NOVELA OPERACIÓN: JEQUE MATE

V

La reunión entre los socios Estiben y Roberto con Al Tamini quedó pactada para las cuatro de la tarde del sábado en El Gran Café, ubicado en pleno bulevar de Sabana Grande. Es un lugar icónico, abrió sus puertas en 1958, después de que Henri Charrière comprara la Quinta Cristal, en la Calle Real de Sabana Grande. Sería el mismo Henri quien, en sus memorias, escritas en las mismas sillas de su café, relatara cómo escapó de la prisión que tenían los franceses en la Isla del Diablo, en el Caribe, frente a la Guayana Francesa. En un saco lleno de cocos, navegó hasta las costas de Venezuela, donde se refugió y se convirtió en comerciante. Su autobiografía llamada Papillon —así le decían por tener una mariposa tatuada en el pecho— fue inspiración para una película, donde actuaron Dustin Hoffman y Steve McQueen, que es sobre su escape de la cárcel.

—Apura, Roberto, termina de vestirte, por favor.

—Ya estoy terminando, por favor, no me presiones.

—Tenemos media hora para llegar. Te advertí que te apuraras pero, aun así, pareciera que no me prestaste atención.

—Siempre presionándome. Yo me mato en las construcciones, tú siempre en la oficina y tienes el descaro de quejarte.

—¿Acaso yo te he exigido alguna vez qué estés siempre en las construcciones? Eso lo haces porque tú quieres, no porque yo te lo exijo.

—¡Claro! Como tú nunca vas a supervisar, me toca a mí.

—No vas a empezar, Roberto, por favor. Ya te he dicho que para eso contratamos supervisores.

La relación de Estiben y Roberto venía en declive desde hace rato. Todo comenzó aquel viaje de junio, hace ya más de diez años. Ambos socios habían ido a una convención en la Isla de Margarita; se hospedaron en un bonito y lujoso hotel, ubicado en San Griego, cuyo dueño era conocido de un amigo en común. Estiben había insistido días antes de ir solos y dejar en la ciudad a las esposas y a los hijos. A Roberto no le pareció nada raro, ya que habían ido repetidamente a la isla en paseos familiares; aparte los niños estaban en clases y no tendrían tiempo para disfrutar con sus familias. Para sorpresa de Roberto, al llegar al hotel, había una chica esperando a Estiben, de entre dieciocho y veinte años, con pelo largo negro y un traje de baño de dos piezas que dejaba muy poco a la imaginación. Estiben se acercó a la chica, le dio un beso en la boca y una nalgada.

—¡Qué hermosa estás, mi amor!

—¡Papi! Qué rico verte. Ya estaba aburrida.

—Tranquila, pequeña, ya llegué. Te presento a un amigo, Roberto.

—¡Ahhh! El amigo. -dijo la amiga de Estiben.

—¿El amigo? —preguntó Roberto con cara descortés.

—¿Por qué tan serio? —soltó la chica.

—Estiben, unas palabras, por favor. Necesito que hablemos. -refutó Roberto.

Salieron de la habitación y Estiben intentó abrazarlo, pero Roberto sacudió el abrazo y habló.

—¿Qué es esto?, ¿ahora tengo que soportar a tus amantes?

—Roberto, tranquilo. Es solo diversión. Ella tiene algunas amigas.

—¡Paso! Vinimos aquí por otra cosa. Si no vamos a hacer lo que se supone que venimos a hacer, entonces yo me voy. No pienso perder el tiempo con mujeres que apenas son mayores de edad. Es patético.

—Puedo hacer las dos cosas. Nuestros planes aquí aún siguen en pie.

—¡Eso espero! —Roberto se volteó y se fue a su habitación sin decir más nada.