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Perder a un ser querido es algo que muchos, a lo largo de la vida, deben aceptar y tolerar.

Es un proceso doloroso, pero también puede considerarse parte del crecimiento humano. Es enfrentar la realidad, aprender a valorar el tiempo aprovechado y perdido, y abrirse a nuevas experiencias en el futuro, sin borrar los recuerdos de aquella persona que ya no está para nosotros.

Había pasado mucho tiempo desde la última vez que Estefano había sentido tanto miedo de perder a una persona importante en su vida. Había tratado de ser optimista para poder tener una vida tranquila, trató de olvidar aquellos miedos que muy en lo profundo seguía teniendo, porque para una sociedad conservadora y herida que había sobrevivido a la segunda guerra mundial, no era conveniente verse débil.

Debía comportarse como el hombre que era, sin miedos ni inseguridades, trabajador, risueño, seguro de sí mismo. Tendría que casarse con una mujer de bien que lo hiciera sentirse el hombre más afortunado del mundo, tener hijos, crear una familia y vivir en una linda casa en el campo.

Pero reprimir sus verdaderos sentimientos lo estaba carcomiendo, su mente se deterioraba cada vez más, y siempre tenía miedo.

Esa tarde se sintió la persona más desafortunada y rota, el diagnóstico de su padre no era algo que hubiera esperado ni en sus peores días. El cáncer no era un diagnóstico fácil, asimilarlo era una tortura.

Con mucha suerte y con los medicamentos necesarios podría salvarse al menos unos pocos años más, pero cuando vio el rostro de su padre y no pudo identificar lo que quería transmitir con la mirada, tuvo el presentimiento de que algo estaba terriblemente mal.

—Estefano, hijo mío, hablemos —dijo el señor Norwood desde la sala—. Sabes que necesitamos hablar.

Estefano ni siquiera se creía capaz de mirarlo otro segundo más sin romperse a llorar. Todo estaba pasando demasiado rápido, pero se resignó, y tomó asiento en una de las sillas enfrente de su padre. Tenía una mirada apagada, triste. Tuvo que suspirar varias veces para aguantar las lágrimas que muy pronto saldrían de sus ojos.

—No quiero que te sientas agobiado con todo esto, tarde o temprano sabía que esto sucedería.

—Lo único que no haría es sentirme menos agobiado, papá.

—No es culpa de nadie, lo sabes —el señor Norwood hizo una mueca—. Te lo he dicho muchas veces, la guerra deja marcas. Cuando era uno de los encargados de fabricar los explosivos que necesitaríamos en el campo de batalla, muchos de nosotros nos expusimos a muchos productos químicos peligrosos para la salud. A estas alturas, me sorprende que no hubiera tenido cáncer años antes.

—Papá —dijo con tono de reproche.

—Esto es una realidad, muchas personas mueren por lo mismo cada día entre todo el año. Es nuestra condena por participar en actos tan atroces.

Estefano no sabía qué decir al respecto. Por una parte, su padre tenía razón en lo que decía, lo cual solo hacía que su pecho se oprimiera más de lo debido. El señor Norwood no le quitaba los ojos de encima.

—Quizá sobreviva unos años más —prosiguió el mayor.

—Quiero que vivas lo suficiente, sin tener el tiempo contado por una enfermedad.

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⏰ Última actualización: Nov 23, 2024 ⏰

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