"-En mi vida vi algo más lindo que tus ojos, Olivia-"
Una historia en la que la hermana del famoso actor Enzo Vogrincic, se enamora del mejor amigo de su hermano.
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Ya habían pasado dos meses y una semana de mi relación con Matías, me sentía mejor que nunca verdaderamente. Cuando se lo dije a Enzo al principio se enojó un poco con Mati por todo el tema de Malena y que no quería que pasara lo mismo por segunda vez, pero el castaño habló con él y mi hermano se dio por vencido y lo aceptó.
Y bueno, los demás lo tomaron re bien, ya se lo veían venir claramente.
Ahora estábamos en Venecia ya que Jota nos invitó a pasar unos días y a hacer un par de presentaciones acá en Italia para la película que se iría a estrenar en dos meses. Sinceramente no podía entender lo rápido que trabajaban en esa producción. Con Matías recorrimos cada rincón cada vez que podíamos, ayer antes de irnos a dormir me dijo que tenía una sorpresa para mí que estaba seguro que me iba a encantar. Ahora mismo yo estaba sentada enfrente de él en un tren que no tenía ni la mínima idea hacia donde se dirigía.
—Espero que no me secuestres, ya le mandé la ubicación en tiempo real a Juani—
—Nah che, se supone que tenía que ser sorpresa, no tenías que saber que te iba a secuestrar y tenerte solamente para mi— responde mientras apoya su espalda en el respaldar del asiento y ríe.
—Ya te dije que soy bruja Recalt— habló jugando con sus manos. —¿Cuánto falta?— preguntó por decimaquinta vez con un puchero.
—En cinco minutos llegamos, ansiosa—
A los cinco minutos justos el tren ya había parado en una estación realmente hermosa, apenas bajé no pude ver nada más ya que Matías me había vendado los ojos. El me guió con ambas manos en mis hombros hasta un taxi en el que solo escuché susurros.
—Matías por favor no me mates—
Escucho como ríe y me agarra de la mano. —Si te mato me quedaría sin futura esposa y sin hijos—
No lo vi pero sabía que estaba completamente roja y me di cuenta porque mi cara estaba literalmente hirviendo. En el viaje estuvimos charlando de cualquier boludez y al rededor de unos quince minutos bajamos del taxi.
—Camina con cuidado que el piso este es medio choto— habla mi novio sosteniéndome con una mano en la cintura y la otra en mi hombro.
—¿Preparada?—
—Siempre— claramente mentía.
El suelta su agarre y siento como lentamente va soltando la atadura de la venda que estaba tapando mis ojos. Literalmente cuando vi lo que tenía enfrente sentí que me iba a desmayar. Estábamos en Roma, en el Coliseo, mi lugar favorito en el mundo.
