𝗧𝗛𝗘 𝗛𝗨𝗡𝗚𝗘𝗥 𝗚𝗔𝗠𝗘𝗦, sukuna y yuji

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Y U J I

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Yuji camina por un estrecho y agitado pasillo hasta llegar a un comedor con las paredes de madera pulida. Hay una mesa en el centro en la que hay servidos un sin fin de platos, con aspecto frágil, y repletos de comida que nada más verla tiene que restregarse los ojos varias veces sin poder creer de los disfrutes que pueden probar continuamente los altos mandos.

Su compañera, Yuko Ozawa está sentado en la mesa esperándole, con una silla vacía a su lado. Sin dudarlo, abandona el lado de Shoko y acompaña a su amiga del distrito.

—¿Dónde está Nanami? —pregunta su amiga, dándole un par de toques a su ensalada fresca.

Está repleta de frutas de un montón de colores y de esas hojas verdes que en su distrito solo pueden ver en sus cuadernos de dibujos. Sin embargo, Shoko saca de su bolsillo una cajetilla de cigarrillos y echándola una calada al aire, comenta:

—No le apetece venir todavía —Su voz es seca, y ambos chicos mantienen silencio no queriendo importunar más todavía.

Deciden cenar sin la compañía de su mentor, y esta sigue su curso: una espesa sopa de cordero acompaña a la ensalada, junto a un dulce puré de aguate. Queso y fruta aparte son acompañamientos necesarios y termina con un vino de frutas del bosque, que claramente Yuji no prueba ni su amiga tampoco. Se decantan por un vaso de agua, y aunque el chico por un momento pretende atiborrarse de todo eso ya que es la primera vez que puede probar cosas tan exquisitas, mantiene la compostura tal y como su hermano, Chōso, muchas veces le ha instruido.

Obviamente se diferencia de su compañera, quien si se encuentra atiborrándose de todo lo que encuentra.

Ieiri Shoko le echa una calada al muchacho encima, y aunque se ve obligado a toser por el fuerte olor a nicotina, escucha con bastante claridad sus palabras desdeñosas.

—Al menos uno de vosotros no es un cerdo andante. —Eso es suficiente para que su compañera deje de comer y tosa varias veces, avergonzada—. Aunque los del año pasado no usaban utensilios, y claramente sois una mejora en ese aspecto.

Yuji recuerda que los chicos del año pasado era una pareja de la Veta que nunca habían tenido en su vida lo suficiente para comer, y ese comentario de la acompañante del doce consigue sacarlo un poco de sus casillas. Por lo que, tomando un buen vaso de agua, dice como si cualquier cosa: —Bueno, al menos disfrutaron de manjares antes de morir.

Y con eso es suficiente para que la mujer de pelos castaños y ataviada con un fular de seda, deje escapar una ligera sonrisa. A Yuji le parece encantada con su atrevimiento, pero nadie dice nada al respecto y una vez terminada la comida, tiene que esforzarse por no dejar escapar unas lágrimas de sus ojos. Le lastima el hecho de que anteriormente en su casa, su hermano mayor y él se las ideaban para sobrevivir, y que aquí se ofrecían todos estos platos que salvarían por lo menos la vida de la mitad de la gente de la Veta.

Rápidamente se dirigen a otro compartimiento para ver el resumen de las cosechas de todo Panem, la asistencia es obligatoria y cualquier infracción a esta regla, se considera rebeldía. Aunque claro que a Yuji ni se le pasa por la cabeza saltarse las normas; lo que menos quiere es que se le ocurran tomársela con su hermano de la Veta.