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—¿Qué buscas? —preguntan a mi lado, haciéndome saltar del susto.
Ni siquiera me permite procesar su presencia en la habitación cuando ya está a mi lado, inclinándose para depositar un beso en mi mejilla.
Parpadeo un par de veces asombrada.
—¿Qué fue eso? —le pregunto cuando se recarga de espaldas en el mueble a nuestro lado. Cruzado de brazos y mirándome mientras sonríe como de costumbre.
—Te estaba saludando —me responde con simpleza el señor Wonka—. ¿Hice algo que te incomodara?
—No, solo que nunca me había saludado de beso —le aclaró. Su sonrisa se agranda y lo miró entrecerrando los ojos, analizando qué es lo chistoso.
—Ayer nos dimos —comienza a contar con sus dedos—. Veinticinco.
No sabe leer, pero sí sabe contar. ¿Eso debería ponerme feliz o avergonzada?. El espejo frente a mi, evidencia el rojo de mis mejillas por el sentimiento de pena.
—No los olvidó —bromeó.
—Jamás lo olvidaría, fue como besar a un unicornio.
¿Eso es bueno o malo?
—¿Un unicornio? —pregunto confundida. El señor Wonka se gira para quedarse frente a mí.
—Únicos, especiales, mágicos aunque sin duda los tuyos fueron diez veces mejores —me asegura. Su cercanía eleva los latidos de mi corazón que puedo escuchar y sentir en mis oídos—. Jamás olvidaré ese lunar bajo tus pestañas o las diecisiete pecas sobre tus mejillas.
No creo en la magia, pero podría jurar que acabo de ver mariposas a nuestra alrededor.
Y cuando pienso que aumentaremos un beso más a la lista, el grito de Amelia proveniente de la cocina rompe la burbuja. Nos miramos por unos segundos y ambos bajamos de brisa a la cocina.
Amelia se está cubriendo la cara mientras llora y Noodle está en una esquina abrazando unos libros mientras nos mira entrar.
—¿Qué pasó? ¿Amelia? ¿Noodle? —les pregunto a ambas mientras me acerco a la más pequeña. El señor Wonka se queda en el marco de la puerta solo observando.
—Yo… yo solo le dije que tú eres… que tú eres mi hermana —me cuenta entre sollozos Amelia—. Y ella… ella… ella me gritó mentirosa y cosas feas…
