Una Pesadilla

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El calor era asfixiante.

Podía sentirlo taladrarle hasta los huesos. Sus pulmones pedían auxilio, mientras sus pupilas reflejaban los propios colores del infierno. Las llamas se extendían en todas direcciones, dejándola atrapada en medio de una habitación irreconocible.

Miraba a todos lados, buscando un lugar por donde escapar, cuando sus ojos se toparon con un cuerpo bajo los escombros. Gritó, tratando de llamar su atención, pero no hubo respuesta alguna. No importaba cuantos pasos daba hacía aquella persona, la distancia se hacía cada vez más larga. El fuego empezó a crecer frente a ella, cada objeto que tocaba se prendía en llamas en cuestión de segundos.

— ¡Aléjate! — le gritó la mujer, aún atrapada — ¡No te acerques, monstruo!

Tayga giró la cabeza, esperando encontrar a alguien más, pero al hacerlo solo pudo ver las huellas de sus zapatos quemar el suelo. Entonces, comprendió; Ella era el monstruo. Se miró las manos, viendo como poco a poco se tornaban negras y se desvanecían hechas cenizas.

— ¡Tayga! — Se despertó de golpe, sudando y con el corazón en la boca. Se tocó todo el cuerpo, asegurándose de estar completa — ¿Otra vez? — La chica asintió, respirando profundo para serenarse un poco — Tranquila, solo fue un sueño, todo está bien.

Bunny acarició sus brazos despacio — ¿Qué hora es? — preguntó con la voz adormilada.

— Hora de levantarse, llegarás tarde al trabajo — contestó antes de desaparecer tras la puerta — ¡El agua sigue fría! — le avisó desde afuera.

Vega se quedó estática unos minutos, sentada en la cama, con las manos frente a su cara. No entendía porque tenía tantas pesadillas últimamente. Sus sueños eran tan vividos que constantemente se despertaba preguntándose si aquella era realmente la realidad. Muchas veces ni si quiera podía distinguir entre aquello que era real y lo que solo era una ilusión, y caía en un bucle casi interminable de espejismos y alucinaciones hasta que Lucia lograba despertarla. Sus manos cálidas siempre lograban calmar sus miedos con tan solo rozarle la piel.

Sacudió la cabeza, alejando sus pensamientos y los recuerdos de su reciente sueño. No tenía tiempo para divagar, debía estar lista pronto si no quería llegar tarde al trabajo.

Su mirada estaba borrosa, costándole enfocar los objetos a su alrededor. Algo mareada, se levantó de la cama camino al baño. Abrió la puerta, sintiendo el tacto extrañamente ligero. De inmediato, se dispuso a lavarse la cara un par de veces. No se sentía bien, la habitación le daba vueltas y hacía demasiado calor. Con los ojos cerrados, se aferró con todas sus fuerzas al lavamanos, esperando que el vértigo pasara rápido.

Cuando por fin sintió estabilidad, levantó la mirada para verse al espejo. Un grito de horror se atoró en su garganta, mientras ella se tocaba el rostro desesperada. Su cara estaba desfigurada, quebradiza; Con cada roce, las cenizas caían de sus mejillas, dejando grandes agujeros en su piel. Enloquecida, trató de salir del baño, solo para darse cuenta que la madera de la puerta empezaba prenderse en fuego dibujando las marcas de sus manos sobre ella.

— ¡TAYGA! — Bunny la miró con seriedad desde el borde de la cama — Te quedaste dormida de nuevo...

La castaña miró a todos lados. Seguía en la cama, sudada e inquieta, con las sabanas revueltas y el corazón agitado. Otra vez había caído en aquella horrible trampa.

Esta vez se levantó de una vez, procurando no caer nuevamente en los brazos de Morfeo.

— Ve a darte un baño, el agua ya está caliente — dijo su amiga con dulzura, acariciando sus mejillas.

— Gracias... iré de una vez — contestó calmando su respiración. Sin perder más tiempo, se dispuso a arreglarse.

Tan solo unos minutos después ya estaba poniéndose los zapatos, cuando el timbre sonó llamando su atención. No esperaba visitas, mucho menos a esa hora por lo que se apresuró a abrir la puerta.

FAMA, FUEGO Y FANTASMASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora