3. DEJARSE LLEVAR

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— Renjun — dijo una voz conocida alargando con burla el nombre. Procedía del exterior de la ventana.

—¿Qué carajo...? ¿Cómo has llegado a mi habitación?

—Tenías ganas de verte —indicó entrando.

—¿De qué hablas? Vete.

—¿No te gusta mi compañía? — Jeno se acercó con su habitual arrogancia—No hay nadie más en la casa, ¿verdad?

—Esto ya es demasiado. ¡Eres un acosador!

—¿Cómo no serlo? Eres el único que ha logrado agradarme pese a ser un insolente, quizá es por eso que me gustas —Acorraló a Renjun contra el escritorio —¿Qué debería hacer contigo?

Renjun intentó apartarlo pero la fuerza de Jeno lo impedía.

—¿De qué demonios hablas?— exclamó ruborizado— Apártate —susurró nervioso.

Su corazón latía con mucha fuerza. El calor de su cuerpo era insoportable y el aire le entraba a la fuerza. Sentía tan cerca a Jeno...; la presión entre sus brazos, su aliento con olor a tabaco , la erección bajo su pantalón...

—Ya sabes de que hablo; quiero echarte un polvo —gruñó lascivo.

Los carnosos labios de Jeno besaron el cuello del solemne Renjun, que no podía mover un solo músculo. De su garganta nacían sutiles gemidos, que, con cada beso, más intensos se hacían.

—Jeno...

—Me pone oírte así de caliente diciendo mi nombre —susurró a su oído. Tomo la cara de Renjun y lo miró con lujuria.

—Esa expresión... mm... es demasiado... — Y, perdido en el deseo, lo besó con intensidad, introduciendo la lengua en su boca, apretando cuerpo con cuerpo.

—Vas a ser todo mío.

Renjun se despertó de sopetón al oír un estruendo desde el piso inferior; unas ollas habían caído al suelo.

—¡Me cago en...! Era un puto sueño. Gracias, mamá, me salvaste del desastre — gruñó alterado. Aún creía sentir el calor de Jeno, su olor y su dura entrepierna.

—Hombre, estás muy mal — bufó reprochándose el sueño sin entender el motivo de semejante visión.

Se incorporó sintiendo el cuerpo pesado, notando como la excitación seguía visible bajo su ropa interior. Miró la puerta del baño pensando en aliviarse en la ducha, luego pensó que no debía hacerlo, que ese sueño era desagradable por haber sido Jeno el que aparecía.

—¡A la mierda! — exclamó poniéndose en pie, encaminándose decidido a la ducha, se desvistió con prisas y se metió bajo el agua.

Mientras pensaba en lo que había soñado, en lo excitante que había sido verse acorralado y agarrado fuertemente por los brazos de Jeno, cerró los ojos y dejó que su imaginación dominara cada caricia de su mano sobre su miembro erecto, como era fin de semana, se tomó el tiempo y disfrutó con calma. Cuando quedó satisfecho, inquieto y avergonzado, se dispuso a bajar a desayunar.

Jia se encontraba en la cocina, terminando de preparar unos pancakes.

—Buenos días, hijo —exclamó con energía y una sonrisa.

—Buenos días. Se sentó con desgana, aún sumido en sus pensamientos.

—Siento si te he despertado.

—No importa. «Podrías haberme despertado antes, la verdad».

—No has salido a correr, ¿ocurre algo?

ATÍPICO amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora