Capítulo 14: Satanás, el ángel rebelde

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En el bullicio ensordecedor de la ciudad infernal, donde el caos y los pensamientos turbios se entrelazaban, Lucifer avanzaba con paso firme y seguro hacia el elevador infernal, cuya maquinaria monstruosa transportaba a los demonios de un círculo al siguiente. Con determinación en su semblante, el Señor de las Tinieblas se había propuesto explorar cada rincón del averno en busca de un ejército capaz de resistir el embate celestial.

Sus pasos resonaban con autoridad sobre el pavimento candente, mientras sujetaba con firmeza su bastón, símbolo de su poderío. A medida que se aproximaba al imponente elevador, cuyo resplandor contrastaba con la oscuridad circundante, una sensación de anticipación lo envolvía.

La magnificencia de la estructura era abrumadora; su tamaño colosal sugería la capacidad de transportar a multitudes de almas condenadas al mismo tiempo. Sin embargo, en medio de la grandiosidad, una aura de energía oscura se deslizaba desde las sombras, advirtiendo a Lucifer de que el peligro acechaba en cada esquina del inframundo. Con sus sentidos aguzados, el Príncipe de las Tinieblas se mantenía en alerta constante ante cualquier amenaza que pudiera surgir en su camino hacia el dominio del averno.

Las sospechas de Lucifer dejaron de serlo cuando presenció cómo Alastor se materializaba, emergiendo de las sombras como el vil ser de oscuridad que era, con esa sonrisa que nunca abandonaba su rostro sádico. El traje rojo del demonio de la radio creaba un interesante contraste con el dorado del entorno. Lucifer detuvo su andar y la tensión aprecio brutalmente apodoredandose de la escena.

Había una enormemultitud que los envolvia, Lucifer no deseaba crear un escándalo innecesario y esperaba que Alastor compartiera esa misma discreción. Optó por rodearlo con gesto sereno y continuar su camino como si nada, aunque el demonio persistía en seguirlo, como si su único propósito fuera incomodarlo.

—Mi querido amigo, parece que mis últimas visitas no han sido del todo bien recibidas —declaró Alastor, con su voz resonando en medio del tumulto.

Sin mirarse directamente, ambos mantenían la vista al frente.

—Así que te has dado cuenta—respondió Lucifer, haciendo alusión al hechizo que había invocado—. Supongo que has intentado irrumpir en mi morada una vez más.

—No me digas que no has disfrutado de mis apariciones —dijo Alastor, fingiendo un tono herido.

Lucifer guardó silencio mientras la seguridad del lugar los observaba de cerca, permitiendo su paso al asumir que ambos poderosos seres estaban juntos. Finalmente, llegaron a una enorme sala de espera, repleta de cientos de asientos. Tomaron asientos uno junto al otro, Lucifer dispuesto a esperar.

—Debo admitir que tu presencia ha sido, cuando menos, interesante—declaró sin pudor.

—Así que la reunión de la Princesa con el cielo fue en vano, ¿eh?—inquirió, al no recibir respuesta de Lucifer soltó una pequeña risa socarrona—¿Realmente creías que tú hija podría hacer algo?

—Charlie es una buena chica, esperaba que el cielo pudiera ver eso.

Una carcajada molesta provino de la voz de Alastor, Lucifer inhaló profundo para evitar perder la cabeza ahí mismo y desatar su furia sobre el tirano a su lado.

Alastor tuvo que limpiar la lagrima de risa que había escapado de uno de sus ojos.

—Tan ingenuo, Lucifer—se mofó—, jamás pensé que serías así.

—La fé nos vuelve estúpidos, a veces. Nos hace caer en la ingenuidad—no iba a negarlo, fue tonto creer en el cielo—. Es lo que pasa cuando la esperanza es lo único que te queda.

"Siguiente parada: círculo de la ira". Una voz femenina resonó por los parlantes, haciendo un eco que retumbaba por las paredes. Lucifer se pudo de pie, sacudiendo y ajustando sus ropas, caminando agraciadamente hacia el elevador.

Ángeles Caídos|| Hazbin HotelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora