CAPÍTULO 4. EL CÓDICE DE LOS CONDENADOS

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Mis pasos resonaban en la penumbra del antiguo castillo mientras exploraba las estancias polvorientas. Un destello entre sombras llamó mi atención, revelando un libro encuadernado en cuero en un rincón olvidado. Al abrir sus páginas amarillentas, me encontré con un códice ancestral que llevaba consigo siglos de secretos y revelaciones.

La firma en el tomo, Abraham Van Helsing, un erudito neerlandés versado en medicina, filosofía y letras, daba peso a las palabras impresas en las páginas. El códice no solo detallaba la vida del sabio Van Helsing, sino que también exploraba sus descubrimientos sobre la naturaleza vampírica y las criaturas de la noche.

Entre las líneas, las advertencias resonaban como un eco distante. Un ritual oscuro, meticulosamente descrito por Van Helsing, emergía como una amenaza latente. El mal que podría ser desatado por dicho rito se insinuaba en las sombras de lo inimaginable.

El códice se convertía en un testimonio de la eterna lucha entre la luz y la oscuridad, guiándome a través de los senderos de la inmortalidad. Las palabras de Van Helsing se entrelazaban con mi propia existencia, revelando conexiones que trascendían las barreras del tiempo.

Mis dedos recorrían las páginas con reverencia. Los secretos ancestrales, meticulosamente registrados, se desplegaban como un mapa en la búsqueda de respuestas. La lucha de Van Helsing contra el mal encarnado por Drácula resonaba en cada palabra escrita, marcando un sendero que yo, Alucard, estaba destinado a seguir.

Con el códice en mis manos, me sumergí en las profundidades de la sabiduría de Van Helsing. Los orígenes de mi linaje se desvelaban, y la conexión con el oscuro legado que compartía con Mi Padre tomaba forma. La batalla entre cazadores y criaturas de la noche se plasmaba en las páginas, como un recordatorio constante de la dualidad que yacía en mi ser.

En las sombras del castillo, el códice se convertía en mi faro de conocimiento. Pero también representaba una advertencia, un recordatorio de que incluso el saber más profundo podía ser un arma de doble filo. Las páginas, llenas de antiguos misterios, me instaban a ejercer con cautela los dones de la inmortalidad que me fueron otorgados.

Así, con el Códice de los Condenados como compañero en mi travesía, me preparé para enfrentar los desafíos que la eternidad aún tenía reservados. La noche en Valaquia seguía su danza eterna, y yo, avanzaba con el legado de Van Helsing entre mis manos inmortales. La búsqueda de respuestas se intensificaba, y cada página del códice se convertía en un portal hacia la verdad oculta en las sombras.

***

El códice en mis manos se convertía en un compendio de conocimientos ancestrales, un testigo silente de las luchas que habían marcado los siglos. Cada palabra escrita por la pluma de Van Helsing resonaba como un eco lejano, revelando las complejidades de la existencia inmortal.

Con el códice como guía, mis pasos me llevaron más profundo en el corazón del castillo. Las sombras danzaban en las paredes mientras me adentraba en estancias olvidadas por el tiempo. Entre polvo y susurros antiguos, descubrí una sala oculta, iluminada solo por la luz titilante de las velas.

En el centro de la sala reposaba un altar de piedra, adornado con símbolos oscuros y antiguos. El códice vibraba en mis manos, como si reconociera la presencia de un poder ancestral. Al colocarlo sobre el altar, una luz tenue llenó la habitación, revelando inscripciones grabadas en las paredes que hablaban de un ritual perdido en las sombras del tiempo.

Las páginas del códice se abrían por sí solas, revelando ilustraciones detalladas del ritual oscuro. En la penumbra, comencé a comprender la magnitud de lo que se avecinaba. La liberación de un mal inimaginable estaba entrelazada con las acciones de aquellos que buscaban el poder más allá de la comprensión humana.

Alucard: El Legado OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora