Capítulo 1.

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POV. Viridiana

-Vete de mi casa-. Gritó mi madre.

-Por favor, déjame explicarte-. Dije entre lagrimas.

-Lárgate, no eres digna de este hogar.

Me miraba con tanto desprecio.

No pude hacer nada más, sollozando me dirigí a mi habitación y recogí mis cosas. Metí todo a una mochila, bueno todo lo que cabía.

Le di una última mirada a mi madre y salí de la casa.

Sin rumbo alguno solo camine y camine, tenía mucho que pensar.

•Años después•

Por fin tenia el departamento que tanto había querido, no era el más grande ni el más lujoso pero para mi era perfecto.

Me senté en el pequeño sofá de la sala, suspirando. Todo mi esfuerzo valió la pena, tenía lo que tanto quería.

A mis dieciocho estaba logrando lo que mucha gente logra hasta después. Y me sentía sumamente orgullosa de este logro en mi vida.

Me dirigí a preparar mi cena para dormir, mañana sería un día ajetreado.

Narrador ausente.

Todo iba normal, Viridiana atendía mesas. Hoy era un día de mucho trabajo pues abundaban los clientes.

Entraban y salían.

Hasta que entró el, con una sudadera negra y una gorra. Todo un misterio.

Se sentó en la mesa del fondo, sin compañía.

-Buenos días.

Saludo sonriente Viridiana en cuanto se acercó a la mesa.

-¿Ya sabe que gusta ordenar?

El hombre no pudo decir nada, quedó cautivado por la joven.

-Esta bien, regresaré en unos minutos.

Así como llego se fue, con una sonrisa pintada en su rostro.

Siguió con su trabajo, atendiendo más mesas y recibiendo pedidos.

Hasta que se volvió a acercar a la mesa de aquel extraño.

-Y bien, ¿Qué va a ordenar?-. Preparo su pluma.

-Un café lechero esta bien.

Fue lo primero que pudo decir, verdaderamente el hombre no había pensado en que ordenar, sino en la linda joven.

-¿Solo eso?-. Preguntó después de anotar en su pequeña libreta.

-Si, porfavor-. Contestó.

Viridiana hizo una mueca, pues a ella le parecía muy básico un simple café lechero pero no dijo nada.

Hizo su trabajo.

Y algunos minutos después regreso con el pedido.

Puso sobre la mesa dos pequeños platos.

-Yo no pedí esto-. Exclamó el hombre en cuanto vio un plato de más.

-No se preocupe, es cortesía de la casa-. Le sonrió.

-Provecho.

El ya no pudo decir nada, pues la joven ya se había marchado.

Susurro un "Gracias" para el.

La chica regreso para recoger los platos y entregar la cuenta.

-¿A qué hora cierran?-. Preguntó el hombre.

Prohibido (Diego Valdes) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora