1

2.3K 218 23
                                    


"A tu papá solo le importaba lo que tu mamá le daba, y ella le dio todo lo que tenía. Cuando les das tu corazón, lo hacen pedazos. A ninguno le importa...Y esa es la verdad de Dios"

- Amor Redentor, Francine Rivers



La pequeña Sasha corría por las calles de Río de Janeiro, apurada porque tenía muchas cosas que hacer.

La jornada escolar había terminado, y estaba ansiosa por llegar a su casa. Esa ansiedad sería a que estaba su tía, que si bien no compartía un código sanguíneo, era la mejor amiga de su madre y la recordaba desde siempre.

Sharon Sax era la persona más buena y enérgica que conocía, siempre le traía regalos cuando viajaba desde su pequeño pueblo hasta la capital.

A veces no entendía cómo era la dinámica de su familia, Ella tenía muchos novios, y cuando se lo contó a Katy su única amiga del colegio, le dijo que eso iba en contra de las leyes de Dios.

Y por un segundo lo pensó, pero fue descartado cada vez que llegaba a la casa y visitaba a su madre.

Sabía que la puerta no tenía seguro porque estaban adentro, la destartalada camioneta de los Sax ya estaba estacionada en la puerta, lo que le dio más carrera para atravesarla.

— ¡Mamá, llegué!

En la sala estaban solamente Sharon y Debra. La amiga de su madre estaba despampanante como siempre, o quizás era que se veía tan bien al lado de la imagen demacrada de su propia madre.

— ¡Mí nenita feliz! — Grito Sharon abriendo los brazos para recibir a la regordeta niña

Sharon Sax olía cómo lo hacen todas las madres, algo relacionado con la calma de la familia y la seguridad del amor.

O a lo mejor ya era demasiado poética teniendo en cuenta que solo tenía 10 años.

— Estás hermosa cariño. — Dijo su tía del corazón acomodando los mechones rebeldes que se le pegaban a la cara por el sudor — Te traje un regalo.

La emoción infantil era palpable, su madre estaba sentada en su silla ortopédica, sonriendo con felicidad a pesar de verse como si le doliera algo.

Su madre no se lo decía, pero sabía que su cuerpo se estaba boicoteando y que la enfermedad estaba peor.

— ¿Y los chicos?

Sharon sacudió una mano para restarle importancia y volvió a acariciar sus cabellos.

— No pudieron venir, se quedaron con tus tíos. — Sonrió ampliamente porque era una mujer que parecía que siempre estaba feliz — Está es una visita breve y una tarde de chicas.

La conversación de tía y sobrina se cortó cuando Debra tosió con fuerza, tapándose la boca con un pañuelo blanco que no hizo nada para tapar la mínima Mancha rojiza que ya había visto varias veces.

Por más que quisieran ocultarlo, sabía que algo estaba pasando y que no era bueno. También era demasiado observadora para solo tener 10 años.

Sharon se dio cuenta de algo y giró el cuerpo que tenía frente para que concentrará toda su atención en ella y desviar la de el deterioro que sufría la mujer enferma.

— En tu cuarto te dejé un regalo, ve a verlo.

Por muy observadora poética y hasta chismosa que pudiera ser, no deja de ser una niña de 10 años a la que su tía querida le había traído un regalo.

La Destinada de los DouglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora