CAPÍTULO 8. EL PACTO DE SANGRE [1ra Parte]

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El viento gélido de Whitby siseaba entre las rocas mientras me adentraba en el corazón de la noche, en busca de respuestas que parecían esquivas como las sombras que danzaban a mi alrededor. La presencia de Abraham Van Helsing y John Seward, como espectros del pasado, despertaba un torbellino de emociones dentro de mí.

Nos encontramos en el lugar donde los destinos se entrelazaban, la majestuosa Iglesia de Santa María en Whitby, donde los secretos ancestrales y las fuerzas oscuras se alzaban desde las profundidades de la tierra. En la penumbra de la abadía, la luz de la luna arrojaba destellos plateados sobre las piedras antiguas, revelando una verdad que aguardaba ser desvelada.

Van Helsing, con su mirada penetrante y su presencia imponente, era un faro de sabiduría en la oscuridad. Su conocimiento de lo sobrenatural rivalizaba con las sombras que acechaban en la noche, y su determinación era un eco lejano de la mía propia.

Seward, con su juventud y su fervor por descubrir la verdad, era un aliado inesperado en esta batalla contra las fuerzas del mal. Su conexión con Renfield y su comprensión de la mente humana ofrecían una perspectiva única en nuestro viaje hacia lo desconocido.

Entre susurros y sombras, nos reunimos para enfrentar el desafío que se extendía ante nosotros: el pacto de sangre que prometía la liberación de Bram, pero a un costo insondable. La oscuridad parecía palpitar a nuestro alrededor, como un testigo silente de la elección que debía hacer.

En la quietud de la noche, el peso de la decisión se posaba sobre mis hombros. Sacrificar mi humanidad por la salvación de mi mentor era una oferta tentadora, pero ¿a qué precio? ¿Podría enfrentar las consecuencias de un acto tan oscuro, incluso en nombre del amor y la lealtad?

Las estrellas titilaban en el firmamento, como centinelas silenciosos de nuestra reunión en la penumbra. El destino aguardaba en la encrucijada de nuestros caminos, y yo, debía decidir si estaba dispuesto a adentrarme en las sombras más profundas en busca de redención o perdición.

***

Nos sumergimos en un diálogo profundo, donde las palabras eran como flechas lanzadas en la oscuridad, en busca de un blanco desconocido. Van Helsing, con su voz firme y su conocimiento antiguo, instaba a la cautela y la sabiduría en nuestros actos. Sus ojos brillaban con una determinación que irradiaba confianza en medio de la incertidumbre.

—Alucard, hijo mío—, comenzó Van Helsing con solemnidad, —la senda que elegimos puede llevarnos a la salvación o a la perdición. Debemos ser cautos en nuestros pasos y considerar las consecuencias de nuestros actos. La oscuridad acecha en cada rincón, y solo con la luz de la verdad podremos encontrar el camino hacia la redención—.

Asentí con solemnidad, sintiendo el peso de sus palabras resonar en mi interior. La sombra del pasado se cernía sobre nosotros, recordándonos las batallas que habíamos librado y las pérdidas que habíamos sufrido en el camino hacia la luz.

Seward, con su mirada inquisitiva y su mente analítica, aportaba una perspectiva diferente a nuestra discusión. —No podemos ignorar el poder del ritual que nos espera—, dijo con voz firme. —Pero tampoco podemos subestimar las consecuencias de desatar fuerzas que escapan a nuestro control. Debemos proceder con precaución y considerar todas las opciones antes de tomar una decisión—.

La noche se extendía ante nosotros como un lienzo en blanco, esperando ser llenado con los trazos de nuestro destino. En la quietud de la abadía, nuestras voces resonaban como un eco en la eternidad, mientras debatíamos el curso de nuestras acciones y el precio que estábamos dispuestos a pagar por la libertad de Bram.

Entre la luz de las estrellas y las sombras de la noche, nos enfrentamos al dilema que se extendía ante nosotros. El pacto de sangre ofrecía una oportunidad para la salvación, pero también planteaba un peligro inminente. En nuestras manos descansaba el destino de nuestro mentor y el curso de nuestras propias vidas inmortales.

Nos sumergimos en un silencio reflexivo, donde cada palabra pesaba como una piedra en el estanque de nuestras conciencias. El tiempo se deslizaba en la penumbra, marcando el compás de nuestras decisiones y el camino que nos llevaría hacia el amanecer o la eterna oscuridad.

***

Van Helsing, con su mirada aguda y penetrante, escudriñaba cada rincón con una atención meticulosa. Sus ojos, cargados de conocimiento, parecían ver más allá de lo visible, detectando las sombras que se ocultaban en los rincones.

—Recuerdo mi encuentro con Lucy—, comenzó Van Helsing, su voz resonando con el peso de los recuerdos. —Sus ojos, una vez llenos de vida y alegría, ahora reflejaban la oscuridad que la consumía desde dentro. Fue un encuentro desgarrador, verla luchar contra la maldición que la había transformado en un espectro de su antiguo yo—.

Seward, al escuchar el nombre de su amada, cambió su semblante firme por uno de angustia y dolor. Sus ojos se llenaron de lágrimas contenidas, su corazón latiendo al ritmo de los recuerdos que inundaban su mente.

—Lucy...—, susurró, con la voz entrecortada por la emoción. —Mi amada Lucy... Verla sufrir fue un tormento que aún resuena en mi alma. Daría cualquier cosa por volver a verla sonreír, por liberarla de la oscuridad que la consumió hasta el final—.

El dolor se reflejaba en cada palabra, en cada gesto de Seward, quien luchaba por contener el torrente de emociones que amenazaba con desbordarse. La pérdida de Lucy había dejado una herida profunda en su corazón, una cicatriz que nunca sanaría por completo.

Entre los tres, nos enfrentamos al peso de nuestras propias tragedias, al precio que habíamos pagado por nuestras elecciones y los sacrificios que estábamos dispuestos a hacer en nombre de la redención. En la penumbra de la abadía, nuestros corazones latían al unísono, unidos por el lazo indestructible del amor y el deber.

De repente, Van Helsing se detuvo, su mirada fija en un punto detrás de Alucard. Un destello de sorpresa cruzó su rostro, seguido de un leve recelo. ¿Qué secreto guardaba aquel encuentro entre Alucard y Lucy que escapaba a nuestra comprensión? Las sombras se cerraban a nuestro alrededor, envolviéndonos en un manto de incertidumbre y misterio.

Van Helsing se acercó a Alucard con cautela, sus ojos escrutadores buscaban respuestas en el rostro del enigmático vampiro.

—Alucard—, comenzó Van Helsing con solemnidad, —he presenciado tu encuentro con Lucy en aquel baile. Una conexión inesperada, que plantea preguntas sobre tu papel en esta lucha contra las sombras que nos acechan—.

Alucard sostuvo la mirada de Van Helsing con calma, su presencia imponente no mostraba signos de debilidad o duda. —Mi encuentro con Lucy fue fortuito—, respondió con voz firme. —No estaba preparado para enfrentarme a su sombra, pero su presencia despertó memorias que creía olvidadas—.

Seward observaba la escena con una mezcla de impresión y confusión. Por un lado, la aparición de Alucard junto a Lucy despertaba sospechas y temores en su corazón, pero por otro, la tranquilidad y la determinación del vampiro lo hacían dudar de sus propias percepciones.

—Alucard, tu presencia aquí, en este momento crucial, plantea interrogantes sobre tu lealtad y tus intenciones—, continuó Van Helsing, sin apartar la mirada del rostro inescrutable de Alucard. —¿Estás realmente del lado de la luz, o eres solo un cazador en busca de sus propios fines?—.

Alucard permaneció en silencio por un momento, como si estuviera sopesando sus palabras con cuidado. —Mi lealtad y mis intenciones son claras—, respondió finalmente. —Estoy aquí para enfrentar al mal que amenaza con consumirnos a todos, incluido yo mismo. No busco la redención, pero tampoco permitiré que la oscuridad prevalezca—.

La respuesta de Alucard resonó en el aire, dejando un eco de incertidumbre y determinación. Seward, aún indeciso sobre cómo interpretar las palabras y acciones del vampiro, se encontraba atrapado en un torbellino de emociones contradictorias.

El destino de todos nosotros, enredado en los hilos del pasado y el presente, pendía de un hilo. En la penumbra, nos enfrentábamos a nuestras propias sombras, dispuestos a luchar por la luz que aún brillaba en lo más profundo de nuestras almas atormentadas.

Alucard: El Legado OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora