Pata de Conejo

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Bunny pudo sentir el momento exacto en el que Tayga había llegado a casa. Las luces de la motocicleta que iluminaban brevemente las ventanas y el sonido del motor apagándose eran inconfundibles. Como si de un terremoto se tratara, sus piernas empezaron a temblar. Sabía lo que se vendría, y lo confirmó cuando la puerta se abrió estruendosamente.

— ¿¡Donde mierda estabas!? — su grito desgarro las paredes, haciéndola encogerse en su sitio.

La figura de su mejor amiga apareció unos segundos después. Decir que estaba molesta sería poco. La castaña apretaba los puños con tanta fuerza que sus nudillos estaban blancos y las venas de su brazo sobresalían sobre su piel. Sus ojos grises la miraban fijamente con ferocidad, y le mostraba los dientes mientras apretaba la mandíbula.

— ¿¡Donde estabas, Lucia!? — repitió, lanzando el casco a algún rincón de la sala.

— ¡Cálmate, por Dios! — dijo con los ojos abiertos, viendo de reojo el casco y la pared donde había chocado.

— ¿¡Cómo quieres que me calme!? — abrió la palma de su mano hacía ella, señalándola — ¡No sabía nada de ti desde ayer!

— Cariño... solo salí a tomarme algo con mis amigas — suavizó su voz, tratando de contagiarla — Te dejé una nota.

— Sí sí, leí la puta nota — le dio la espalda, dando unos pasos para llegar a la cocina y abrir el refrigerador — Genial, ya no hay cervezas — dio un portazo que casi desarma el viejo aparato.

— ¿Vas a destrozar la casa o qué? — le recriminó — Ven, siéntate conmigo...

Tayga respiró profundamente, peinándose el cabello hacia atrás. Klein la esperaba, haciéndole espacio en el sillón y palmeando a su lado, mientras ella se debatía con su orgullo. Sabía que con solo sentarse a su lado, su ira mermaría y no deseaba que así fuera. Sin embargo, también era consciente de que Bunny no tenia la culpa de que su día hubiera sido una mierda. Al menos, no toda.

Arrastró los pies hasta ella, dejándose caer — Te deje varios mensajes y no respondiste... No puedo estar tranquila si no se si estás bien.

— Sabes que no puedo usar el teléfono en el trabajo — le recordó — Apenas llegue a casa, te respondí.

— Pudiste haberlo hecho antes de entrar a trabajar...

— Y tú pudiste avisarme que no ibas a pasar por mi... de nuevo.

La mayor bufó molesta — Vale, ya, ¿esa es tu manera de castigarme?

— ¿Castigarte, Tayga? — giró los ojos — Somos adultas, no tengo que "castigarte", simplemente estaba molesta contigo y necesitaba tiempo a solas.

— Si somos adultas, ¿Por qué huyes cada vez que tenemos un problema? ¿Acaso no podemos sentarnos a hablar como personas maduras? — se palmeo las rodillas, apretando sus muslos para buscar la calma que le hacia falta.

— Quizás sea tu manera de resolver las cosas, pero yo debo tomarme un tiempo antes — reflexionó — No me gustaría hablarte desde el enojo y la rabia, podría herirte sin necesidad.

— ¡Me mata la ansiedad! — exclamó molesta — ¡Tú lo sabes bien!

— ¿Prefieres que tengamos una pelea o algo así? — le preguntó sin mirarla, pasando canal tras canal sin prestar mucha atención.

FAMA, FUEGO Y FANTASMASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora