Afterstory 2: Dupla

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Yo sé, yo sé, han pasado 84 años, pero les dije en mi última historia que esta era el fic que iba a continuar, y eso es lo que haré, porque algo me inspiró recientemente, además quiero terminar con todas las historias que dejé por la mitad.

Espero lograrlo y espero que esto te guste, si no conoces el fic, te aconsejo que le des una oportunidad.

Afterstory: El final de nuestra historia

Parte 2: Dupla.

Miku recuerda ese día muy bien, más bien, fue una tarde. Llevaba mucho tiempo en el piano, leyendo y releyendo la letra, tratando de encontrar el tempo correcto, la escala correcta, la secuencia correcta, pero nada parecía encajar bien.

Esto era muy complicado, componer música era una hazaña; una que realmente quería lograr.

«Esta letra... Tampoco entiendo de qué trata, pero habla de encontrarse en algún lugar especial con alguien especial, supongo que es su pareja... Pero podría ser un familiar o hasta un amigo».

Miku puso sus codos en las teclas del piano y recargó su cabeza en sus manos, suspiró derrotada y su gesto hizo sonar su piano desentonadamente.

«¿Es una canción triste? ¿Es melancólica? ¿Es de amor o de una despedida? ¿Qué tono es el correcto?» Muchas ideas y sensaciones despertaron esta letra en ella, pero el llevarla en la dirección correcta era una tarea que se le asignó, además, ella cantaría esta canción, ¿cómo lo haría si no la entendía primero?

—Supongo que algo lento será muy bueno...

Miku decidió que la canción era de tristeza, así que un tono lento y tal vez hasta un poco oscuro estaría bien. Por lo que empezó a tocar y a cantar con una voz herida, pero fuerte y con muchos sostenidos en su interpretación.

Mientras ella hacía sus pruebas, Satou la escuchaba a lo lejos, su piano y voz siempre se escuchaban por la mansión cuando practicaba, pues hacía hasta eco. El tema era uno lento, pero desgarrador, incluso así, su esposa lo estaba haciendo muy bien a su parecer.

Satou estaba limpiando unas cosas de un cuarto pequeño que estaba lleno de cajas y cosas de limpieza. Era como una bodega, las sirvientas tenían mucho acceso ahí, pero no era por los instrumentos de limpieza, sino porque había cajas que eran suyas, con sus pertenencias.

«Miku está cantando diferente a lo normal... Y su piano es lento y sombrío...»

Era su esposa, pero también su idol favorita y la admiraba. Incluso después de tantos años, seguía siendo la mejor para él y era genial poder escucharla en sus ensayos privados; muchas veces podía estar ahí como espectador y para apoyarla, pero muchas veces, Miku pedía soledad para su creatividad y él lo aceptaba.

Siempre podía escucharla mientras estaba trabajando o simplemente tomando un descanso. Se sentía muy afortunado por eso.

«Parece que está logrando lo que quería, no se ha detenido». Sonrió por el éxito de su idol y siguió con su trabajo, acompañado de una pieza triste y sombría, una que no lo ponía precisamente de buen humor.

En plena búsqueda entre sus cosas viejas de su adolescencia y con una canción triste de fondo, era una rara combinación, pero Satou era feliz por escuchar a Miku

Sin embargo, se olvidó de lo que estaba buscando cuando vio un instrumento conocido, muy conocido por él.

—¡Es mi flauta! La que me regaló Kannazuki.

La tomó y estaba completamente empolvada, era una flauta transversal de un tono muy metálico, despojado de su brillo por el polvo y por los años.

—No sabía que estaba aquí... Creí que la había dejado en el departamento, pero ahí nunca la encontré...

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