POV. Diego
-Buenos días, soy Viridiana y seré quien lo atienda. ¿Qué gusta ordenar?-. Comentó escribiendo en su pequeña libreta, sin si quiera mirarme.
-Buenos días, ¿tu que me recomiendas?
Reí ante su actitud despistada, estaba tan centrada en su trabajo.
-Lo siento, no sabia que vendrías, no había visto que eras tu. Te recomiendo los waffles.
Sonreí ante su último comentario, aún estando yo aquí no paraba de hacer su trabajo.
-Entonces waffles.
-En unos minutos regreso.
Y se esfumo con su vista aun en su pequeña libreta. Estaba enamorado de esta mujer y su dedicación.
Minutos después regreso.
-Aquí tienes, te traje un café.
Estaba apunto de irse cuando regreso.
-Y el corazón lo hice yo, bye-. Se despidió.
Reí de nuevo, los waffles estaban adornados con chocolate, fresas y miel. Todo en forma de corazón.
Pequeños detalles así me estaban enamorando.
Termine e inmediato llame la atención de Viridiana.
-¿Si?
-¿No puedes sentarte unos momentos?-. Pregunté en suplica.
-Que más quisiera Diego, pero estoy en horario de trabajo-. Explicó.
-Bien, entonces regreso más tarde-. Deje dinero sobre la mesa y bese la mejilla de Viridiana.
Salí del lugar camino a mi auto. No quería tener que esperar tanto para ver a Viridiana, pero después de todo era su trabajo y no me iba a interponer.
(.........)
Las horas pasaban y aun no terminaba el turno de Viridiana.Tome las llaves de mi auto y salí de mi casa, maneje hasta la cafetería.
Entre y de nuevo vi a Viridiana, tan radiante como siempre.
Camine entre las mesas y me senté en la misma mesa de siempre, en la que me había quedado babeando por Viridiana.
Espere unos momentos y ahí estaba frente a mi la mujer que se la vive en mi cabeza.
-Hola de nuevo, ¿qué vas a ordenar?
-Un café esta bien, sin ningún acompañante. Ahora no tengo hambre, solo quería venir a verte.
-Pues ya casi acaba mi turno-. Dijo viendo hacia el reloj.
-No tardo.
Y como siempre se esfumo de mi vista en una rapidez.
No podía dejar de pensar en Viridiana y su trabajo, sus horarios me estaban resultando la perdición.
Por las mañanas yo estaba ocupado y por las tardes ella era la ocupada.
Pero no podía hacer nada, era su trabajo y sus turnos, tenía que respetarlos.
-Aquí tienes-. Dejo la pequeña taza sobre la mesa.
-Tratare de cerrar antes, aunque no prometo nada-. Dijo y se fue.
Los minutos pasaban y los clientes aún seguían llegando, ya comenzaba a desesperarme.
Mi café ya estaba frío, lo tomaba de pequeños tragos y hacía enorme pausas. Todo con tal de que no se acabará y pudiera quedarme más tiempo sin que me dijeran nada.
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Prohibido (Diego Valdes)
Hayran KurguEmpieza con un amor puro y sincero que con el pasar del tiempo se va pintando de negro. Todo se va revelando cambiando por completo el rumbo de la historia.