Capítulo 6: Mierda en el infierno

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El manto de la noche lo cobijaba. Parpadeó al despertar y un bostezo se escapó de su boca. El dolor de cabeza lo atacó como un inesperado martillazo en su cráneo, consecuencia del exceso de alcohol de unas horas antes. Descansaba en su cama con un hambre voraz. Fat Nuggets dormía plácidamente a su lado, así que fue cauteloso al bajar de la cama para no despertarlo, acariciando a su preciada mascota con delicadeza. Seguía vistiendo la misma ropa de ayer, solo que un abrigo rojo, que no recordaba haber visto jamás, también lo envolvía.

Pasó de largo su tocador blanco y salió de su habitación sigilosamente, propuso ser una sombra escurridiza en la soledad de la noche y escabullirse hasta la cocina para cenar algo y, tal vez, llevarle algo que comer a su cerdito.

Si tenía suerte, Valentino lo había dejado solo para ir a chuparle el pene al puto de Vox, como casi siempre después de haber ganado una buena cantidad de dinero luego de usarlo como un juguete sexual compartido.

La cocina se veía oscura y triste. Sobre la mesa redonda había varias botellas de alcohol vacías y algunos bocadillos ligeramente mordisqueados. Hizo una mueca de desagrado. Ignoró el desastre sobre la mesa y abrió el refrigerador, la luz de este dejó entrever una silueta alta y oscura de ojos rojos como la sangre, que Angel no notaba. Los orbes rosas de la araña analizaron todo el refrigerador, hasta encontrar una deliciosa rebanada de pastel que parecía brillar, rogándole que le diera una probada. Angel tomó el pequeño plato.

Oh, Angel, cómeme—fingió la voz en un tono nasal y un poco más agudo, simulando que el pastel le hablaba—. Clar...

No le dejaron terminar su encantadora charla con el señor rebanada de pastel. Un par de manos grandes salieron de la oscuridad y le quitaron el plato. Angel observó a Valentino, quien lo veía con una ceja alzada.

—Claro que no, Angel tiene que cuidar su figura—fingió hablar con el pastel, mientras veía de reojo la expresión del más bajo—. Nadie compraría jamás a una perra gorda.

Valentino devolvió aquel plato al frío interior del refrigerador. Luego, con gesto de posesión, envolvió la cintura del desdichado Angel y comenzó a arrastrarlo hacia la salida.

Uh, yo pensaba cenar algo —musitó tímidamente.

—¿Acaso estás sordo? ¿No oíste lo que dije?—tronó Valentino con fastidio, su voz resonando como un eco de pesadilla—. Vete a dormir, ya es suficiente con fingir que no pasó nada después de que te dejé solo en el burdel.

Pero, ¿qué había hecho?

El fugaz destello de alguien ayudándole a levantarse del suelo se coló en la mente de Angel.

Oh, mierda.

—Es que yo... bueno, lo que sucedió...—balbuceó Angel, temeroso.

—Sé que sucedió, tuve que mandar a limpiar tu asqueroso vómito. ¿Crees que te mereces siquiera acercarte al refrigerador?

Bajó la mirada.

—No, Valentino—se obligó a decir.

Mordió su labio inferior para contener la oleada de protestas que amenazaban con escapar de su boca.

—¿Sabes que esto lo hago por amor? Quiero que alcances la mejor versión de ti mismo—exclamó con desesperación.

—¿Matándome de hambre?—espetó, entre sarcasmo y amargura.

Un estruendo ensordecedor reverberó en las sombrías paredes púrpuras del apartamento, seguido de una intensa sensación de ardor que obligó a Ángel a cubrir su mejilla instintivamente, retrocediendo con precaución.

Valentino, con gesto adusto, se llevó las manos a las sienes y, entre dientes, murmuró con ira contenida:

—¡Maldición, Angel! ¿Ves lo que me obligas a hacer?—negó con la cabeza, lleno de frustración—Sabes que he estado estresado por el trabajo, pero insistes en molestarme. No quiero verte ahora porque juro que te mato ya mismo.

No sonaba como palabras vacías, nunca era bueno hacer enojar a Valentino y no quería una bofetada, se apresuró a huir de la cocina. Conforme se alejaba pudo oír como Val volvía a abrir el refrigerador y tomar un pequeño plato.

⚘️

Estaba en el vasto comedor rojo del castillo de los Morningstar. Se encontraba sentado en la gran y ancha mesa de madera fina, cubierta por un mantel blanco con detalles negros. Esperaba con las piernas cruzadas, tecleando en su teléfono mientras conversaba por mensajes con su amiga Cherry Bomb. Podía escuchar a Charlie y al temible Rey del Infierno cantando "Los Patitos". Al escuchar aquello, quiso reír, aunque se contuvo y solo dejó escapar una amplia sonrisa.

Ese lugar era peculiar.

A pesar de la apariencia fría y elegante de todo el lugar, la presencia de Lucifer y Charlie lo llenaban de calidez. No podía creer que aquellos dos vivieran en un lugar con una apariencia tan sombría.

Dejó su celular sobre la mesa y sonrió al ver a Lucifer y Charlie salir riendo de la cocina, cada uno con dos platos de panqueques en mano. Charlie se arrodilló para dejar uno de los platos en el suelo, permitiendo que Fat Nuggets, quien acompañaba al pecador, pudiera comer también. La familia Morningstar se sentó junto a Angel Dust en la mesa.

—Gracias—le dijó Angel a ambos.

Lucifer hizo un ademán con la mano, dando a entender que no importaba. Charlie se limito a responder con una sonrisa.

El delicioso aroma de los panqueques llegaba a las fosas nasales del muchacho, un glorioso placer para sus sentidos, ¡en serio estaba muriendo de hambre! Comenzó a comer, intentando en no pensar en lo que le diría Valentino si se enteraba.

Había algo en la mente de Lucifer que daba vueltas. Algo que necesitaba hablar con ambos jóvenes. Se aclaró la garganta.

—Quiero que los dos tengan mucho cuidado mañana—les pidió—, es algo muy importante y confío en ambos.

Charlie y Angel Dust se vieron mutuamente.

—Estaremos bien, pa—aseguró la rubia—. Nos comportaremos.

—Y-yo—Lucifer titubeó—, talvez lo mejor sea cancelar todo.

—¿Qué? ¡No!—gritó Dust, haciendo que ambos demonios voltearan a verlo—Eh, si es algo tan importante y lo cancela, el cielo creerá que no le importa o que les esta faltando al respeto.

Angel tenía razón, ¿pero realmente dejaría a su hija ir al cielo? ¿Podía confiar en los ángeles? Si la dejaba ir, no podría cuidarla.

Si iba a la reunión con el cielo y no llevaba consigo a Alastor, entonces se despidiria de su alma y ese pecador tomaría su lugar como Rey del Infierno. Si llevaba a Alastor, podría causar problemas que empeoren toda la situación. Lo mejor era que Charlie fuera. Tendría que confiar en que el cielo no le haría daño.

—Quiero que se cuiden entre los dos, no duden en regresar si notan algo raro—les pidió—y, cualquier cosa que el cielo les diga, nadie más que nosotros puede enterarse. ¿De acuerdo?

Ambos jóvenes asintieron.

Los tres continuaron desayunando. Las voces de Angel y Charlie se escuchaban lejanas, Lucifer se encontraba absorto en sus pensamientos, hasta que una idea cruzó por su mente.

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