2 𖠗 hazme desaparecer.

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Lo primero que sintió aquel día fue el movimiento debajo suyo. Experimentó sus extremidades pesadas y un cansancio inagotable que le impedía abrir sus ojos con facilidad, pero cuando por fin logró hacerlo, la luz de la mañana lo cegó.

Tuvo que mantenerse estático durante varios minutos intentando acostumbrar sus ojos a la luz solar. Ni siquiera se dio tiempo a alarmarse previamente. Tenía que cerciorarse antes de su situación.

Finalmente observó con diligencia el paisaje que lo rodeaba. Estaba siendo transportado en una carreta de madera impulsada por un caballo. A ambos lados del camino los árboles se alzaban de manera impenetrable, asumiendo el trabajo de transportar la brisa fresca.

Entonces recordó fragmentos de la noche anterior. Lo último que había hecho fue toparse con un extraño. ¿Qué tan mala debía de ser su suerte como para terminar en aquellas condiciones?

A pesar de todo, no estaba amarrado. No había nada apresándolo ni impidiéndole el movimiento. Su cuerpo estaba intacto, sin señales de algún hipotético daño, hecho que le devolvió el alma.

Se incorporó sobre la carreta y observó al chico que la dirigía. Estaba serio, concentrado en su trabajo; no pudo evitar reconocerlo como el extraño al que había visto la noche anterior. No le hizo mucha falta atar los cabos.

—Buenos días —saludó el extraño, volteando su cabeza en su dirección. —¿Cómo has dormido?

A Leo le resultaba irreal el hecho de que a pesar de todo, el chico de mechones claros pudiera hablarle con tanta naturalidad. Con una familiaridad que helaba la sangre.

Se tensó y le dirigió una mirada repleta de desconfianza, debatiéndose entre si responderle o escapar.

Al parecer el chico lo notó. Leo observó cómo se enderezaba en su dirección, permitiéndole una vista mucho más específica de sus facciones. Era atractivo, el ojo disfuncional le otorgaba un aura mucho más cruda.

—Puedes intentarlo —comentó al ver como los ojos claros de Leo divagaban en busca de una escapatoria. —Pero tendré que seguirte, y nunca fallo.

Tragó saliva. Había algo en su altanería que presumía su veracidad. Le demostró con una simple amenaza -una que ni siquiera parecía como tal- que por más que quisiera salir de allí, no podría.

—¿Por qué…? —se detuvo intentando formular una pregunta capaz de concentrar todas sus incógnitas.

—Tienes una voz muy bonita.

Las mejillas de Leo se tiñeron de un rosado prematuro. No por el cumplido en sí, sino por lo repentino del comentario. Uno se espera hostilidad de la persona que lo ha raptado.

—¿Hacia dónde vamos? —pudo preguntar finalmente, ignorando lo anterior.

—Generalmente no hablo con mis víctimas —continuó el chico del ojo ciego. —Mucho menos respondo preguntas.

—Siempre hay una primera vez para todo.

El chico lo examinó con una curiosidad renovada, repasando con su vista delimitada la figura de Leo, que repentinamente se sintió demasiado expuesto.

—Tú te vas a la ciudad —confirmó finalmente, presionando sus ojos sobre los suyos. —Yo nunca me quedo mucho tiempo en un lugar.

𖠗 angel by the wings | zodiaco BL.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora