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"Yo no sé lo que me pasa cuando estoy con vos. Me hipnotiza tu sonrisa, me desarma tu mirada. Y de mí no queda nada, me derrito como un hielo al sol"

-Los Auténticos Decadentes



Sasha

A pesar de vivir en una familia muy numerosa, me consideraba alguien solitaria. Cuando era adolescente mis padres adoptivos no se asustaban cuando me encerraba muchísimo tiempo en mi habitación. Claro, sabían que yo no era una persona suicida, y preguntaban lo justo y necesario para saber que estaba bien.

Pero en líneas generales me gustaba bastante estar en el silencio. Y cuando empecé a vivir sola, eso se amplió mucho más.

Ahora ellos sabían que fechas particulares tendía a aislarme. Pero ya había pasado casi un mes desde el duelo anual por la muerte de mi madre, entonces que me aislara ahora no era nada más que por ser una persona solitaria y por estar escribiendo mi libro.

Pero en realidad estaba molesta.

Bah, no sabía si estaba molesta o dolida, o quizás ambas.

La información que me dieron en la cena de chicas, esa charla entre los hermanos Douglas, no me sentó ni un poco bien.

Removió algo en mi memoria, y por más que fuera una mujer fuerte con una autoestima bastante de hierro, no dejaba de ser una persona con sentimientos.

Volver a escuchar que no era merecedora del cariño o en el peor de los casos, del interés sexual de una persona por el simple hecho de que mi figura fuera distinta a los cánones hegemónicos, caló hondo.

Recordaba que incluso cuando era una niña que ya empezaba a ser rechoncha, cuando todavía vivía con mi madre, me burlaban por mi cuerpo. Lo entendí ahora cuando la sociedad ya estaba más evolucionada, eso era bullying.

En ese momento no se hablaba de bullying, incluso si le decías algún maestro te miraban como si fueses un imbécil y solamente te mandaban a jugar al recreo.

Pero hoy, cómo estaba la sociedad y más específicamente en el lugar donde estábamos viviendo, que las libertades abundaban y que estábamos todos deconstruidos, decir que una persona no es interesante solamente por su físico parecía una real pendejada.

Y lo que más me enojaba era que me había afectado esa pendejada.

Pero hasta me había dado vergüenza. Desde que empecé a tener encuentros sexuales con James, nunca había tenido un problema con mi cuerpo. Si quizás recuerdo que al principio no me quitaba toda la ropa, pero él había sido tan habilidoso, qué hizo que me quitara los miedos junto con las últimas prendas.

Entonces me sentía absolutamente cómoda tanto con él como conmigo.

Pero ahora me sentía otra vez como cuando era un adolescente, y pensaba que era sencillamente una gorda fea.

Aunque ahora soy un adulto, me doy cuenta que soy mucho más que un cuerpo. Soy una mujer que piensa y que siente, y que tengo derecho al éxito y soy merecedora de cualquier clase de cariño independientemente a mi físico o a cosas que no interpelan mi personalidad.

En resumidas cuentas, Jasper puede irse a cagar.

Y así todo no ha dejado de molestarme. No respondí las últimas llamadas de James, habíamos acordado vernos este fin de semana y le puse una excusa que él se dio cuenta al instante que era mentira pero no le podía decir que estaba enojada por una conversación que tuvo con su hermano en la que yo no estuve presente.

La Destinada de los DouglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora