Atrapasueños

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Está completamente segura de que nunca antes en su vida ha estado tan nerviosa como lo está ahora. Ni en su primer día de clase cuando era pequeña y cambió de colegio, entrando a una clase llena de niños que no conocía de nada; ni cuando hizo las pruebas para la ESMUC ni el día en que le respondían a si la cogían. Ni siquiera cree que estuviera tan nerviosa la primera vez que la besó, y eso ya es decir.

No sabe a que se enfrenta. Conoce la situación y en realidad entiende las cartas que hay ahora mismo sobre la mesa. Lo que la pone nerviosa en realidad es el momento exacto en el que vuelvan a estar frente a frente, porque le aterra que al mirarla a los ojos de repente sienta que no la conoce. Sería doloroso, casi más insoportable que cualquier deslealtad que haya habido entre ellas hasta ahora, porque de alguna forma siente que si no entiende que puede haber llevado a Violeta a hacer ciertas cosas es porque cree que la conoce y en el fondo sabe que no es así. El problema sería tener que enfrentarse a que en realidad nunca la haya conocido, o al menos haya dejado de hacerlo.

Sería extraño, porque de alguna forma esa especie de química que nació entre ellas desde el minuto uno siempre le hizo tener una sensación extraña cuando estaba con ella, como si la conociera como la palma de su mano o como si simplemente ya hubieran pasado una vida entera juntas en otra vida. Y siempre aterra enfrentarse a algo desconocido, sobre todo cuando dabas cosas por hecho.

La noche anterior, después de dejar el día entero de margen para pensar, le escribió un mensaje a Violeta para saber si seguía dispuesta a verse en cuanto llegara a Barcelona para hablar las cosas. En realidad era algo que tenía claro quería hacer incluso desde por la mañana, pero prefirió dejar unas horas para asentar las cosas por las dos partes. Su respuesta claramente fue afirmativa, y por eso quedaron en que nada más llegar al aeropuerto Violeta la recogería.

Durante el vuelo ha pensado en que quizás no ha sido la mejor idea quedar con ella nada más aterrizar. Tal vez habría sido más coherente poner un pie en tierra, ir a casa, dejar pasar unas horas y tal vez después verse. Tener un margen de tiempo para asentarse. Pero ella ha vivido siempre de impulsos, y de alguna forma justo esto es lo que le pedía su cuerpo.

Pero una cosa es que fuera lo que le pedía estando en casa, y otra que por ella no vayan a temblarle las piernas cuando comienza a andar por el aeropuerto maleta en mano hacia la salida en la que habían quedado en verse.

Cuando llega al punto que habían acordado mira hacia ambos lados y de momento no encuentra a la chica. Consulta su móvil a la espera de un mensaje que le indique algo sobre un contratiempo pero tampoco hay nada. Vuelve a alzar la cabeza y como no la ve, gira sobre su cuerpo para mirar hacia el otro lado, y entonces ahí está. De repente la encuentra andando hacia ella y siente como el corazón se le para.

Lleva una rebeca blanca y el pelo suelto. Los ojos tristes y el mentón agachado. Y entonces se da cuenta de que había una alternativa aún peor que mirarla y no conocerla, y era conocerla de la forma en que lo hace. Porque cuando aún a lo lejos cruza su mirada con la de ella puede reconocer ese dolor que ya ni siquiera sabe si e algo pasajero en ella o simplemente es un rasgo que ha llegado a ella para quedarse a vivir dentro de su ser. Reconoce la culpa, y la bondad escondida en sus ojos, y le duele aún más porque vuelve a no tener explicación. Quizás si pudiera ver alguna pizca de maldad o simple falta de arrepentimiento sería más fácil asimilar que simplemente es una mala persona que en ningún momento pensó en ella o en como podían afectarle sus acciones. Lo peor es que no es capaz de reconocer eso en sus ojos a distancia, y tampoco cuando tras unos pasos, están por fin frente a frente.

Violeta no es capaz de abrir la boca y Chiara quiere hacerlo, pero siente que si intenta articular palabra los labios empezaran a temblarle y solo titubeara. Y reconoce entonces lo mismo que reconoció en ella la primera vez que se vieron en Barcelona después del verano: necesita que sea quien lleve la voz cantante. A diferencia de lo que esperaba no encuentra a una Violeta decidida, aunque esa decisión sea para mal. Encuentra a una Violeta atemorizada y que casi suplica por una palabra suya con la mirada, así que saca el valor y las fuerzas de donde ya no quedan y consigue hablar.

Química || KiViDonde viven las historias. Descúbrelo ahora