Sesión 3.

1.4K 14 1
                                    

Había sido un fin de semana para ambos, para conocerse y tratar de encontrar el punto de convivencia que hacía posible la relación.

Marco había intentado tener paciencia con ella, era consciente de que era principiante, pero tenía mucha fuerza, tal y como dijo en el casting : había nacido para ser sumisa. No lo había dudado ni un solo momento, su forma de actuar, de hablar y de ser era sumisa. Le encantaba someterse, creía incluso que se sentía bien siendo humillada. En el restaurante le pedía parar , pero su mirada pedía que la castigase, humillase y sometiera allí mismo.

No podía estar más encantado, era perfecta para él.

Victoria se levantó de nuevo, sabía que hoy estaría casi todo el día sola, por lo que había planificado todo lo necesario para no estar aburrida. Una de esas cosas fue salir a hacer deporte, le dolía todo el cuerpo y la ropa molestaba con las marcas de los latigazos, pero necesitaba despejar la mente y ver la zona en la que viviría los próximos meses.

Llegó a un parque que no había visto la ultima vez que salió, era muy bonito, con un pequeño estanque donde en primavera seguramente hubiese patitos pero ahora quedaban los restos de los niños que habían jugado en él para calmar el calor del verano.

Aprovechó el buen tiempo para estirar mientras veía a los pájaros picar un trozo de pan y el escaso viento mover las ramas de los árboles.

Había un pequeño puesto/ cafetería que estaba abierta, probablemente a punto de cerrar por el fin de temporada alta. Victoria se había dejado su botella de agua y fue a comprar una.

-Hola, ¿me das una botella de agua, porfa?- el dependiente era un chico joven, más o menos de la edad de Victoria, con una gran sonrisa en la cara.

-Si claro, ¿fría o del tiempo?.

-Fría mejor.

-Aquí tienes. No te había visto nunca por aquí - se apoya en la barra.

-Me he mudado hace poco - le dijo dándole dinero, no quería dar muchos detalles de su vida privada, no tenía la necesidad de contarle a nadie que hacia o dejaba de hacer.

-Ya me parecía, esto es muy pequeño y nos conocemos todos, soy Ian - Ian le extiende la mano y Victoria se la devuelve.

-Victoria.

- Ya nos veremos por ahí Victoria - le guiña un ojo y Victoria se aguanta las ganas de ponerle una mala cara, se da la vuelta y se va, no soporta a los niñatos que se creen fuckboys por el hecho de ser "monos".

Decide quitarse el enfado volviendo a casa corriendo.

Después de ducharse comió y decidió estudiar lo que restaba de día, a las 7 llegaba Marco y quería darle la bienvenida como todos los días.

Al abrir la puerta se la encontró de rodillas, en la posición perfecta.

-Bienvenido a casa Amo - él le acarició la cabeza en forma de señal para que se levantase y le diese su beso de bienvenida. La extrañó, extrañaba sus labios y su cuerpo por lo que con un brazo la atrajo hacia él y profundizó el beso - ¿Qué tal tu día? - la soltó y se dirigió al salón, con Victoria detrás.

- No muy bien princesa, no estoy muy contento.

-Lo siento Amo, ¿necesitas que haga algo por ti? - una idea le vino a la cabeza,  se sentó en el sofá mirándola.

-Puede ser, ¿qué estarías dispuesta a hacer por tu Amo?

- Lo que me ordene o me pida, cualquier cosa - la miró con una sonrisa.

- Trae un vaso de Whisky- al momento lo tenía en sus manos. - Para dármelo ponte de rodillas y arrástrate hacia mi - sus rodillas rozaban contra el suelo, pero su ilusión por llegar era mayor, con sus dos manos se lo entregó - Bien hecho - aprovechó para acariciarle la cara y el pelo y ella para agradecer y disfrutar esas caricias en lo que probaba su bebida. - Quítame los zapatos. - Desató los cordones y los retiró con cuidado, colocándolos perfectamente a un lateral, se quedó quieta esperando nuevas órdenes. - Los calcetines y hazme un masaje, he estado mucho tiempo de pie. -Pensó que la tendría que enfrentar, pero no, lo hizo sin poner resistencia, incluso con una sonrisa en la cara. Estaba completamente encantada de hacer ese trabajo. Aprovechó para desabrocharse la camisa. Verla con la carita roja disfrutando de su trabajo lo empezó a torturar. Sobre su pantalón se asomaba su creciente miembro necesitando atención, en una de sus manos sujetaba el vaso y con la otra empezó a acariciarse imaginando que la que lo acariciaba era la mejilla de su sumisa. Ella levantó sus ojitos con vergüenza, la mirada de asombro le duró un milisegundo y siguió con su orden. -Para. Vuelve a hacer lo que acabas de hacer - le mira a él y luego baja su mirada a su mano, que sigue acariciándose - Mírame a mí - le da una bofetada no muy fuerte pero que la deja confundida - ¿Te he ordenado levantar la mirada de mis pies?

Nacida para ser sumisa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora