Hotel Fairmont Chateau Laurier, Ottawa, Canadá - 1964.
—Estoy empezando a pensar que todo esto no es tan malo como pensé, ¿Sabes?
El agua de la piscina era fría como las mañanas de otoño en Brooklyn. Las paredes alrededor del cuerpo de agua con forma de rectángulo se levantaban como un oso defendiendo a sus crías, abrumando a Cameron con un color crema que, a su parecer, hacia ver el lugar viejo y acartonado. Sobre su cabeza, había un techo blanco del que colgaban bombillas grandes y redondas ubicadas de forma paralela una con la otra, y para su completa alegría, en la piscina únicamente se encontraban él y Verónica, quien tenía los pies sumergidos en el agua, mientras que Cameron nadaba de un lado a otro de la piscina con la gracia de una garza en medio de su vuelo, a pesar de estar teniendo un piquete en la cabeza desde la mañana. Había aprendido a nadar desde pequeño, pues era habitual pasar su tiempo de vacaciones en hoteles en los que nunca podrían faltar las piscinas. No era un nadador profesional, pero siempre se encontraba fascinado por la idea de nadar por horas y alejarse de todos sus pensamientos.
—¿A qué te refieres?—Preguntó Verónica, ladeando la cabeza y moviendo sus pies en el agua.—Pensé que habías aceptado venir porque te parecía buena idea en primer lugar.
El chico se acercó nadando lentamente a la orilla de la piscina, donde se encontraba la chica. Había pasado ya una semana desde su lletada a Canadá, y hasta ahora se sentía seguro para hablar sobre lo que sentía al respecto de ello con Verónica.
—Lo he estado pensando demasiado, enserio. Es decir, me encanta conocer lugares nuevos y hospedarme en hoteles lujosos y hacer estupideces contigo, pero sigo siendo un niño de mami y papi. No estoy acostumbrado a estar solo, y además dejé a mamá y a Benedict solos.
—Cameron, si estás lejos de tu madre, estás bien.—Dijo ella, enfatizando en la palabra "lejos".—Esa mujer realmente se iba a la ruina, y planeaba llevárselos a ustedes dos con ella. Además, ¿A qué te refieres con "estar solo"? ¡Si yo estoy aquí contigo! No hay muchas cosas que diferencien que estés con tu madre o que estés conmigo.—La chica se llevó la mano al mentón y abrió la boca con sorpresa actuada, como si acabara de descubrir algo.—Oh, claro. La diferencia es que yo no estoy loca.
Cameron rió. Sabía que Veronica tenía razón de alguna manera, y le punzaba el corazón saberlo. Era gracioso como su amiga conocía perfectamente su situación cuando siempre prefirió callar y ocultar muchísimos detalles para si mismo.
No quería contarle el escandalo que hizo su madre cuando él salía de su casa en camino al aeropuerto. No quería contarle que tenía miedo de llamar a su hogar y que contestara ella. Que no había olvidado su saxofón como se lo había dicho, sino que lo habría dejado guardado en un rincón del garaje porque los alegres recuerdos de su padre lo estaban comenzando a atormentar al dormir. Que estaba asustado del mundo. Que los últimos siete días había sentido un agotamiento inconcebible. No quería contarle nada porque, a pesar de que Veronica era ahora su único apoyo en esta nueva etapa de su vida, su alma solo le pedía olvidar todo y simplemente seguir caminando, pero no podía; tenía los recuerdos atados a sus pies como un gigantesco disco de más de cien kilos que le impedía moverse.—Ya tienes esa mirada de nuevo.—Dijo ella, haciendo que el chico se incorporara y que su mente regresara a la realidad.
Observó a su amiga, y recordó cuando sospechó que Benedict solía gustar de ella. Si era cierto, no hallaría culpa en él, pues hasta ahora, Veronica era la chica de rasgos más hermosos que ambos gemelos habían visto en sus vidas: Un voluminoso cabello rizado de color castaño oscuro a la altura del hombro, la piel bronceada y luminosa como una lámina de cobre, y una mirada penetrante de color avellana que iluminaba su rostro ovalado. Mostraba una belleza poco común entre las demás chicas que había conocido a lo largo de su vida, lo que llevó a Cameron a pensar en su propio aspecto, que era tan común como la hoja de un arbusto: Cabello rubio, ojos azules, pecas, piel pálida y cuerpo delgado, lo cual lo hacía completamente indiferenciable de cualquier otro chico estadounidense de su edad. Lo único que a duras penas lograba hacerlo ver un poco único, era que compartía los rizos con Veronica y poco más que eso. Llevaba un par de lentes redondos del color dorado de su cabello, pero eso no hacía que su rostro se viera mejor; simplemente hacían que se viera un tanto más intelectual, cuando en realidad sólo le mostraban a todo el mundo que tenía hipermetropía avanzada, razón por la cual no se había despojado de sus lentes al entrar a la piscina. Justo cuando se dio cuenta de aquello, se sintió ridículo.
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Armonías Incompletas | Elian
Teen FictionDos estudiantes de música del conservatorio Juilliard de Nueva York han sido ultrajados por las circunstancias más dolorosas de su vida: Deniska Volkova ha intentado quitarse la vida después de que su dignidad fue vulnerada por alguien que amaba; y...