Lenguajes Del Amor

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La noche llegó sin prisa pero con hastío. Estaba loca por salir de ahí y regresar a casa junto a Lucia, quien probablemente estaría molesta, pues se le había hecho tarde para recogerla del trabajo.

«Mejor le compró un postre» pensó. Con suerte, podría alegrarla un poco.

El cansancio parecía pesar sobre sus hombros. No le molestaría estar de pie tanto tiempo si tan solo hubiera salido de esa habitación; Sin embargo, su jefa había decidido pasar todo el día sentada en ese sofá, drogandose y escuchando música sin parar. Su estómago empezaba a doler, tenía hambre y sed, aunque aceptaba que era su culpa por negarse a compartir la mesa con ellos.

Lya Santana la miró de reojo por décima vez  — Eh, Tayga — la llamó. Al no recibir respuesta, la chica de cabellos rubios se levantó lentamente, tomando una soda de la pequeña heladera junto a ella. Se acercó despacio, moviendo las caderas de un lado a otro — Te estoy hablando, tigre — dijo achinando los ojos indignada.

— Disculpe, no lo noté...

Santana tenía una habilidad especial para notar al instante cuando alguien estaba mintiendo, y, en efecto, Vega acababa de escupirle sin asco una grosera mentira a la cara.

Achinó los ojos indignada — Ten... debes estar muerta de hambre — además de la lata de soda, la chica sacó de su bolsillo una barra de cereal — Ya que no has querido comer con nosotros, al menos recíbeme esto.

La castaña se vió descubierta. Suspirando pesadamente, no tuvo más remedio que aceptar el amable gesto — Muchas gracias.

Lya río ligeramente — ¿Siempre eres así? — le preguntó.

— ¿Así cómo? — respondió con el ceño fruncido. No le incomodó la pregunta, pero pudo notar a su espalda la mirada de Nicole sobre ella. Su jefa lucía intrigada por la corta conversación que llevaba con su bajista.

La rubia giró su cabeza para seguir su mirada hasta Russo — Nada, olvídalo — una sonrisa burlesca adornó su hermoso rostro.

Porqué sí, era hermosa, y sorprendentemente Tayga no lo había notado hasta ese momento. Tenía una nariz respingada, cejas delgadas y ojos claros como el cielo. Algunos piercings adornaban su cara, e iban perfecto con su personalidad rockera y coqueta, y traía varios tatuajes llamativos que le daban un toque sensual. La coquetería parecía ser su especialidad, pues caminaba, hablaba y sonreía como si estuviera por arrancarte la ropa de un tirón.

Curiosamente, Lya Santana era exactamente su tipo. Le gustaban las mujeres atrevidas y voraces, aquellas que la hacían sentir que sería un reto ganarse su corazón y satisfacer su cuerpo; Como diría la porquería de su padre: "Las Destemidas".

Tuvo ganas de sonreírle de vuelta, pero la mirada oliva de su jefa seguía clavada en ella como una daga. Quizás le molestaba que interactuara libremente con sus conocidos, y ella no podía darse el lujo de hacerla rabiar en su primer día.

Nicole apartó sus ojos cuando la puerta se abrió de par en par de manera escandalosa, anunciando la llegada de Jared Green. Vega no encontró un mejor adjetivo para describirlo que "asquerosamente guapo". Jared era ese tipo de hombre con el físico perfecto de un modelo, y el aura nauseabunda de un politiquero mentiroso.

Abrió los brazos como si de un rey se tratara — ¿Cómo está el mejor equipo musical de la ciudad? — exclamó riendo — ¿Me extrañaron, perras? — sin saludar a nadie, se lanzó bruscamente en el sillón a un lado de la joven Russo, pasando un brazo sobre sus hombros.

Homer se levantó inmediatamente — Bueno chicos, ha sido suficientemente diversión para este viejo por hoy... nos vemos mañana — tomó su chaqueta, no sin antes dedicarle una mirada a Tayga, levantando las cejas disimuladamente. Al parecer, no era la única que sentía una extraña vibra alrededor de aquel chico.

FAMA, FUEGO Y FANTASMASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora