IX

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El jueves, tres días después de que la noticia del jeque que puso de cabeza a toda la capital venezolana, el inspector Márquez, temprano por la mañana, manejaba hacia la comisaría. Estuvo esperando, durante el día anterior, que Estiben Sanz y Roberto López lo llamaran para poner la denuncia, pero esa comunicación nunca llegó. Claramente eran unos de los afectados y el silencio le preocupaba bastante. Igual no podía abrir una investigación si los afectados no ponían una denuncia formal. Al llegar, encontró al inspector Andrade con un hombre en la sala de interrogatorios. Abrió la puerta e interrumpió.

-Buenos días, inspector Andrade.

-¡Buenos días, profesor! No vas a creer esto. La cosa se pone cada vez más buena.

-¿Por qué lo dices?

-¡Putas! Ja, ja, ja, ja. ¡Eran putas! -gritó el inspector riéndose, mientras le daba golpecitos a la mesa.

-No entiendo -dijo el inspector Márquez, desconcertado por completo.

-Anda, cuéntale -le indicó al hombre que estaba sentado.

- ¿Desde el principio?

-Sí, todo, que no se te olvide nada.

-Buenos días -saludó el inspector Márquez-. Ya nos conocíamos, ¿verdad?

-Sí, mi nombre es Paúl Fernández. Nos vimos en el hotel cuando me interrogaron.

-Ya lo recuerdo. Dígame, ¿se acordó de algo más?

-Como le venía diciendo al inspector Andrade, ese día no quise decir nada por pena. Tiene que entender: llevo tres años separado de mi mujer, mi hijo ya tiene siete. -Le mostró una foto de su hijo. El inspector Márquez asintió con una sonrisa en la cara, como gesto de empatía-. Trabajo bastante duro para que a mi hijo no le falte nada, él es mi razón para levantarme todas las mañanas, quiero que tenga la vida que yo no tuve. Si no puedo estar con él porque su madre no me quiere ver, al menos quiero que no tenga que padecer ningún tipo de falencias económicas. Llevo trabajando en el hotel seis años, como ya le dije. Trabajo turnos dobles y apenas llego al apartamento que tengo arrendado. Es mejor así, porque no me gusta estar solo en ese oscuro lugar. Pero verá, sigo siendo un hombre que tiene necesidades. Ya no estoy con mi mujer, no estamos divorciados en papel, pero en términos prácticos ya no somos nada. Los días que tengo descanso y no puedo compartir con mi hijo, tengo un lugar al que voy a buscar compañía... si me hago entender... -Hizo un momento de silencio, esperando que el inspector Márquez asintiera como gesto de comprensión-. De todas ellas, tengo desde hace seis meses una... amiga preferida que siempre me presta sus servicios. Vamos a la casa, y no solo a que cumpla con su trabajo. El tiempo que está conmigo también hablamos, y me encanta cocinarle algo para cenar. No sé si es una actuación para hacerme sentir bien o si de verdad le gusta mi trato, pero siempre sale feliz después de que compartimos unas horas. El miércoles por la noche, fui hasta su lugar de trabajo para que estuviéramos juntos; estaba muy emocionado porque un huésped había llegado el lunes y era muy considerado con las propinas, y esa semana tenía más dinero extra del habitual. Compré flores y le iba a preparar mi especialidad: raviolis con salsa de pesto. Al llegar al lugar, encuentro que ni ella ni las seis chicas que trabajaban allí estarían disponibles hasta la semana siguiente. Un gran evento solicitó que todas las chicas se fueran, les pagarían por día una cantidad que ninguna de ellas pudo rechazar. Me fui decepcionado a mi casa. Jueves y viernes trabajé en el hotel, me tocó vivir la locura de la llegada del jeque con las grandes exigencias que ese huésped conllevaba. Las esposas siempre se paseaban por el hotel sin decir palabra, mirando el suelo. Una sola de ellas era la autorizada para hablar por el resto, supongo que la esposa principal, o algo así, que era la que pedía la comida, la que exigía todas las demandas que las chicas necesitaban. Si iban a salir, era ella la que llamaba a recepción y pedía taxis para todas. Sé que era una sola porque siempre era la misma voz. Al estar todas juntas, uno no podía saber quién era quién. El sábado por la tarde, las chicas pidieron snacks variados y gaseosas para que los lleváramos a ambos cuartos. Me tocó llevar uno de los pedidos porque las demás chicas estaban ocupadas. Para mi sorpresa, antes de tocar la puerta, una de las esposas salió del cuarto y no se dio cuenta de que estaba allí. Con la puerta entreabierta, pude verla completita. ¡Y con toda seguridad era ella! Incluso se cubrió muy rápido y cerraron la puerta apresuradamente.

NOVELA OPERACIÓN: JEQUE MATEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora