CAPÍTULO 2. EL PACTO CON LAS BESTIAS

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Las pistas llevaban mis pasos hasta las altas montañas, donde un antiguo monasterio se alzaba como un guardián silente de secretos enterrados en la nieve eterna. El viento susurraba antiguas leyendas mientras las sombras se alargaban, marcando mi llegada a este rincón olvidado de Valaquia.

Las puertas del monasterio crujieron al abrirse, como si la estructura misma respondiera al llamado de lo sobrenatural. Entre pilares de piedra desgastada, la oscuridad se volvía cómplice de la historia que aguardaba ser revelada. Mis ojos carmesíes exploraban cada rincón, buscando respuestas que yacían ocultas entre los suspiros del viento.

En el corazón del monasterio, me encontré con Verona, una figura envuelta en misterio y con el eco de la eternidad en su mirada. La bruja, con secretos ancestrales entretejidos en su ser, se alzó como un faro en la penumbra.

—Alucard—, murmuró su voz, cargada de la sabiduría de siglos. —Te he estado esperando—.

Los hilos del destino se entretejían en la habitación, y el aire vibraba con la revelación inminente. Verona, la madre que la historia había olvidado, desentrañó los hilos del pasado que se enredaban en mi existencia.

—Bram no está perdido en la oscuridad, hijo mío—, susurró, y la verdad resonó en sus palabras. —Quincy Morris lo degolló, pero mi intento de resucitarlo resultó en nuestro exilio de la comuna vampírica. Nos separamos en las tierras de Valaquia, cada uno llevando una carga que solo el tiempo podría aliviar—.

Las sombras del pasado se alzaron como fantasmas en la penumbra del monasterio. El destino de Bram y el mío se entrelazaba con una tragedia ancestral. El viento susurraba la historia de un exilio que marcó el inicio de mi propia odisea.

***

Verona, la bruja cuyos ojos reflejaban la oscuridad y la sabiduría entrelazadas, guiaba mi mirada hacia las sombras de la historia. En el silencio del monasterio, sus palabras resonaban como ecos lejanos de un pasado que la noche aún no había revelado por completo.

—Bram no camina solo en las sombras, Alucard—, continuó Verona, su voz serpenteando en el aire. —Quincy Morris, con la hoja afilada de la traición, cortó el hilo de su existencia. Pero mi intento de devolverle la vida nos condenó al exilio. Valaquia nos recibió como amante despiadada, separándonos en sus vastas tierras—.

Las paredes del monasterio parecían retener susurros, como si la piedra misma guardara la memoria de la tragedia. El destino de Bram se entrelazaba con el mío, y Valaquia se alzaba como el escenario de esta tragedia inmortal.

Verona, la madre que nunca conocí en vida, continuaba con la narrativa de nuestra separación. —Bram y yo nos distanciamos en esta tierra sombría, cada uno llevando las cicatrices de nuestra caída. Pero, hijo mío, nuestras almas están conectadas por la oscuridad y la sangre. Tu misión va más allá de la caza, es la redención que anhela el tiempo—.

El monasterio parecía exhalar un suspiro antiguo mientras las revelaciones se desplegaban. La verdad, cruel y liberadora, se manifestaba como un pacto ancestral. Mi búsqueda ahora trascendía y se sumergía en las profundidades de la historia, donde los lazos sanguíneos se entrelazaban con los secretos de la eternidad.

En las montañas de Valaquia, entre las paredes de piedra que guardaban el eco de nuestro exilio, Alucard se encontraba en el corazón del pacto de las bestias, donde la verdad yacía en la convergencia de sangres malditas.

***

Los secretos de Valaquia se abrían ante mí, como páginas de un libro antiguo desplegándose con la promesa de respuestas. La bruja Verona, madre y portadora de una verdad enterrada en las cenizas de la traición, se alzaba como la guardiana de un legado oscuro.

—Alucard—, susurró Verona, su mirada fija en mi rostro inmortal. —En Valaquia, la tierra que nos acogió y luego nos desterró, Bram y tú llevan la carga de una historia que se teje con hilos de fuego y sombras. El destino los separó, pero la oscuridad que los une es más fuerte que las distancias terrenales—.

El monasterio parecía resonar con el eco de nuestras palabras, como si las piedras mismas fueran testigos de una verdad que la noche guardaba celosamente. En la penumbra, mi mente absorbía la narrativa de un pacto que iba más allá, un pacto que vinculaba nuestras almas en una danza eterna.

—Quincy Morris se convirtió en el verdugo de Bram—, continuó Verona, su voz adquiriendo un tono melancólico. —Valaquia nos recibió con sus sombras y susurros, y en ese exilio, Bram y tú tomaron caminos divergentes. Pero la sangre no se olvida, y en la oscuridad, vuestras almas siguen entrelazadas—.

Las palabras de Verona resonaban como un conjuro ancestral. Valaquia, con sus montañas que susurraban leyendas y sus bosques que ocultaban secretos, se convertía en el escenario de mi próxima búsqueda. La conexión con Bram se volvía más profunda, más intrincada, como un lazo que el tiempo y la traición no podían romper.

En las sombras de Valaquia, Alucard se adentraba en un pacto que trascendía la caza y se convertía en la búsqueda de una redención ancestral. El legado oscuro se desplegaba, revelando sus secretos con cada paso en la tierra que una vez nos acogió y luego nos desterró.

***

Valaquia, tierra de sombras y secretos, me envolvía como un manto oscuro mientras Verona desentrañaba la tragedia de Bram y la mía. Las montañas testigos de nuestro exilio parecían albergar susurros ancestrales, como eco de una historia que resonaba en cada rincón de esta tierra antigua.

—Alucard, en Valaquia la verdad está tejida en el tejido mismo de la noche—, dijo Verona, sus ojos reflejando la carga de los siglos. —Bram fue arrebatado por Quincy Morris, su sangre derramada en la tierra que nos acogió. En mi intento de traerlo de vuelta, sellamos nuestro destino y fuimos exiliados—.

Las palabras de Verona resonaban en el aire, como un conjuro que despertaba la memoria de las montañas y los valles. La conexión con Bram, ahora más clara, marcaba mi búsqueda con un propósito que trascendía la venganza y se sumergía en la redención.

—Valaquia es el lazo que une nuestras historias, hijo mío—, continuó Verona. —Bram y tú tomaron caminos separados en esta tierra, donde las sombras ocultan verdades y los susurros de la noche revelan pactos prohibidos. Tu búsqueda te llevará a lugares donde la realidad se desvanece y la leyenda se entrelaza con el presente—.

El monasterio, con sus paredes testigo y su historia grabada en cada piedra, se desvanecía a medida que me sumergía en el paisaje oscuro de Valaquia. La búsqueda de Bram, ahora imbuida de la carga del exilio y el pacto, se convertía en un viaje hacia la esencia misma de la oscuridad.

Las montañas de Valaquia se alzaban como guardianes silenciosos de secretos ancestrales. En esta tierra de sombras y misterios, Alucard se adentraba en el siguiente acto del pacto de las bestias, donde la verdad y la redención aguardaban entre los susurros de las antiguas leyendas.

Alucard: El Legado OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora