Dedicación: Mia_estudios
—Creo que sería prudente utilizar las ruinas para pasar desapercibidos —declaró con voz firme, su tono resonando con autoridad—. El cielo está ansioso por cobrar mi cabeza —añadió con un toque de amargura—. Ve adelante, asegúrate de que no haya peligro —instruyó a Gabriel con un gesto decidido.
Gabriel asintió a regañadientes, incapaz de articular una respuesta, no lo parecia buena idea dejar a esos dos solos despues de que intentaran matarse mutuamente. Aún así, confiaba en que Lucifer tendría todo controlado y en la extraña admiracion que Alastor había sentido durante milenios. Se alejó con pasos cautelosos, desvaneciéndose en las oscuridad como una sombra sigilosa.
El silencio que siguió fue abrumador, cargado de una tensión palpable que envolvía a los presentes. Los ojos de Lucifer permanecían fijos en Alastor, quien a su vez desviaba la mirada, sintiendo el peso del juicio del Rey del Infierno sobre él.
Finalmente, Lucifer se aclaró la garganta, rompiendo el silencio con su voz profunda y penetrante.
—Alastor, demonio de la radio y ángel caído —pronunció con solemnidad—. Tu monólogo fue... intrigante. Aunque en este momento tiene poco valor, quiero ofrecerte mis disculpas en nombre del cielo.
Con una leve reverencia, Lucifer extendió su mano, ofreciéndola con una sonrisa amable pero sombría.
Pero antes de que pudiera completar el gesto, un dolor agonizante atravesó el cuerpo de Lucifer. Un grito ahogado escapó de sus labios mientras un tentáculo oscuro de Alastor atravesaba su mano con ferocidad, dejando un círculo perfecto de dolor en su palma. La sangre dorada fluía y caía al suelo, pintando el suelo de un tono ominoso de oro.
—No necesito tu simpatía—respondió Alastor con frialdad, su voz llena de desprecio—. Una disculpa del cielo sería inútil e hipócrita en este momento —añadió con amargura—. Después de todo, les he dado la razón.
Lucifer retiró su mano lentamente, su expresión endurecida por el dolor y la resignación.
—Supongo que tienes razón —murmuró con pesar—. Tú eres la causa de todo esto—continuó, su voz resonando con una mezcla de decepción y aceptación—. El cielo actuó correctamente al arrojarte a la oscuridad del abismo, donde la maldad abunda y casi se respira. Obligandote a comvivir con la oscuridad y a aceptarla, volviendose parte de tí—concluyó, su voz llena de una triste resignación ante el destino inevitable de Alastor—. A Satanás también le pasó. Me ha pasado a mí. Es imposible alejarse del odio, el orgullo y la malicia cuando vives entre eso. Inclusive yo me te envuelto en oscuridad en el pasado, que no convivo con mis súbditos y me mantengo dentro de mi castillo.
—Eres un Rey terrible.
—Lo sé, pero espero que entiendas que es demasiado trabajo para uno solo, y debo conservar mi humanidad —respondió—. Hago lo mejor que puedo.
—Entonces, ¿estás sugiriendo que debería haberme escondido en la oscuridad como una cucaracha? ¿Es eso lo que has estado haciendo durante los últimos milenios?
—Lo que estoy diciendo es que cometiste un error. Pudiste haberlo hecho mejor, pero entiendo que tal vez no sabías cómo hacerlo o incluso el porque no querías hacerlo —explicó con calma y paciencia—. Sí, más o menos es lo que he estado haciendo —respondió a su segunda pregunta—. Entiendo por lo que estás pasando —añadió—, lo mucho que duele y lo injusto que es.
—¿Estás tratando de redimirme con una charla motivacional? Porque ya es demasiado tarde para eso, la oscuridad de mi alma ya ha teñido mi sangre de negro.
—Así como renunciaste a tu luz, podrías intentar recuperarla—sugirió—. Y podría estar a tu lado mientras lo haces.
En un parpadeó la mano de Lucifer se encontraba bien, sin herida o algún rastro del daño que alguna vez Alastor causó en él. El demonio de la radio suspiro con pesadez.
¿Había algo más? No, no había nada más. Ya estaba. Tenía dos opciones. Seguir odiando a Lucifer durante toda la eternidad, mientras se lamenta de sus acciones y deja que la oscuridad acabe con él. O tomar su mano. Mordió su labio, no estaba seguro de que opción tomar. Toda esta estupidez le parecía ridícula.
—Así que tu hija sacó todo su encanto de tí—habló el demonio mientras tomaba la mano de Lucifer.
Alastor se levantó del suelo. Sacudió sus ropas, se negaba a tomar la mano del Rey del Infierno.
—Hablas como si la conocieras, es extraño.
—La conozco lo suficiente para saber que haz hecho un buen trabajo como padre—respondió, Lucifer se veía claramente consternado—. Intentó ayudarme con mi maldición, dejo de lado su claro desagrado por mí con tal de ayudarme. Así como tú ahora mismo.
El ruido afuera se había calmado. Ahora solo se escuchaban sus pasos sobre los escombros.
Alcanzaron a Gabriel, quien los observaba a ambos con una curiosidad excesiva, parecia intentar escudriñarles el alma.
Mientras caminaban, una sombra de forma peculiar capto la atención del Rey del Infierno que elevó la mirada. Su corazón se detuvo, se paralizó durante breves instantes. Sus ojos agrandados y su mueca de horror llamó la atención de los otros dos ángeles caídos.
Alastor alzó su mirada también.
Rosie y Charlie se adentraban cada vez más al cielo, con un ritmo impresionante. La sangre dorada de varios ángeles brotaba por chorros en una lluvia de muerte y caos.
Ambos seres se vieron sl mismo tiempo, no podiendose creer lo que veían. ¡¿Acaso estaban locas?! Del suelo se abrió un portal de oscuridad, cuyos tentáculos comenzaron a brotar, eran del tamaño de edificios. Alastor intentó envolver con estos a la Princesa y a la Overlord. Pero le fue imposible, aquella criatura en la que montaban esas dos era ágil y veloz. El tamaño de los tentaculos los hacía torpes, lentos y poco manejables.
—Mierda—mascullo con coraje.
Su mejor amiga y la Princesa se alejaron, con una orda de ángeles siguiéndolas.
Ángeles comunes, había muchos. Serafines eran pocos, habían acabado con Sera. Debería haber uno más, oculto. El cual sería un verdadero peligro, incluso para la Princesa.
Con los tentaculos que brotaban del suelo, Alastor comenzó a hacer un gran desastre. Tirando ordas de Ángeles al suelo, aplastandolos como insectos, uno tras otro. Con la sangre formando un río entre las calles y las ruinas. Todo esto para evitar que se acercaran a las dos mujeres.
Gabriel estaba lejos, no lo veían por ningún lado. No pensaron en ir tras él. Sino que tras Charlie y Rosie. Traerlas antes de que se toparan con seres invencibles que acabarían con ellas en un parpadeó.
Lucifer abrió sus tres pares de alas y, de muy mala gana, Alastor hizo lo mismo.
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Ángeles Caídos|| Hazbin Hotel
Fanfiction¿Y si el odio de Alastor hacia Lucifer se debe a algo más? Mie, 20 de Mar. Posición 10 en el #Alastor