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"Solo sé, que yo no sé, cuidarte de mi amor"

- Fabiana Cantilo



Jasper


¿Qué tan escurridiza podía ser una persona?

Si bien la ciudad estaba en crecimiento, no era tan grande para qué alguien se pudiera esconder tanto.

No estaba en su casa. No estaba con sus amigas. No estaba con su familia. Y no estaba en el café donde la había encontrado la última vez.

¿Dónde estaba Sasha?

Varios días de búsqueda, y por un momento me dio un poco de vergüenza sentirme como un maldito acosador.

Una persona normal le enviaría un mensaje, pero no tenía su nuevo número y siendo honestos, ¿Por qué diablos me lo daría?

No teníamos una relación, ni siquiera de amigos.

Esa tarde en el café se sintió increíble, pero sabía que había una brecha entre nosotros.

Me sentía mal por las cosas que había dicho. Realmente no pensaba así de ella, pero creo que yo había nacido con algo mal en la cabeza. Como que mi lengua era más rápida que mi cerebro, como si faltara un filtro que hacía que no dijera pendejadas hirientes.

Pero ahí estaba yo, diciendo las cosas que no sentía pero que sabía que podían lastimar.

Siempre había sido un defensor de las mujeres. Nunca me había gustado cuando alguien las maltrataba en ninguna de sus formas, y realmente odiaba la clase de hombre que me convertía cuando estaba cerca de ella o cuando era el tema de conversación.

Pero me di cuenta de algo, algo que sabía hace mucho tiempo pero que no había reaccionado hasta que no había hablado con mi hermano.

La quería en mi vida. No sé si como a una pareja, o incluso a un amante. No estaba seguro de quererla como una amiga, pero sí estaba completamente consciente de que la quería tener en mi vida.

Era una persona sumamente genial y graciosa, de esas qué siempre se convertían en el centro de atención en una reunión. Una persona empática que podía ayudar a cualquiera en sus posibilidades, y esa clase de gente no se encontraba en todos lados.

Y por eso me sentía un completo gilipollas al darme cuenta que mis acciones la habían apartado.

Recordaba esos escasos momentos en donde estábamos tan cerca. Y con un poco de vergüenza también admitía, que me había dado placer en la oscuridad de mi habitación al recordar las veces que habíamos tenido sexo juntos.

Pasé por infinidad de mujeres, uno de los beneficios de trabajar en el club. Pero no podía recordar ni a una sola, que gimiera tan deliciosamente como Sasha Obregón Sax.

Ni una de ellas me había satisfecho como la chica de grandes curvas. Ninguna me había complacido tanto en una cama, ni siquiera en una conversación espontánea.

Realmente en esos momentos pensé que podríamos llegar a ser una pareja. Incluso ya todos dan por sentado que así sería.

No sé si estaba a gusto con una relación, pero sí sabía que quería volver a esos tiempos en donde solamente éramos nosotros dos.

Pero había pasado mucha agua debajo del puente, y algunas personas.

Como por ejemplo, mi amado hermano.

La Destinada de los DouglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora