Welcome

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—Are you sure you'll be okay?

—Yes mum, I'm sure — Se abraza con fuerza a la mujer que pese a la seguridad en sus palabras, se resiste a creerla y a dejar el piso sin más. —And if you don't go you're going to be late and you're going to miss your fligth.

Le cuesta ceder. Al fin y al cabo está dejando a su pequeña sola, en una ciudad enorme y con un ritmo de vida muy diferente al de su ciudad natal. Le preocupa pensar que no pueda adaptarse del todo a ese ritmo frenético de vida, o que se le haga demasiado cuesta arriba el hecho de volar del nido. Aunque siendo sinceros, es ella quien teme más por esa nueva independencia que su hija, que se abraza a su padre para despedirse mientras que ella sigue inmersa en la nostalgia, y sonríe por última vez antes de cerrar la puerta.

Un suspiro abandona su cuerpo. No es que no le dé pena pensar en estar unos meses sin ver a sus padres, o que no se le haga raro estar por primera vez en su vida viviendo fuera de Ciudadela, pero tiene ante sí una experiencia que esperaba con tantas ganas, que es imposible no tener esa sensación de deseo recorriéndole el cuerpo.

Después de todo, tampoco es que vaya a estar precisamente sola, porque tras esos dos segundos que tiene para asimilar la situación, llega un torbellino de desenfreno cuando su mejor amiga se abalanza sobre ella y salta a sus brazos.

—¡Tía! — Grita la más pequeña a la misma vez que la morena empieza a dar pequeños saltitos con la chica rodeando su cuello. —¡Chiara que por fin estamos aquí!

—Y las tres juntas. —Termina una tercera chica, que corre por el pasillo hasta unirse a ellas para fundirse finalmente en un abrazo.

No puede creerlo. Ruslana, Bea y ella habían hablado un millón de veces sobre cómo sería el vivir esa experiencia universitaria juntas, como sería compartir piso, cuántas cosas podrían descubrir de la mano saliendo por fin de Ciudadela y llegando a una ciudad llena de oportunidades como era Barcelona.

Eran amigas desde que tenían uso de razón. Los padres de Ruslana y de Chiara ya se conocían desde su propia adolescencia, formaron un grupo junto a otras parejas, y cuando en el grupo comenzaron a llegar los niños, fue inevitable que las relaciones se estrecharan aún más, por las propias amistades que los chicos iban creando.

Y así fue en el caso de ellas dos. Su amistad era de las más puras que se podía imaginar. Era una combinación perfecta entre lealtad extrema, nostalgia y cariño por los miles de momentos vividos, y entusiasmo y diversión por todo lo que seguían creando.

Con Bea la amistad llegó algo más tarde. Se conocieron cuando ella empezó a ir a clase con Ruslana. Rápidamente surgió conexión y no tardó en introducirla en su grupo de amigos, donde también conoció a Chiara. Y el resto es prácticamente historia. Un grupo de amigas apasionadas, con ganas de conocer mundo, de cumplir sueños y sobre todo, de pasarlo bien.

Habían disfrutado muchísimo de todas las vivencias en Ciudadela, pero llegó un momento en el que la diversión y la vida que la ciudad les ofrecía se les quedaba pequeña. Sobre todo a Chiara, que llevaba unos meses sabiendo que necesitaba escapar de ahí. No es que no le gustara su ciudad natal, le encantaba. Amaba las tardes enteras contemplando el mar, los paseos en coche por la isla, las fiestas en la playa. Amaba a la gente del lugar y a la gente que tenía allí, pero esa gente no iba a moverse y ella sin embargo necesitaba volar.

Ella siempre había sido una chica bastante inquieta. Su cabeza era un coctel del pensamientos diario sobre todo lo que le gustaría hacer, lo que le gustaría descubrir del mundo y sobre todo lo que ella quería enseñarle al mundo, porque ella era artista.

No es que ella se definiera como tal, pero que tu no sepas mirarte en un espejo y ver esas cualidades tan increíbles que te rodean, no significa que no estén ahí. Y en Chiara estaban todas las mejores sensaciones que puedas imaginar. Ella era música, era melodía, era letra, poesía. Ella era un abismo de sentimientos que muchas veces no sabía expresar de otra forma que no fueran canciones, pero eso le gustaba. Le gustaba tener ese poder de cantar, y que de alguna forma, el mundo se parara a su alrededor. Y sabía que si quiera explotar ese poder suyo, tenía que hacerlo fuera de Ciudadela.

Es por eso que junto a Bea, que también era una apasionada de la música, decidió armarse de valor y hacer las pruebas para la ESMUC. Con la suerte y, la enorme sorpresa, de que aceptaron a ambas.

Y ese era el motivo principal por el que ahora se encontraba en Barcelona. Un sueño por cumplir, pero también cierto pasado que dejar atrás. Porque aunque a veces era capaz de ver lo mucho que era capaz de dar y el talento tan enorme que poseía, otras sentía que se ahogaba, que su vida no tenía un rumbo claro, y que el tiempo se le escapaba entre las manos sin que ella hubiera podido experimentar aun lo que era vivir apasionadamente.

En todo eso pensaba mientras que se encargaba de deshacer maletas y de ordenar, como buenamente podía, la montaña de ropa que había tirada sobre su cama.

—¿Has visto ya la terraza? — Preguntó la pelirroja entrando en su cuarto e interrumpiendo el sin fin de emociones que abordaban a Chiara en este momento.

—No, no me he asomado aún.

Ruslana negó con la cabeza y simplemente le hizo un gesto con la mano para que la morena la acompañara. Recorrieron el pasillo y llegaron hasta el salón, el punto de acceso para la que sin duda parecía la mejor parte de su nuevo hogar. Una terraza considerablemente grande, con un pequeño sofá de madera cubierto por dos cojines, una mesita en medio y dos puffs a su lado. Aunque lo mejor no era ese pequeño chill out, que Chiara ya presentía sería su sitio seguro, sino las maravillosas vistas que tenían de la ciudad al estar en una planta bastante elevada y no tener pisos de por medio que fueran más altos, tenían una vista panorámica impresionante.

Bea ya las esperaba, cerveza en mano, aguardando para brindar por su nuevo piso, pero Chiara sintió la necesidad de hacerla esperar un momento y de separarse un poco de ellas para asomarse a la barandilla.

Entonces respiró, y no se detuvo a admirar las vistas, sino que cerró los ojos profundamente. Sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo. No sabía lo que era, ni siquiera si estaba en lo cierto, pero algo le decía que todo estaba  punto de cambiar.


*Bueno pues aquí dejo el primer capítulo. Lo primero dejar claro que esta es una historia completamente ficticia (obviamente), y un intento de volver a algo que disfrutaba mucho. Hace a tiempo que escribía, aunque lo deje atrás, y ahora, por el momento en el que estoy y también por la inspiración que he encontrado en estas dos, me apetecía retomar y aprovechar para sacar cositas de dentro.

Espero de corazón que guste a quien llegue.

Y dejo por aquí mi twitter @Cris_n27 que me lo he creado hace poco y no tengo mutuals para poder compartir las cositas que van saliendo de mis dos, por si alguien quiere seguirme JAJAJJA.

Química || KiViDonde viven las historias. Descúbrelo ahora