Junto al piano

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Es Sábado por la tarde y el único plan de Chiara es pasarse horas y horas delante del teclado de su habitación, sacando melodías, ajustando letras, improvisando canciones. Hace tres horas que se encerró en su habitación para dar rienda suelta a su creatividad, y apenas ha sido consciente del paso del tiempo.

La semana se le ha pasado en un abrir y cerrar de ojos. Clases, pensar en Violeta. Tareas varias de composición, pensar en Violeta. Un café con Bea y Ruslana de por medio, pensar en Violeta. Recados varios por la ciudad y por supuesto, pensar en Violeta.

La intensidad que maneja le ha hecho rellenar casi una libreta entera con letras que cubren esas dos impresionantes días junto a la pelirroja. Parece incluso cínico, pero lo cierto es que es incapaz de apartar a la andaluza de sus pensamientos.

Cada vez está más cerca de declararse a sí misma en el punto de no retorno, en ese el que admite que la chica verdaderamente le gusta, siente algo por ella. Pero eso es demasiado complicado, porque si admitiera eso supone también que tarde o temprano tendría que hacer algo al respecto, y eso le aterra.

Así que como tampoco tiene pensado mandarle un mensaje a Violeta diciendo que se ha enamorado ciegamente y que quiere pasar el resto de su vida acariciándole el pelo, tiene que volcar su mar personal de emociones sobre el papel. Al menos respira aliviada por tener a su alcance esa forma de expresión que tanto ama, hace el recorrido mucho más fácil.

Está tan metida en su mundo interior que casi no escucha cuando le tocan a la puerta, hasta que los golpes toman una intensidad un poco mayor.

—¡Adelante! — Contesta sin levantarse de la banqueta que tiene frente a su teclado.

—¿Molesto?

Una voz familiar, aunque distinta a la de sus dos compañeros de piso, es el detonante para que caiga de un golpe de su nube y vuelva a tener los pies sobre la tierra. La voz y también las palabras, porque ninguna de sus dos amigas entrarían de una forma tan precavida en su habitación. Así que se gira de golpe para comprobar que evidentemente, esa voz corresponde con quien había intuido antes incluso de darse la vuelta.

—¿Violeta? — Es incapaz de esconder su sonrisa, aunque hace el mayor esfuerzo por lograrlo, apretando sus labios.

—Llegué hace un rato, había quedado en pasar la tarde con Ruslana, pero quería saludarte. — Habla con precaución desde la puerta, puede comprobar que la chica está ocupada y no quiere interrumpirla. —¿Estás componiendo?

Y la cautela se borra rápidamente, porque en el vistazo de apenas un segundo que dedica Chiara a sus libretas, como si tuviera que comprobar que realmente estaba componiendo, Violeta ya ha roto con la distancia entre ellas y se ha acercado hasta el banco, pidiéndole permiso para hacerse un hueco a su lado.

—Nada bueno.

Se apresura a retirar la libreta que tenía sobre el atril, avergonzada por las letras que hay frente a ellas, pero ya va tarde, porque Violeta que lleva yendo un par de pasos por delante desde que tocó a la puerta, ha podido leer al menos un par de frases.

Me he empapado en un intento absurdo, por no chocar contra todas tus rocas.

Y me he vuelto a caer encima, de todas mis flotas.

—No me creo que no sea nada bueno. — Pincha la pelirroja a su lado, apretando una media sonrisa y clavando su mirada en la morena, que por primera vez desde que han coincidido parece nerviosa a su lado. —¿No me vas a enseñar nada?

—Seguramente no.

No lo dice en tono serio, es más bien un gesto de defensa, con un sonrisa muy pava de por medio que es incapaz de esconder.  Y consigue sacar de quicio a Violeta.

Química || KiViDonde viven las historias. Descúbrelo ahora