Capítulo 7: Amenazas

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Alastor caminaba majestuosamente por las calles de la Ciudad Pentagrama, la más importante de todo el Círculo del Orgullo. Los altos rascacielos que la adornaban palidecían al ser comparados con la magnificencia del castillo, cuyas torres de arquitectura gótica eran un deleite para la vista. Así que no era sorpresa que los transeúntes se detuvieran para admirarlo, al igual que el propio demonio de la radio en ese momento.

El vasto infierno, un lugar de colores cálidos y a la vez sombríos, siempre estaba lleno de espectáculos que ver. A menudo, estas cosas podían parecer vulgares a los ojos de Alastor. La violencia sin sentido nunca le había parecido placentera; prefería cuando había dolor y odio detrás de esta, uno cuyas raíces estaban en lo más profundo del alma y que se había estado alimentando con el pasar de los años, desatándose en una tormenta cruel y explosiva.

Observó a la distancia cómo la Princesa del Infierno salía del castillo con un atuendo particularmente elegante, irradiando actitud y entusiasmo como casi siempre que se le veía en público. Inclinó un poco la cabeza, invadido por la curiosidad que lo invitaba a seguir observando. Detrás de ella, Lucifer, quien pareció escoltarla hasta una limusina blanca. Qué curioso. Después de una encantadora y cursi despedida, la Princesa se alejó. Quizás había fijado su atención con demasiada intensidad, porque Lucifer pareció sentir su mirada y volteó en su dirección. Simplemente compartieron miradas durante breves segundos, hasta que el Rey se dio media vuelta y se alejó. Desde su creación, Alastor había sido un ser curioso. ¿Era esto lo que siempre había alimentado su alocada creatividad, o era al revés?

¿Debía seguir a la hija de Lucifer o entrar al castillo? Mmm, qué complicada decisión.

—A ver, a ver—murmuró para sí—. Tin marin, de dos pingüé, cucara maca títere fue.

Su dedo se había estado moviendo de un lado al otro al son de sus versos, terminó señalando el glorioso castillo y su sonrisa siniestra apareció.

A la distancia, observó algo que captó su atención: las puertas del cielo se habían abierto. Su trato. Una creciente ira se alojó en su pecho al ver que Lucifer le había hecho una mala jugada; sus ojos se enrojecieron de coraje. Su poder lo envolvió en un manto de oscuridad y se volvió uno con las sombras, escabulléndose entre ellas para aparecer justo dentro del castillo, en una de las habitaciones más oscuras de aquella construcción antigua pero bien cuidada.

Se aferró a su bastón y golpeó con fuerza la puerta, abriéndola bruscamente, haciendo un estruendo que resonó como un eco abismal por las paredes del castillo, gritando el nombre de Lucifer con fuerza. ¡El tiempo era crucial para él! Y no toleraba que le vieran la cara de estúpido, ¡ese era su trabajo! La tierra comenzó a temblar con brusquedad, todo a causa de la ira del demonio, que pisoteaba con fuerza y abría a patadas las puertas de las distintas habitaciones del lugar, causando estruendos fuertes que llamarían la atención de cualquiera.

Abrió con una patada una última habitación, encontrándose con la imagen de Lucifer con un teléfono antiguo en su mano. Este hablaba con tranquilidad, sin inmutarse ante la presencia del demonio de la radio.

—Si valoras la amistad que alguna vez tuvimos, cuidarás a mi hija—le dijo a quien estuviera al otro lado de la línea y colgó.

—¡Lucifer, pequeño bastardo! ¡Me engañaste!—el cuerpo de Alastor crecía, sus ojos se oscurecían y de sus manos salían garras.

Eh, no. No lo hice—le respondió—. Dudo mucho tener una junta con el cielo pronto, pero si llego a tener una, te aviso.

Parecía que Alastor explotaría, su rostro se tornaba rojo de la ira y sus nudillos blancos por la fuerza que ejercía al apretarlos, no podía esperar mucho. Era cuestión de tiempo para que todo se arruinara. Tenía que encontrar otra forma.

Ante la respuesta de Lucifer, Alastor apretó los puños con furia. La habitación temblaba con su ira contenida, mientras sus ojos brillaban con un fulgor oscuro. No sabía que le enfurecia más, si el hecho de que Lucifer le vio la cara o que su presencia no le inmutaba.

—Sé lo que hiciste —gruñó Alastor, su voz resonando con un tono grave y amenazante.

Lucifer levantó una ceja con una expresión de incredulidad.

—¿Y qué crees que hice exactamente? —preguntó con calma, observando a Alastor con una mezcla de curiosidad y desdén.

Alastor dio un paso adelante, su presencia llenando la habitación con una aura oscura y opresiva.

—Abriste las puertas del cielo, mandaste a tu hija. Traicionaste nuestro acuerdo—declaró Alastor con voz firme, su mirada clavada en la de Lucifer.

Lucifer se levantó de su asiento con una sonrisa burlona en los labios.

—¿Y qué?—respondió, cruzando los brazos sobre el pecho—. Me estoy ocupando de mis asuntos, deberías hacer lo mismo.

La ira de Alastor alcanzó su punto máximo. Con un rugido salvaje, se abalanzó hacia Lucifer con garras extendidas. Pero antes de que pudiera alcanzarlo, una fuerza invisible lo detuvo en seco, envolviéndolo con una energía oscura que lo paralizó por completo.

Lucifer lo miró con desdén, desactivando el hechizo con un simple gesto de su mano.

—No eres rival para mí, Alastor. Que me hayas tomado por sorpresa una vez no significa que no pueda hacerte mierda—advirtió Lucifer con frialdad.

Una palpable tensión crecía en el ambiente de aquella sombría habitación, una batalla de miradas penetrantes se desató entre ambos poderosos demonios, tratando de discernir los secretos que ocultaban.

Alastor respiraba con fuerza, su pecho agitado por la ira que ardía en su interior. Con cada palabra de Lucifer, su determinación se fortalecía, pero también se alimentaba su sed de venganza.

—Más te vale dejar de hacerte el gracioso; que tu querida hija, Charlie, no estará a salvo de mis acciones —amenazó Alastor, su voz cargada de furia mientras sus ojos brillaban con un fuego oscuro.

Lucifer frunció el ceño ante la amenaza, pero no retrocedió.

—Te advierto, Alastor, que si te atreves a tocar a mi hija, no habrá lugar en el Infierno donde puedas esconderte—respondió con un tono grave, su mirada fija en la de su adversario.

Ángeles Caídos|| Hazbin HotelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora