PRÓLOGO

74 21 2
                                    

Me encontraba tirada en aquel oscuro callejón sin saber qué hacer con los trozos de memorias lejanas, los cuales permanecían sujetos a mí de una forma inexplicable. Lo único que aseguraba recordar con excelente claridad son sus manos en mis hombros, y a él, inmóvil junto a mí, mientras compartía un gesto que se asemejaba a un abrazo, pero no, no era eso. Él tampoco tenía la intención de que lo creyera, de que pensara que ese fue el caso. Así que sus manos no fueron delicadas, sino firmes y duras como rocas posicionadas de manera cortante sobre un pedazo fino de papel, al mismo tiempo que eran frías e inertes sobre mi piel.

Su comportamiento hacía que todo mi ser cayese en una duda sin límites. El porqué de esa duda estaba lejos de ser causado por no saber cómo actuaría en todas las situaciones que se le presentasen.

Estaba originado por motivos muy diferentes.

A veces su comportamiento y su forma de pensar resultaban tan predecibles para mí que me estremecía la idea de saber quién o cómo era él tan fácilmente. Sentía que yo lo conocía mejor de lo que él podría llegar a conocerse a sí mismo.

Y eso me espantaba.

Poseía el miedo de verme involucrada con él. De que llegáramos al extremo imposible de formar uno solo. De perder mi esencia y dar por olvidada en un rincón mi alma.

A pesar de todo aquello, había momentos en los que se comportaba como yo. Era espontáneo. Se transformaba en caos.

Este era uno de esos raros momentos.

Mas lo único que hizo a mi corazón latir y volver a la vida, después de un frío invernal provocado por lo que me sobrevino debido a su enigmático actuar, fue el susurro casi imperceptible que viajó de sus finos labios a mi oído derecho,en el mismo instante que, con un dedo trazaba una trayectoria invisible por mi columna vertebral.

Juro que sus palabras se arrastraron entre sus dientes, seseantes y cargadas de un veneno letal al que ya por costumbre era inmune pero no indiferente. Vi cómo se tensaba y descifré en su mirada miles de improperios hacia mi persona cuando terminó de hablar, pero no entendí a qué se debían.

No comprendí lo que quiso decir en una sola frase:

"Sé lo que has hecho"

Pero aun así deduje que iba a darme caza, como hacía cuando alguien le sobraba en su tablero personal de ajedrez, y yo, no me dejaría ser atrapada tan fácilmente.

Entonces llegué a una sola conclusión. Comenzaría el juego. Comenzaría la cacería de brujas y veríamos quién resultaba ser el verdadero engendro salido del infierno. Al parecer la hoguera ya estaba prendida y uno de nosotros resultó culpable de todos los crímenes que se habían cometido bajo una cautela inefable.

Crímenes de los que nunca escuché tan siquiera murmullos.

Crímenes que nunca me dejaron conocer.

REMINISCENCIAS, ¿sabrías decir quién soy?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora