Imelda condujo a Ámber a su habitación, la cual se encontraba frente a la de Adán.
— Cualquier cosa, mi señora, no dude en llamarme. Use la campanita al lado de la cama.
— De acuerdo, muchas gracias — respondió Ámber con una sonrisa.
Tras quedarse sola en su cuarto, Ámber se sentó en la cama. Tenía la cabeza llena de pensamientos, recuerdos y sentimientos.
No podía lidiar con todo a la vez. Necesitaba descansar.
Miró el cielo a través de una ventana. Pronto atardecería, lo que indicaba su inicio en la jornada de trabajo.
Pensó en no ir, en dejarlo, ya que ahora no les haría falta el poco dinero ganado. Sin embargo, necesitaba algo con lo que distraerse, así que decidió ir.
Todas sus cosas ya se encontraban en la habitación, así que sólo tuvo que coger su uniforme de camarera y cambiarse para salir.
Una vez en el pasillo, casi choca de frente con Adán, por ir distraída.
— ¿Dónde vas, muñeca?
— A trabajar
Él alzó una ceja, confundido.
— No hace falta que sigas llendo allí. Ya he conseguido todo lo que necesitamos — le puso una mano en la cabeza, sonriendo —. Además, estoy seguro de que la puta de la Imelda esa está deseosa de cumplir todos tus deseos.
Ella rodó los ojos y se apartó de él.
— Ya lo sé, sólo... Necesito distraerme, ¿vale?
Al ver la expresión algo entristecida de Ámber, Adán frunció el ceño. Le preocupaba su amiga.
— ¿Sabes? Yo podría distraerte de otras formas...
Se acercó a ella, demasiado cerca. La agarró del mentón con una sonrisa coqueta en el rostro.
— ¿Vas a recurrir de nuevo a nuestro trato? — preguntó ella.
Él lo pensó durante unos segundos, pero luego negó con la cabeza.
— Ya no tiene validez, no después de que se descubriera tu pequeño secretito.
Ámber arrugó la nariz, y apartó su mirada de la de Adán.
— ¿Te refieres a cuándo hice que nos desterraran del cielo por borracha?
Adán cambió su semblante, y con cuidado acarició la mejilla de la contraria.
— No te tortures por ello. Es culpa de ambos. Yo fui el que te dio el alcohol. Además, no pude impedir que... — cortó sus palabras, suspirando —. Mira, dejemos esa puta mierda atrás, ¿vale? Ahora estamos aquí, nos guste o no.
Ella lo miró un rato largo, sintiendo la caricia en su mejilla como una luz que la iluminaba en las tinieblas.
— Vale, vale... Sólo estoy algo agobiada por estar en este vertedero de ciudad.
— Ya lo sé, y yo. ¡Te han reconocido a ti antes que a mí! ¡Al primer pene en la faz de la Tierra! Es lamentable.
Ámber soltó una carcajada mientras él hacía gestos exagerados.
Tal vez la distracción que necesitaba estaba más cerca de lo que pensaba.
♱
Tras servir un par de copas, Ámber volvió a la barra.
A diferencia de en el Cielo, los demonios se emborrachaban con un líquido rojo que había descubierto se llamaba vino.
Aún no había tenido ocasión de probarlo, pues no quería volver a meterse en líos.
— Preciosa, ¿me pones una copa?
Al girarse hacia el cliente, el ángel caído fingió una sonrisa y atendió al demonio con gran elegancia.
Sus modales y su forma de hacer las cosas no se las arrebataba nadie, ni siquiera ahora en el Inframundo.
— ¿No te gustaría pasar una buena noche conmigo? — volvió a hablar el tipo de la barra —. Te pagaría muy bien.
Ella arrugó el ceño y se mordió la lengua para no soltar algún insulto.
— No, gracias.
Él siguió insistiendo, mirando de arriba abajo a la joven. Ella maldijo llevar una falda tan corta.
¿Por qué no podía simplemente respetarla?
Puto uniforme. Puto demonio.
— Oh, vamos. No te hagas la dura...
— Te ha dicho que no, capullo soplapollas. Vete a la mierda.
Al ver allí el rostro enfadado de Adán, Ámber sintió seguridad otra vez. Él miraba con profundo odio al demonio, parecía a punto de saltar sobre él para golpearle.
— ¿Y tú quién coño eres, tío? — el demonio se levantó desafiante de su taburete —. Búscate a otra guarra con la que follar esta noche, esta me la he pedido yo.
Adán no pudo controlarse más y de un puñetazo mandó al contrario al otro lado del bar.
El resto que clientes se quedaron callados, presenciando la escena con curiosidad.
— ¡No te atrevas a hablar así de mi chica, cabrón!
Antes de que Adán diera un paso más, Ámber se plantó frente a él y lo detuvo.
— Por favor, no formes un escándalo. No quiero que te metas en una pelea.
Él seguía mirando al demonio, el cuál ya se estaba levantando del suelo, con cara de pocos amigos.
— No te preocupes, muñeca. No pienso perder.
Ella lo obligó a mirarla, y le suplicó con la mirada.
— Por favor, Adán, no merece la pena.
Él se lo planteó unos segundos, antes de volverse hacia el demonio y sacarle el dedo medio.
— Tienes suerte, gilipollas. Por hoy no te romperé los dientes. Vete de aquí antes de que cambie de parecer.
El demonio vaciló un momento antes de irse del bar, y el resto de clientes protestaron debido a la cancelación de su espectáculo.
— Gracias, Adán.
Mientras Ámber volvía a la barra y trataba de parecer tranquila, el primer hombre se sentó en una esquina a observarla.
— No es nada, preciosa.
Ella sonrió, agarrando un par de vasos sucios para llevarlos a la cocina y dejarlos allí.
Luego volvió a su puesto y atendió a otros clientes antes de girarse hacia Adán y elevar una ceja.
— ¿Desde cuándo soy tu chica?
Él giró la cabeza sonrojado.
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Problemas en el Paraíso | Hazbin Hotel
Fanfiction↻ Hazbin Hotel fanfic ✝︎°• Los ángeles también pueden sentir celos, y Ámber es la clara demostración de ello. Presa del amor, pierde a su único amigo en el cielo, para jamás volver a verlo. ¿O sí? [Oc x canon] ⚠︎ +16