Capítulo 2.

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dí lo que podía pero, a media puerta se quedó mi corazón.

Mamá, ¿por qué estás sufriendo?

Las sábanas se enredan en tus piernas, dos de las almohadas cayeron de la cama gracias a tus movimientos involuntarios. Tus labios están entreabiertos entre respiraciones entrecortadas, los párpados se mueven a través de los sueños que estás teniendo. El aliento se escapa de ti, cálido y frío a la vez. Tu corazón, mayormente muerto, empieza a acelerarse.

Abres los ojos, tus pupilas se contraen en señal de miedo y alerta. Tus uñas se alargan como garras, rompiendo la ropa de cama.

Las cicatrices en tu espalda arden dolorosamente, siempre lo hacen cada mañana, cada día, desde que llegaste aquí.

Te incorporas una vez que te has calmado, sentándote contra el copete de la cama. Las sábanas cubren una parte de tus pantorrillas, el resto está arrojado fuera de la cama.

“Cariño, respira conmigo.”

Alzas la mirada, tu visión borrosa por el sueño, enfoca una figura familiar para ti. Cierras los ojos, echando la cabeza para atrás. Tu pecho sube y baja rápidamente. Te niegas a ver quién está delante de ti.

“Hazlo conmigo, preciosa. Eso es, lo estás haciendo bien. Eres increíble, ¿lo sabes?” su voz suave como los pétalos de una flor, te cubre de la forma más tierna posible.

Mueves la cabeza, siguiendo en negación. Esto no es real, estás conciente de ello y totalmente sobria. ¿Por qué tu mente siempre te da una mala jugada?

Sientes el fantasma de una caricia en tu mejilla, por instinto te apoyas en su toque.

“Descansa un poco más. Recuerda que hoy saldremos los tres hacia el parque que tanto nos gusta, ¿cómo se escucha eso?” sientes unos dedos cálidos recorriendo tu mandíbula, el toque te relaja. “Te compraré uno de esos dulces de limón que tanto te gustan.”

Cielos, eso suena bien.

Cuando vuelves a abrir los ojos, te encuentras con la soledad de tu habitación. Maldices a las estúpidas alucinaciones.

Te dejas caer entre las almohadas, murmurando palabras inentendibles en lo que vuelves a quedarte dormida.

Sería deshonesto de tu parte al decir que lograste descansar.


“¿Nunca te cansas de regresar?”

Tomas asiento frente a la barra, mantienes la fachada tranquila a pesar del trato brusco de Husk. Ha pasado un tiempo desde que lo viste, sigue siendo un cascarrabias. Agarras tu billetera y sacas un billete de 20$, se lo das en lo que dices tu pedido.

“Dame un Manhatan, quédate con el cambio.”

Te arrebata el billete de las manos, gruñendo de mala gana mientras prepara tu cóctel. Lo observas en todo momento, admirando la agilidad con la que mueve la coctelera. No toma ni cinco minutos cuando ya tienes la bebida servida.

Cómo costumbre, hueles la bebida antes de probarla. Esto ayuda a que el sabor sea más intenso. Casi te burlas al notar la anticipación de Husk, esperando tu reacción. Das una inclinación de cabeza, dando el visto bueno. El demonio gatuno trata de no parecer orgulloso pero falla.

Miel y Café. | Lucifer Morningstar.|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora