.

-Bueno, puedes leer un libro o hacer lo que quieras -respondió la chica.

-Pero, ¿de dónde sacaría un libro?-

-Según lo que me dijo tu asistente, has estado en un psiquiátrico antes. Creo que deberías saber si hay bibliotecas aquí o no -me contestó la chica.

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