No dejaba de ser un puto torbellino lleno de caos. Una tormenta imperfecta.
Podría haber ido detrás de ella, pero eso era un grave error. Estaba seguro de que sería capaz de tirarme algo a la cabeza (algo que ha hecho en infinidad de ocasiones para ser exactos) o mandar a alguno de sus shikigamis a atacarme, y aunque podría deshacerme de ellos, eso sólo la enfurecería más. Así que simplemente volví a la barca mientras pensaba en todo lo que había sucedido.
Podía entender que se enfadase, dije cosas de las que no me siento orgulloso porque he puesto en duda su valía, pero vaya, ella no se ha quedado atrás en ningún momento. Sabía de sobra que no era el mismo que hace tres años, pero no lo tenía todo tampoco, como ella dice. Nunca renuncié a esos sueños que tenía de crío, sólo han cambiado y ahora mi objetivo era que padre fuese el Rey de los Piratas, y no yo. Ya no me interesaba eso, pero a lo mejor, ella empezaba a no sentirse interesada por la versión que era yo ahora, a lo mejor se ha quedado anclada en una imagen de mí que ya no existe y posiblemente nunca vuelva.
Pero... quitando todo eso, me parecía increíble que ni siquiera haya pensado dos veces en que todo lo que vimos en esa cabaña era raro, pero raro de cojones. Me encantaría pensar que ella y Luffy podrían liberar Wano y cualquier país que ellos se propusiesen, es más, seguro que si esa situación se diese aquí, podría ayudar a este reino y ponerlo bajo la custodia de padre... Pero es que lo de Wano era algo completamente imposible. Si Kaido se enterase de algo así, no dudaría en eliminar a todos los que salen ahí, sin remordimientos y más a nombres que todavía no han sonado tanto. Estaba bastante convencido de que hay alguien que está buscando a esta nueva generación. Los nombres que salían eran de los piratas novatos más peligrosos. Y existía un problema potencial en todo eso, si no eres capaz de verlo te ayudo... Los nombres de Luffy y Liz estaban ahí. Pero ahora mismo tengo que pensar las cosas con frialdad, con la frialdad de alguien que es el segundo comandante de una tripulación pirata.
El barco estaba jodidamente en silencio y hacía mucho tiempo que no lo escuchaba, es que ni siquiera cuando estaba dormida Liz era capaz de callarse. Sabía que la pelea se le iba a pasar, pero no soportaba discutir con ella, porque era difícil sentir que la alejaba de mí. Por eso le regalé la flor cuando me fui, porque necesitaba que ambos pudiesemos encontrar un camino juntos.
—Eres tonto Ace —murmuré antes de suspirar con fuerza—. No seas un cobarde y vete a buscarla, porque sabes que esto sólo puede solucionarse así.
Quizás pareciese un loco hablando solo, pero era algo que siempre hice. Volví a bajar del barco y empecé a recorrer la playa. A lo lejos, por fin visualicé una sombra. Era un anciano que se encontraba pescando, completamente concentrado en su tarea. Quizás, pudiese preguntar por Kurohige antes de volver con Lizzie.
