03 ╹Intercambio sexual╻

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Tras varias semanas desde el robo, Ámber se mostraba tranquila al respecto.

Si nadie la había pillado aún, y Adán se quedaba calladito, nadie sabría acerca de su pequeña desobediencia.

Durante la noche, el ángel estaba en su habitación, leyendo. Había encontrado un nuevo y magnífico entretenimiento. Ya no sólo se dedicaba a observar a los humanos o escuchar las anécdotas de Adán.

A pesar de eso, la lectura era casi siempre la misma. Los humanos estaban demasiado lejos de saber leer o escribir, con lo cual los únicos libros que habían eran relatos acerca de Dios o historias contadas por ángeles.

De repente, un par de golpes en su puerta la sobresaltaron. Dejó su libro en una mesita junto a su cama, y se levantó a abrir la puerta.

Fuera, Adán estaba esperando con los brazos cruzados y una pequeña sonrisa.

— ¿Qué haces aquí a estas horas?

Ámber lo miró con desconfianza, alzando una ceja.

— Vengo a cobrar mi premio... Debes cumplir con tu parte del trato.

Ámber se tensó, notando como su cara se calentaba. Miró hacia otro lado, nerviosa, y dejó que Adán entrase a su cuarto.

El hombre observó curioso a su alrededor, y luego se sentó en un puff acolchado.

— Cuando estés lista, preciosa.

Ámber cerró la puerta con pestillo, y suspiró resignada antes de girarse y acercarse a Adán.

Agradeció traer puesto un camisón bonito, de color rosa claro, que le sentaba muy bien. No quería tener un mal aspecto ante él. Ante nadie en realidad.

— Bueno... Espero que lo disfrutes.

Ámber se amarró el pelo en una coleta, se agachó ante Adán y miró nerviosa su entrepierna.

— Adelante, no seas tímida.

Ámber, con manos algo temblorosas debido a los nervios, levantó la túnica del contrario. A continuación bajó los pantalones negros y la ropa interior.

Adán ya tenía una notable erección, y Ámber se preguntó si por ese motivo era por el que había decidido ir a verla. ¿Por qué estaría así en ese momento?

El ángel trató de no pensar en ello, y tras mirar unos segundos a los ojos amarillos de Adán, este le sonrió con confianza.

Ámber agarró el pene del hombre por la parte baja, nerviosa. Era la primera vez que hacía algo así.

Primero introdujo sólo la punta en su boca, lamiendo con cuidado. Un suspiro por parte de Adán le indicó que lo estaba haciendo bien.

Poco a poco fue metiendo más longitud del pene, aunque nunca entero, era demasiado grande para ella.

Iba lamiendo y chupando, y se dio cuenta de que si llevaba un ritmo constante de sube y baja, Adán soltaba pequeños gemidos, indicando que le gustaba así.

— Vamos, continúa, preciosa... Lo haces muy bien.

Ámber debía admitir que no le desagradaba tanto aquel acto, y que las palabras de Adán le gustaban, le alentaban a seguir lamiendo, a seguir chupando.

Tras varios minutos de constante movimiento, Adán terminó eyaculando en la boca de Ámber.

— Joder... Mierda, qué buena eres.

Ámber tragó el semen, sintiendo un gusto por este. No había saboreado nada igual antes.

Adán se acomodó la ropa de nuevo, y suspiró satisfecho.

Buena chica, Ámber.

Acarició la mejilla del ángel, con ojos brillantes.

Ámber sonrió, contenta con su trabajo. Al final no había sido tan malo.

En el cielo estaba prohibido beber o consumir drogas, ya que estaba considerado pecado.

Sin embargo, algunos ángeles tenían sus recursos, y había hidromiel suficiente como para emborrachar al alma más pura del cielo.

Ámber se encontraba sentada en el suelo de la habitación de Adán. Ambos se habían vuelto medianamente cercanos, y por las noches, cuando nadie más veía, incluso parecían llevarse bien.

— Ya estoy aquí, zorra.

Adán hizo acto de presencia, sacando de su túnica dos botellas de hidromiel.

Ámber frunció el ceño.

— Te he dicho miles de veces que no me llames así, idiota.

Adán rió divertido, sentándose junto a ella.

— Deja de lloriquear como una puta y ten, prueba esto.

Ámber agarró una de las botellas con desconfianza.

— Nunca dije que sí a lo de beber alcohol.

Adán soltó un suspiro, y se encogió de hombros.

— Haz lo que quieras, nena. Pero te aseguro que nunca tendrás una oportunidad como esta antes.

Ámber dudó un momento antes de sacar el corcho con magia y beber un trago.

— Creo que ya has bebido bastante, maldita borracha...

Ámber soltó una carcajada, tratando de quitarle la botella de hidromiel a Adán.

— Oh, vamos, rey de las pollas, déjame disfrutar un poco más.

Ámber se tiró encima del hombre, quedando sentada sobre él.

— Adán... Déjame beber un poquito más...

Adán, por su parte, estaba tan nervioso por el repentino acercamiento que no sabía ni hacia dónde mirar. Un notable sonrojo en las mejillas lo delataba.

— Ya te has bebido una botella entera, Ámber. Déjame en paz, no seas zorra.

Ella sonrió y acercó su cara a la del contrario.

— En realidad, eres un hombre muy guapo... Aunque seguro que tú también elegirías a cualquier otra puta antes que a mí...

Adán estaba incómodo, sin saber cómo responder. Trató de quitarse al ángel de encima, pero ella se aferraba con fuerza, rodeándolo con sus alas.

— Yo lo apoyé en todo, siempre estuve ahí... No sé porqué...

Ámber se apoyó en el hombro de Adán, cerrando los ojos.

— Pero ahora soy alguien importante... ¡He robado el puto fuego del cielo! Los humanos me tendrían que adorar como a una diosa... Todos deberían...

Adán rió un poco, y empezó a acariciar la espalda de Ámber, rozando sus alas.

— ¿Pero qué gilipolleces dices, puta? Se te está llendo la cabeza debido al alcohol. Deja de decir estupideces.

Ámber frunció el ceño.

— ¡No son estupideces! Todos deberían saber qué es lo que hice... Y respetarme por ello.

Ámber se puso de pie de repente, dejando a Adán desconcertado.

— ¡Eso haré! Adán, maldito cabrón, voy a hacerme respetar aquí.

Salió de la habitación a grandes pasos, y el hombre se levantó enseguida tras ella.

Debía impedir que cometiera una locura.

Problemas en el Paraíso | Hazbin HotelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora