06 ╹Reencuentro╻

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El ángel caído releyó la carta varias veces, sintiendo como su corazón se estrujaba y sus latidos aumentaban la velocidad.

No parecía ser ninguna falsificación. Al fin y al cabo, sólo Lucifer la conocía en el Infierno.

No sabía muy bien qué pensar, pues aunque le siguiera doliendo el recuerdo de su amigo, ya lo había superado por completo. ¿No?

— Nena, ¿qué te pasa? Estás temblando como una puta — soltó de pronto Adán a su espalda, sobresaltándola.

Ámber guardó el contenido del sobre en el cajón de su mesita de noche, y se giró a mirar a su compañero.

— Tengo frío, nada más.

Adán sonrió, abriendo los brazos en un gesto que indicaba que se acercara a él.

— Si quieres, yo puedo calentarte...

Ámber le sacó el dedo medio, y Adán pudo cara de decepción.

— Ni en tus mejores sueños húmedos, pervertido asqueroso.

— ¿En esos en los que me suplicas por más?

Ámber no pudo evitar ponerse roja, mientras Adán se reía de ella.

Aprovechando que Adán estaría ausente varias horas, y no se metería en sus asuntos, Ámber decidió ir a visitar a Lucifer.

Adán llegaba a ser alguien bastante entrometido y chismoso a veces, así que era mejor que no sospechara nada, por si acaso.

Ella prefería enfrentarse sola a su pasado.

Una vez en la dirección indicada por la misteriosa carta, se puso el broche de patito en su chaqueta fucsia.

Esperó un rato en una calle solitaria, hasta que una limusina paró para recogerla.

Le pidieron que subiera, pues tenían órdenes de llevarla ante el rey.

Ámber no se lo pensó mucho antes de entrar y medio esconder su cara en el cuello alto de su chaqueta, observando el lujo de la limusina.

Frente a ella iban sentados un par de demonios de seguridad, a juzgar por los uniformes oscuros que portaban.

— ¿Estamos muy lejos de Palacio? — preguntó Ámber tímidamente.

— No se preocupe, no tardaremos mucho en llegar.

De hecho, apenas media hora después, Ámber se bajó de la limusina. Era curioso cómo tenían esos vehículos en muerte y no en vida, aún.

Frente a ella se erigía un imponente edificio, lleno de lujo, elegancia y majestuosidad.

Había llegado.

La guiaron hasta la entrada principal, y una vez dentro, una sirvienta le pidió que la acompañara.

Ámber quedó sorprendida ante lo organizado que estaba todo cuando hacía relativamente poco que Lucifer y Lilith llegaron al Infierno.

Llegó hasta la puerta de lo que parecía ser una oficina, y la sirvienta la dejó allí sola.

Ámber suspiró, nerviosa, y tocó un par de veces con su puño.

La puerta se abrió, dejando ver dentro a un hombre que ella conocía muy bien.

Samael

Él sonrió, y atrajo a Ámber hacia sí para darle un gran abrazo. Resultaba algo extraño, pues el rey le llegaba a la cintura.

— Hacía tanto que nadie me llamaba así... Por favor, pasa.

Ambos se sentaron uno frente al otro en un par de sillas separadas por una mesa cuadrada.

Lucifer agarró una de las manos de Ámber. La miraba con cariño.

— Mi querida amiga, te he extrañado tanto.. ¿Cómo es que estás aquí?

— Bueno, es una larga historia...

— Tengo todo el tiempo del mundo.

Ámber se encontraba nerviosa tras contar su historia. Según ella, había actuado por impulso e idiotez. Era una tonta.

— Eres muy valiente, Ámber... Lamento que te descubrieran.

Ella no había contado toda la verdad acerca de su robo, pero no quería involucrar a Adán de ningún modo. Se había encariñado con él al final.

— Gracias, Samael.

Los ojos del rey tenían cierto brillo.

Parecía estar a punto de soltar lágrimas, y con una sonrisa apenada acarició el rostro de Ámber.

— No sabes lo mucho que te necesito en mi vida, querida amiga. Extraño los días en los que salíamos juntos a pasear y molestar a los demás arcángeles.

Ámber, a diferencia de Lucifer,no sonreía. ¿Cómo podía decirle todo eso, cuando él siempre puso a la zorra de Lilith por encima de ella?

Le confesó sus sentimientos. Él sabe que ella lo amaba. Sólo estaba echando sal a la herida con sus dulces palabras.

Ámber se alejó, y miró acusadora a Lucifer.

— No digas que me necesitas cuando en el pasado sólo me abandonaste una y otra vez. Siempre la preferiste a ella. Siempre fue ella. Si dejé nuestra amistad atrás fue por algo.

Se levantó de la silla, lista para irse y no volver jamás.

— Por favor, Ámber. No te vayas.

Lucifer se levantó y se acercó a ella, implorante.

— Ya te perdí una vez y no quiero volver a hacerlo. Mi corazón le pertenece a Lilith, es verdad. Pero eso no significa que parte de mi alma siempre ha estado ligada a tu ser.

Ámber apartó la mirada, tratando de controlarse. De no suplicar por amor.

— No podía soportar ver a la persona que amaba estar con otra mujer. Y ahora tampoco creo poder hacerlo. Es mejor así, no nos haremos daño mutuamente.

Lucifer agachó su cabeza, apretando los labios.

— Ámber, no vuelvas a irte...

— Adiós, Samael. Espero que seas feliz con ella.

Ámber salió de la habitación, dejando atrás su pasado y su amistad.

Nuevamente se alejaba para proteger su frágil corazón.

La mujer había tomado una decisión. No iba a cambiar de parecer por un par de palabras bonitas. Debía enfocarse en ella, en su nueva vida.

Por algún motivo, al pensar en su futuro, veía a Adán en él. Siempre.

Tal vez era hora de que su corazón cambiara de enamorado.

Problemas en el Paraíso | Hazbin HotelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora