1. PRIMER ACERCAMIENTO

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Renjun se despertó algo inquieto, era su primer día en el instituto nuevo y, como era costumbre, sabía que sería el centro de atención, masacrado con preguntas y devorado por las miradas de todos.

Como todas las mañanas, se había despertado cuando el mundo aún dormía. Se vistió con ropa deportiva  y salió a correr. Pasada una hora, llegó a casa aún con sus padres dormidos.

Subió al segundo piso y se encerró en el baño, abrió el grifo de la ducha, se desnudó dejando la ropa en el cesto y se metió bajo el agua aún
templada, a medida que se calentaba el agua más se relajaba.

Como todo adolescente de hormonas alteradas, Renjun sintió la excitación recorrerle el cuerpo.

Bajo el caudal, como si la lluvia lo empapara, acarició la erección aún con la mano llena de jabón y se dio placer hasta llegar al orgasmo, ya desahogado, salió y secó su cuerpo, cuidado y esculpido, con una toalla.

Con desgana secó su pelo; fino, liso y de un castaño oscuro brillante. Entornó sus ojos color chocolate, fijando la vista, percatándose de que ya le tocaba cortar.

—¡Renjun, el desayuno! —dijo su madre desde la planta baja.

El joven, a sus dieciséis años, mostraba cada día menos entusiasmo por la vida. Cansado de
mudarse por el trabajo de su padre, no deseaba encariñarse con nadie ni nada, sabiendo que, tarde o temprano, se trasladarían de nuevo.

Se vistió con prisas; unos jeans, una camiseta de manga larga clara, otra más oscura de manga corta encima y unos tenis era el atuendo habitual del joven. Bajó los escalones al trote y se sentó en la mesa de la cocina sin decir una palabra.

No miró ni a su padre, ni a , su madre.

Renjun no se daba cuenta, pero se parecía mucho a su madre; rostro suave, ojos almendrados, pelo color castaño... De su padre heredó el carácter seco, el color de ojos y un buen físico.

—Buenos días, hijo — exclamó su padre, que se encontraba sentado frente a él, leyendo el periódico con indiferencia.

—Buenos días —contestó sin energía.

Su madre le puso el planto delante; huevos revueltos con un par de tostadas y un par de tiras de tocino crujientes. Luego colocó la jarra con el jugo en medio de la pequeña mesa redonda, por último le tendió a su marido una taza de café, llevando consigo la suya.

— Buen provecho, hijo —le dijo con una tierna sonrisa, gesto que Renjun no le devolvió. ¿Lo tienes todo listo para el nuevo día? — prosiguió intentando ser amable y sonar animada, sabiendo que su hijo no sentía emoción por la situación.

—Sí.

—Luego iré a recogerte y, si te apetece, podemos ir a cenar fuera; con la mudanza y el trabajo no tengo muchas ganas de cocinar estos días.

—Me da igual — No apartó la mirada del plato, deseando que el día llegara pronto a su fin.

Sus padres se miraron sin saber qué hacer o decir. Hablaron entre ellos, dejando al joven tranquilo con sus pensamientos, puesto que, con cada mudanza, ya quedaba poco, o nada, por decir.

Minutos después, Jia se estacionó frente a la entrada principal del instituto.

—Si necesitas algo o...

—Ya sé cuidarme —interrumpió Renjun.

— No es más que otro instituto — dijo antes de bajar del automóvil.

—Que tengas un buen día — suspiró la mujer, aunque la puerta ya estaba cerrada.

Renjun sabía bien lo que le esperaba: una absurda presentación, bromas de los «simpáticos» de la clase, preguntas y más preguntas y la incomodidad de comer solo en el comedor siendo el nuevo.

ATÍPICO amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora