Nueva casa, nueva vida.

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La casa de Marco se encontraba alejada del centro de la ciudad, era un pueblo enorme de la capital, que tenia casi más ciudadanos que la propia ciudad de origen de Victoria.

Se trataba de un chalet típico de las películas, con sus tres plantas, jardín con piscina y todo un muro de arbustos para "confidencialidad". No era una mansión, pero era de un alto nivel adquisitivo.

*Aclaración: la primera planta sería el garaje con una sala o salas de diversos usos, la segunda tendría la cocina con el salón grande y un baño, en la tercera estarían las habitaciones.*

Al ir con la mirada gacha, Victoria no supo ubicar ni la localidad ni la calle donde estaba el chalet, se centraba en la conversación con su Señor y en el roce constante con la mano del contrario.

Marco aparcó el coche en el garaje y bajó rápidamente a ayudar a su chica a bajar, sabía de sobra que ella podía sola, pero toda su vida le habían impuesto ser un caballero y estos gestos para él eran esenciales.

Victoria llevó su bolso y la mochila mientras que él llevó el resto del equipaje.

Una de las normas internas de Marco era que la sumisa debía ir detrás de él siempre en señal de respeto, por lo que Victoria se centró en seguir los pasos de su Señor a través de las escaleras del primer piso.

El día anterior pudo intuir que llevaba un traje negro de empresario, aunque solo vio el pantalón negro de vestir y los zapatos de un material brillante. Hoy llevaba el mismo tipo de pantalón pero de color gris, los zapatos eran los mismos o sino unos iguales.

Una de las características de la protagonista es que se pierde en sus pensamientos y muchas veces no recibe la información del exterior cuando está enfrascada en sus derivaciones mentales. Estaba claro que cuando Marco paró de andar y miró a la chica esperando que se posicionara frente a él, ella no se diese cuenta y acabase chocando con el torso del hombre.

-Lo siento Señor, lo siento muchísimo , lo lamento - estaba muy avergonzada, ¿Cómo podía haberse perdido tanto? Seguro la iba a castigar.

-Princesa, si quieres un abrazo solo me lo tienes que pedir - riendo tomó las cosas de sus manos y abrazó a la chica - ella sintió vergüenza, pero un olor masculino empezó a introducirse por sus fosas nasales, su oreja chocaba a la altura del corazón de él y escuchó el latido de su corazón, deseó poder escucharlo a menudo.

Marco se separó un poco , manteniendo todavía sus manos en las caderas de la chica, tenía una cintura pequeñita y unas caderas preciosas.

-¡Planes para hoy!- Victoria dio un respingo de sorpresa al escuchar la voz del hombre tan emocionado- Lo primero, subiremos a dejar tus cosas en tu habitación, yo tengo que mandar unos emails, así que puedes ir colocando lo básico. Es tu espacio, puedes hacer lo que quieras con él, si te falta algo esencial apuntalo en un papel e iremos a compralo cuando podamos. Segundo, quiero que a las 20h estés preparada con lo que te he dejado en la cama, vamos a cenar juntos y tienes que llevar eso puesto. - Apartó unos rizos de su cara acariciando su mejilla,  se acercó a su oído y su voz se agravó al decir la siguiente frase- Tu primera orden como sumisa es esperarme arreglada con la puerta abierta, de rodillas y las manos en los muslos, ¿entendido?

-Si Señor - se sentía desmayar, estaba ansiosa por saber que iba a suceder.

-Venga, te enseñaré tu habitación- ambos subieron al ultimo piso, la puerta de la izquierda era el espacio privado de Victoria - entra tu primero, así puedes levantar la cabeza sin preocuparte de que me mires.

Abrió la puerta y se encontró con un espacio relativamente grande donde predominaba el color blanco: paredes, colcha de la cama e incluso la madera de los muebles era blanca. Frente a la puerta había un gran ventanal por la que entraba mucha luz, bajo esta, la cama, frente a la cama el armario y en el otro extremo una mesita con una silla de oficina. Al lado de la mesa estaba la puerta para entrar al baño privado de la habitación. Todo era pulcritud y de una manera extraña, a Victoria le dio paz este espacio. No pudo no reparar en la tela roja que se encontraba encima de la cama, el vestido del que Marco había hablado, estaba ansiosa por verlo de cerca.

-Me encanta, muchas gracias Señor.

-Todo es muy blanco, pero seguro que tu le pondrás color, cámbiala como a ti te guste. Cabeza al suelo, por favor - rápidamente la chica obedeció y salió al pasillo como le estaba dirigiendo él - esta otra puerta es mi habitación y la de más allá mi despacho. Son mis espacios por lo que, a no ser que yo te lo pida, es mejor que no entres sin llamar, no me gusta la mala educación.

-Si Señor, entendido- Marco no paraba de observar sus reacciones, el que bajase la cabeza sin objeciones, simplemente porque él lo decía demostraba que era obediente y que tenía mucho interés por esta nueva vida. Victoria no quiso preguntar por la cuarta habitación del tercer piso, si no la había nombrado no sería importante.

-Tienes dos horas para guardar o colocar tus maletas y prepararte, espero que te de tiempo - dejó a la chica en la habitación, cerró la puerta al salir y se metió en el despacho a intentar "trabajar" pero por su mente solo estaba ese cuerpecito envuelto en el vestido rojo. Su imaginación no paraba de volar hacia un futuro cercano.

Marco hizo mucho hincapié en que solo tenia dos horas, pero había subestimado a Victoria, era una mujer ágil que se movía con mucha rapidez, a la media hora había colocado gran parte de su armario, a la hora ya tenía las maletas vacías y por fin pudo ir a ver el vestido de cerca. Se había obligado a ignorarlo porque sino sabía que estaría las dos horas observando la preciosa tela. Se lo probó, le llegaba hasta los tobillos, un gran corte hacía que su pierna derecha quedase al aire, casi llegando a sus partes íntimas, la apretada tela hacía más notoria la diferencia de tamaño entre sus caderas y su cintura, creando un efecto erótico, sus pechos quedaban apretados en la tela también, sus hombros quedaban descubiertos y sus brazos tapados por las mangas ajustadas.

Nunca se había visto tan atractiva, pero esto no era todo, junto al vestido había unos tacones negros y una pequeña cajita, al abrirla se encontró con una tira de cuero. No podía ser verdad. Era un collar de aprendiz, el primer collar que deben tener las sumisas al estar con su Amo. Sus manos temblaban de la emoción y del nerviosismo. Tenía una M grabada en color plata. Todo se estaba volviendo real.

Aprovechó el tiempo que le sobraba para hacer algo en su pelo y maquillarse un poco, tampoco quería nada especial.

Cerró el ordenador frustrado, no se concentraba, había sido una estupidez intentar trabajar en ese momento, la erección en sus pantalones era notable y solamente estaba pensando que iba a hacer con ella esa noche.
Se dio una ducha fría y se puso uno de sus numerosos trajes perfectamente planchados.

Miró el carísimo reloj que se encontraba en su muñeca, 19:58, cuando había pasado a su habitación la puerta de Victoria estaba cerrada, no quería castigarla, pero la desobediencia no debía de ser una cualidad de una de sus sumisas, lo tenía claro. 19:59. Iba a dejarle el último minuto de confianza, no escuchaba ni un solo ruido proveniente de la habitación de enfrente. De hecho, no había escuchado ningún ruido en toda la tarde.

Abrió su puerta y suspiró una mezcla de sentimientos: alivio y deseo. Estaba de rodillas, con sus manos en los gorditos muslos y su cabeza agachada. Se acercó lentamente, dando una vuelta alrededor de la niña. Lo había cumplido todo a rajatabla, había colocado sus cosas, se había vestido y colocado en la posición solicitada. Incluso llevaba el collar. No pudo evitar sonreír y acariciar su cabeza.

-Perfecto Victoria, has cumplido perfectamente, levántate - en cuanto lo hizo agarró su mano y bajaron al segundo piso, Victoria con ilusión por haber cumplido y Marco con ilusión por lo que venia a continuación.

Nacida para ser sumisa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora