Excusas

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Toda la calma y la serenidad que ha conseguido aguantar mientras aún seguía con Violeta son ya historia. Estando a su lado era fácil calmarse, aunque la noticia que acabara de darle fuera la peor que nadie podría escuchar. Pero el poder controlarse sin su risa contagiosa y su mirada tierna al lado para pedirle paz ya era una tarea mucho más complicada.

Está enfadada por un millón de razones.

Está enfadada con Ruslana y Martin por haber sido capaces de convencerla de una idea pésima como era creer que podía tener la más mínima oportunidad. Y está enfadada consigo misma por haberse permito creerse era mínima oportunidad.

Está enfadada con el cabron de Javi, porque no comprende hasta que punto puede llegar la estupidez de un ser humano, y porque rabia por el hecho de que simplemente no pueda dejarla en paz, rehaciendo su vida como había hecho hasta ahora. Y está enfadada con Violeta por permitirle todo eso.

Y por supuesto, está enfadada con Ruslana por partida doble. Porque hay algo en su interior que le dice que ella ya conocía la noticia antes de que le contara que esta noche tenía pensado dar el gran paso, y aun así no tuvo agallas para contárselo.

Y en busca de esa explicación entra airosa en el bar en el que Violeta les había confirmado antes que estaban, tras revisar los mensajes de su grupo de clase.

Todos los que la conocen gritan de alegría al ver entrar a la inglesa, incluida Ruslana, que grita su nombre y hace el amago de lanzarse a sus brazos nada más verla, pero el tono tosco de Chiara la interrumpe antes de que eso pase.

—¿Lo sabias?

No está para formalidades ni para fingir delante de ese grupo de personas que por más que sean amigos cercanos de su chicas no le interesan lo más mínimo, al menos en este momento.

Ruslana cambia por completo el semblante y agacha la vista, reconociendo sin palabras su error y sabiendo sin tener que escuchar más acusaciones de su amiga a que tema se refiere.

—¿Y no se te ocurrió avisarme? No sé, entre otras cosas para que no quedara como una autentica imbécil.

—Chiara...

—¡Ni Chiara ni hostias! ¿Verdad que ya lo sabías?

—Sí, ya lo sabía.

—¿Y no me lo dijiste aún sabiendo lo que pensaba hacer esta noche?

Sus palabras gritan enfado por los cuatro costados. Todos los presentes la observan atónitos, y aunque ninguna palabra ha hablado en claro del tema, la mayoría intuyen hacia dónde va la conversación. Después de todo saben que la chica viene de estar con Violeta, pues ella ya les había avisado durante la tarde de que no podría quedar porque tenía plan con la inglesa.

Y si todos sabían o sospechaban más o menos de los sentimientos que tenía Chiara hacia su amiga, esta era solo la confirmación.

—¿Podemos hablar fuera? Por favor.

Ruslana sabe que no es lugar de seguir formando un escándalo. Ya no es por ella, a ella le importa más bien poco lo que los demás puedan pensar, pero conoce a su amiga a la perfección, y sabe perfectamente que cuando salga de ese estado de ira que se apodera ahora mismo de su cuerpo querrá esconderse bajo tierra por haber hablado cosas que no tocaban delante de gente que no tiene porque meterse tanto en ese tema.

Y por suerte Chiara parece convencida con sus palabras y decide dar media vuelta para volver al exterior, deteniéndose justo en la entrada nada más salir, de espaldas a la espera de que su amiga la acompañe.

—Sabes lo difícil que está siendo para mí.

De repente la dureza que proclamaba antes en su voz acaba de romperse, y ahora casi grita por ayuda, pues se muestra completamente indefensa.

Química || KiViDonde viven las historias. Descúbrelo ahora