Doble ou

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—Habíamos quedado a las 13. — Regañó a sus amigas mientras que se echaba a un lado para dejarlas pasar.

—Son las 13:30, tampoco es el fin de mundo. — Replicó Ruslana pasando al interior y lanzándole una mueca divertida.

—No puedes ser tan impaciente. — Violeta pasó tras ella y dejó un par de toquecitos sobre el hombro de la inglesa, que rodó los ojos cuando vio la sonrisa altiva que la pelirroja le lanzó.

Impaciente decía, como si no llevara meses en el top de personas más pacientes del planeta únicamente por ella.

Unos pasos pequeños se escucharon desde el fondo, corriendo en su dirección, y antes de que pudieran dar cuenta tenían a un adorable Bichon maltes apoyándose sobre sus patas traseras para golpear con las delanteras las piernas de Ruslana, que respondió a su suplica y finalmente lo cogió en brazos para poder saludarlo como era debido.

—¿Quién es esta preciosidad? — preguntó Violeta acercándose a saludar al perrito que también parecía tener atención para ella, aunque estuviera en otros brazos.

—Se llama Blanqui. — Miró sonriente hacia su fiel compañero, pues le gustaba lo rápido que parecía haber conectado con su nueva amiga. De tal palo tal astilla.

—¿Blanqui? — preguntó graciosa la pelirroja, deslizando su mirada hacia Chiara al mismo tiempo que alzaba ambas cejas. —¿Llamaste Blanqui a un perro que es blanco, Kiki?

—Tenía 12 años, no te rías de mí. — Hizo un gesto de enfado arrancándole el perro de las manos a su amiga y acunándolo en sus propios brazos, mientras que apoyaba su cabecita contra su pecho y Blanqui se refugiaba en el hueco que le ofrecía. Lo de ser extremadamente dramático también debería haberlo aprendido de su dueña.

—Que perro más víctima. — Añadió Ruslana dejando un golpe suave sobre la cabecita del pequeño, a lo que Chiara respondió apretándolo aún más contra su cuerpo, mientras que Blanqui le dedicaba una mirada de pocos amigos a la pelirroja.

—¿Y por qué no me lo habías enseñado nunca? — Violeta volvió a acercarse al perro y lo acarició con suavidad, intentando ganarse de nuevo su cariño.

Y Chiara se fascinó con lo poco que le costó a Blanqui salir de su caparazón para sonreír a Violeta y pedir con su cabeza golpeando la mano de la chica que esas caricias no cesasen. Una vez más, en eso también se parecía bastante a Chiara y a su instintiva imposibilidad de pasar de Violeta si ella llamaba su atención.

—Pues porque no a cualquiera le presento a Blanqui. — Hizo un gesto digno y con su mano suelta le cogió la bolsa de las manos a Violeta para pasar hacia la cocina, invitándolas a seguirle.

Ahí se encontraron también con Martin, que llevaba puesto ya el bañador y unas gafas de sol sobre su cabeza y una lata de cerveza en sus manos hacían el juego perfecto como complementos.

—Que casa tan guay. — Admiró Violeta entrando a la cocina.

Y ciertamente lo era. Era una casa con los espacios bastante abiertos, y muy grandes. Casi todo decoraba en colores claros, y el contraste del blanco y el gris de los muebles y electrodomésticos de la cocina quedaban bastante bien con la pared naranja que se apreciaba en un frontal.

Chiara dejó las bolsas sobre la isla de la cocina y a Blanqui por fin en el suelo para poder sacar el contenido, antes de dirigirse al frigorífico para sacar un botellín para cada una de sus invitadas.

—Y eso que no has visto el patio aún. — Comentó Martin rodeándola entre sus brazos para saludar como era debido.

—O el cuarto de Chiara. — Picó Ruslana en un tono sugerente, que no llevaba ningún ápice de maldad en su broma.

Química || KiViDonde viven las historias. Descúbrelo ahora