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Jungkook

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Jungkook


Me lleva una maldita hora pasar por la estación.

Los teléfonos no paran de sonar y todo el mundo necesita papeles firmados o una nueva visión de su caso. Cuando finalmente llego a mi oficina y cierro la puerta, estoy tan ansioso por el aroma de Yoongi, que casi arranco el cajón de mi escritorio.

Saco la caja de acero y la pongo delante de mí, abriéndola con la combinación que solo yo conozco, abriendo la tapa para sacar un par de sus bragas. Me costó cientos que le quitaran estos en el reformatorio, pero son lo único que me ha permitido sobrevivir sin el.

Presionando los encajes negros en mi nariz, inhalo profundamente, mi polla ya a tope por su olor a lavanda. Nunca he tenido una erección como esta. Mis respiraciones resuenan en la tranquila oficina, me desabrocho los vaqueros, bajo la cremallera y meto sus bragas dentro de la abertura, rastrillándolas arriba y abajo de mi rígida polla.

-Oh, joder, nene. ¿Te gusta frotar tu lindo coño a Papi?

En mi cabeza, puedo verlo como estaba antes en el gimnasio. Sonrojado y con los ojos muy abiertos, asustado de sentir el placer que estábamos generando, sus pezones rozándose. Los muslos abiertos para Papi. Ahora me responde con una voz quejumbrosa: -Sí. Me encanta. Por favor, no te detengas.

-No lo haré. Nunca me detendré. - Arrastro el encaje entre mis bolas, enrollando el material alrededor de mi erección y masturbándome. Con mi mano libre, abro mi teléfono y reproduzco el vídeo. Conmigo haciendo sentadillas con Yoongi envuelto a mi alrededor en el gimnasio. Mordiéndome el labio inferior para amortiguar un gemido, veo mi mano deslizarse en sus pantalones cortos y agarrar ese joven y caliente trasero. Me veo a mí mismo follándolo a través de nuestra ropa, sus muslos se aferran a mí incluso mientras tiemblan, nuestras bocas rasgando hambriento la piel desnuda del otro.

Su voz respiratoria llena mi oficina y me inclino hacia atrás, golpeando con los dientes apretados, rezando por el final. Imaginando que ahora está a horcajadas sobre mí, mi polla enterrada profundamente entre sus piernas, sus caderas trabajando hacia arriba y hacia atrás, su coño caliente y empapado alrededor de mi carne, soltándolo y empalándose en él otra vez, otra vez, otra vez, su próximo clímax haciéndolo torpe.

-Voy a explotar, pequeño. Tómalo profundo y aprieta. Muele fuerte esa polla. Hazme un puchero con ese labio. Hazme venir tan bien.

En mi teléfono, le he bajado los pantalones para darle una paliza y ahora no hay manera de que mis bolas puedan contenerse. No en una vista tan hermosa como esa. Me drena con tanta fuerza, que esfuerzo los músculos de la garganta tratando de contener el grito. Sus bragas negras de encaje atrapan la mayor parte de mi venida, pero parte de ellas se filtran y ruedan por mis nudillos. Y sigo sacudiéndome, sacudiéndome, tratando de conseguir el tipo de alivio que necesito, pero nunca es suficiente. Dios sabe, masturbarme es mejor de lo que podría haber imaginado ahora que puedo imaginarme al chico de mis sueños, pero nunca es lo suficientemente bueno cuando sé que el existe ahí afuera con ese pequeño agujero húmedo entre sus piernas.

CustodiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora