05. Khaleesi

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   Sus pasos descalzos se abrían al desierto como una herida bajo la orquesta de gritos salvajes de aquella horda Dothraki. Cada respiración que vida gestaba allí parecía rasgar los minúsculos y secos brotes de su infeliz y pequeño corazón. Los grandes instrumentos fabricados por cuernos entonaban el sonido del viento mismo, graves tambores se sacudía festejando aquel suceso.
Nunca antes Daenerys había imaginado el sacrificio ritual, la extracción de los órganos premiando el dolor y la vana resistencia. Nunca antes lo había pensado y si bien aún faltaba para el amanecer que era escenario del último ritual público de la boda, pensaba en lágrimas, gritos, sangre. Todo lo que dentro de ella brotaba a borbotones y no podía expresar ante la exigencia de su hermano Viserys y la mirada brutal de Khal Drogo, aquel hombre gigante que la había comprado.

Cada momento allí era una tortura, vio en el amanecer cómo el sacrificado era rodeado de sus seres queridos que festejaban tal acto homicida. Ni siquiera pestañeó al observar cómo ese cuerpo era sometido a la extrema crueldad hasta arrancarle el mismísimo corazón. Al contrario de lo que creía Viserys, no le horrorizaba. No era débil pues había atravesado esa misma noche horrores más grandes.

Para Daenerys aquella boda era un sacrificio peor que cualquier ritual en el que nada a cambio le llegaba, en el que todos se beneficiaban menos ella. Pequeña entre tantos gigantes, repleta de joyas y vacíos, vendida como un animal mirando entre las gentes sin hallar a nadie que festejara por ella y sus logros. A la zona de sus pensamientos más lúcidos llegó la figura de su hermana Visenya, aquella que hacía una década y algo había desaparecido de entre la faz de la tierra. La buscaba entre esas caras morenas y tan distintas, era una tonta.

Al oír los tambores recordaba cómo había herido sus manos golpeando la superficie hueca de las piedras que formaban la cueva en la que oía los gritos de Visenya, como si estuviera del otro lado. Todo intento era en vano, sabía que no estaba muerta como Viserys y el mismísimo Rey Usurpador afirmaban. Estaba viva pero muy lejos.
Pensaba mucho Daenerys en la vida de su hermana, en el andar de sus pasos y el rodear ajeno de privilegiados que podían verla a cada día. Existía en el mismo lugar pero en distinto tiempo.
Entonces la buscaba en el cese de la presión de sus manos sudadas por el nerviosismo, intentaba abrir esas manos a la misma brisa del desierto y hallar parte de la atmósfera que en algún mágico lugar también la acobijaba a su hermana. La encontraba entonces, encontraba minúsculos detalles de vida que eran iguales a todos los mortales pero a ella le encantaba creer que se trataba de Visenya. La luna, las estrellas, el barro y el viento, los rayos del sol, los únicos que sabían donde estaba y la rodeaban.

"Si tuviera que aprobar que todo el khalasar y sus caballos te violen, callaría. Pues él ahora es tu dueño" le repetía la voz de Viserys en cada oportunidad que se encontraban alejados de aquel comprador, arrebatándola de su imaginación.
Allí estaba la brutalidad del sacrificio hecha palabra.

— Todo el llanto que estás guardando me pertenece, chiquilla— mientras el Khal Drogo daba apertura a la ceremonia del sacrificio, el estiradísimo Viserys aprovechó para susurrar en el oído de su hermana menor como acostumbraba. Con su mirada ella le pidió explicaciones y él que conocía el vacío de sus ojos, sabía qué le sucedía.
— En esta y en ninguna otra boda hay lugar para tus lágrimas por Visenya. En esta y en ninguna otra vida hay lugar para tus lágrimas por Visenya. Vivo y radiante te espera tu esposo, que te dará grandezas o debo decir me las dará a mí que fui quien te vendió. Lejana, muerta y silenciosa está mi Visenya. Mía, el único que guarda sus lágrimas en cada boda que acontece soy yo. Yo estaba destinado a casarme con ella, no tú. Así que sorbe tu nariz y que ni te vea llorar, porque me las arreglaré para que seas tratada peor que una yegua— amenazó Viserys, robandose no solo su alegría como siempre con sus malos tratos, sino que también su dolor. Daenerys, joven, mujer y princesa usurpada ni siquiera se sentía dueña de llorar a Visenya en paz, de retirarse de allí para alabar una y otra vez a su ausencia y no llorar a su fantasma sino a los caminos desconocidos por los cuales había desaparecido.
Si fuera hombre, si fuera dueño de su hermana podría explotar en ira y rabias como solía desear e incluso rechazar a cualquiera puesto que ninguna cercanía era la deseada.

𝐃 𝐀 𝐑 𝐊 | 𝐠𝐨𝐭 & 𝐡𝐨𝐝Donde viven las historias. Descúbrelo ahora