Una vida y mil vidas unidas por el destino, pero no siempre nos encontraremos primero y no siempre nos amaremos desde el principio.
Quizá pasemos por muchas dificultades y deba demostrar mi valía ante ti, pero créeme que hare lo posible por verte fe...
Apenas pisaba el salón de la celebración de aniversario de la milicia cuando escuche a Uzui maldecir.
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—Hijo de la maldita mierda!!—
—Que paso?— Caminaba detrás de él a una increíble velocidad hasta que lo jale del saco del uniforme. —Que demonios ocurre Tengen?—
Me tomó de la cara haciéndome mirar a donde esa figura inconfundible estaba de pie con un hermoso vestido blanco aperlado qué juro hizo estragos en mi pantalón, pero al ver que no estaba sola y escuchar las palabras del molesto albino no pensé en nada más que en volarle la cabeza al imbécil que estaba con ella.
—Tu puto padre siempre incomoda a la Pequeña Señora y le hace comentarios qué la hacen temblar de miedo, es un cerdo!!—
—Bien!!—
—A donde vas??—
Cruzando por la pista caminando ignorando a todos los que me saludaban llegue a donde Airi estaba, ella se veía tan incomoda y rígida que era fácil saber el tipo de comentario que mi progenitor pudo haberle hecho, así que pasando mi mano por su espalda baja y pegándola a mi cuerpo para luego tomar su mano la cual estaba unida a la del cerdo en las cuales hice algo de presión cuidando de no lastimarla a ella dije molesto y mirándolo a los ojos.
—Me alegra que a mi padre le parezca que MI MUJER es hermosa pero te pido de la mejor manera que apartes tus manos de ella o tal vez te las haga mierda!!—
—Ky-kyojuro, mi muchacho que sorpresa verte aquí!!—
—Estas bien mi amor?—
La vi alzar la vista con los ojos cristalinos y algo pálida lo que me hizo estallar de ira y como si mi mundo se cerrará haciendo todo oscuro solté un golpe con el puño cerrado en el centro del rostro del rubio que ayudó a mi creación.
—NOOO KYOJURO QUE HACES?—
Mi madre grito en lo que se ponía de rodillas junto al hombre que estaba estacionado en el piso con la nariz rota y la boca ensangrentada, lo tenía en su regazo mientras con su vestido trataba de detener aquella hemorragia, la gente se había acercado como el metal a un imán y de pronto cuando salí del trance por su voz me di cuenta de nuestra delicada situación.
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