Contrato.

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No había reacción, Marco estaba preocupado, se había colocado de cuclillas para quedar a la altura de la chica, alzó su mano para acariciar su mejilla, y esta parpadeó y volvió a cerrar los ojos. Acercó más su cara a la mano de Marco como acariciándose a ella misma.

- Mírame Victoria, no me hagas repetirlo cariño.

Lentamente abrió sus ojitos, uniendo sus miradas por primera vez Marco pudo ver perfectamente esos ojos grandes y marrones, que en este momento se encontraban completamente dilatados. Victoria por su parte chocó con unos ojos oscuros, completamente negros de la lujuria. 

-Gracias Amo- una sonrisa enorme apareció en su rostro.

Marco sabía que era bella, la había visto en la exhibición, pero esa sonrisa era nueva y podía leer que ella estaba completa ahora, que merecía completamente la pena enseñarla.

-¿Crees que puedes levantarte?-  se incorporó y extendió su mano hacia ella. Miró su mano como examinándola, después levantó sus ojitos y negó -¿por qué no?- se agachó nuevamente y ella bajó la mirada. 

-Me he vuelto a mojar al verle, ahora me tiemblan las piernas- se puso toda roja y realmente le temblaban las piernas , Marco no pudo no reírse. 

-¿Qué hemos dicho de hablarme en tercera persona? - le levantó la barbilla con la mano, no estaba enfadado, la miraba con una sonrisa - mírame a los ojos , tienes que acostumbrarte a mi ahora que eres mía, ¿vale?. Venga, que te ayudo. - con cuidado la levantó y sujetó por la cintura, para colocar la silla en su sitio y ponerse a cenar, ahora si, de verdad. 

La cena fue tranquila para Marco, para Victoria una pequeña tortura, su ropa interior había desaparecido, no sabía muy bien cuando y todavía sentía su intimidad muy mojada. Marco no ayudaba, intentaba no mirarlo, pero el insistía en que lo mirara a los ojos, con lo cómoda que estaba ella mirando a cualquier parte menos a él. 

Era un puto dios griego, típico, si, pero lo era, la definición que Victoria tenía sobre un hombre atractivo era todavía peor que lo que tenía delante. Era mayor que ella, eso seguro, pero también ocupaba en triple e imponía todavía más. Eso era lo peor, sus ojos y fracciones dominantes, Victoria no podía dejar de imaginarse situaciones eróticas con él, lo que, lógicamente, no ayudaba a su problema de humedad.  

Al terminar la cena ambos se fueron a sus respectivas habitaciones para al día siguiente empezar a redactar el contrato. 

El día de Victoria empezó a las 8:30 de la mañana, al abrir sus ojos no reconoció el lugar pero empezaron a venirle a la cabeza las imágenes de ayer y sobre todo sus ojos, no podía esperar a verlo de nuevo. 

Se aseó, vistió y bajó a la cocina. Recordó que ayer no limpiaron, iba con la intención de hacerlo pero al llegar al salón todo estaba más que limpio. No había nadie, desayunó sola y cuando se aburrió subió a su habitación a estudiar. 

Marco llevaba desde las 5 de la mañana haciendo escritos y contabilidad en su despacho, era lunes y por lo menos no tuvo que ir a la oficina, realmente lo que menos le apetecía era alejarse de su juguetito, lo de anoche le volvió loco. Después de la cena tuvo que darse una ducha fría y masturbarse contra la pared para saciar su deseo. No podía tener relaciones con ella hasta que el contrato no estuviese listo. Se había levantado tan pronto para acabar lo antes posible y poder estar con su pequeña. Eran las 12 de la mañana y todavía no la había escuchado, probablemente era muy dormilona, pero debía despertarla porque su día debía continuar. 

Salió del despacho y abrió la puerta lentamente esperando encontrarla dormida, pero no, estaba sentada en su escritorio, con sus cascos puestos estudiando en silencio. ¿Cuándo se había levantado? ¿y por qué no la había escuchado?. Lentamente se acercó sin hacer ruido y cuando estuvo detrás de ella apartó su pelo y acercó su nariz a su piel. Victoria casi chilla del susto, no se esperaba que alguien la tocase. 

Nacida para ser sumisa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora