1. Cimientos malogrados.

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REMINISCENCIAS
CAPÍTULO UNO

Alice me miraba con sus ojos de luna, los que guardaban secretos que ni por asomo podías imaginar. Ella siempre fue una bóveda para los misterios. Todos lo sabíamos. Teníamos la certeza de que ella conocía hasta el agujero más pequeño que poseía nuestras almas. Sin embargo, actuábamos como si ello fuese algo completamente ajeno a nuestra existencia: como si fuese un zorro hambriento separado de unas cuantas gallinas por un grueso muro, el cual, no obstante, poseía una puerta que solo necesitaba ser empujada para que la muerte y la destrucción se abriesen paso a través de ella.

Ella era una invocación a aquellos mitos a los que me aferraba con uñas y dientes. Aquellos mitos que conformaban un trozo de mi ser.

En mi cabeza, solo quedaban vestigios de las grandes y majestuosas historias que mi madre había compartido conmigo en aquellas noches en que la luna se escondía en cielos de aterciopeladas nubes. En donde el reflejo de esta amortiguaba el brillo de estrellas refulgentes en un firmamento vacío y contaminado por las luces de ciudad.

La chica de ojos grises no tenía que hacer mucho para ver más allá de mi rostro y de mi corazón. Ella lo conocía todo y era mi amiga desde que a mis trece años la hermana de mi progenitora soltó mi mano con desidia en las puertas de este lugar olvidado en un rincón del vasto mundo.

Por eso no tardé en estrujar mis ojos y fruncir el ceño en cuanto compartió una información impactante.

Alguien nuevo entraría en el conservatorio para formar parte del alumnado y un profesor también inauguraría su fila de estudiantes que podrían reprobar la asignatura de historia del arte. Todo era un encanto, sin embargo, no hizo más que inquietarme y una sensación vaporosa se hizo presente en todo mi cuerpo. Tenía una mala impresión sobre todo esto y siempre, inevitablemente, tenía razón en ello.

Alice chasqueó sus dedos frente a mí.

- ¡Eh!, ¿En qué tanto piensas, Lilian?-una sonrisa traviesa se asomaba en sus delicados labios.- No me digas que ya viste las fotos que tiene Lupe de los dos nuevos visitantes que tendremos a partir de hoy. Son preciosos, ¿verdad?

-¿Lupe tiene fotos de ellos? A veces me pregunto cómo le hace para recolectar tanta información en tan poco tiempo y con el aislamiento que tenemos en este esperpento de lugar -dije con pesar al saber en el internado que me encontraba. No obstante, las comisuras de mis labios se elevaron al recordar como ella me había salvado la vida. Lupe era otra bomba silenciosa en este lugar, y si explotase miles de personas se irían a pique con ella; sin embargo, nadie lo sabía, nadie se lo esperaría. Eso es lo que más me gustaba de ella. No tenía que fingir ser una amenaza, simplemente la era.- Además, no me ha mostrado nada de lo que dices que tiene, ¿estás segura de eso?

Alice me lanzó una mirada felina que no supe cómo interpretar. En ocasiones existíamos a miles de años luz de distancia y este era uno de esos momentos.

-Pues te digo que sí. A veces me pregunto cuántas cosas más no te dice, y el porqué de ello.

Nos hallábamos en ese mismo punto otra vez, en el cual ella empujaba con toda su dureza para que yo sintiera lo más parecido a una inseguridad enfermiza respecto a mi amistad con Lupe. Fuera de eso, lo que me instaba a percibir ese mal sabor en la boca era el hecho de que quizás tenía toda la razón.

Tal vez me estaban engañando. No sería la primera vez que sucedía.

Alice nunca te decía las cosas que necesitabas directamente. Si eras bendecido con algo tan singular como la suerte te soltaría de mala manera un par de palabras que asomasen una ínfima parte de la verdad. Si no era ese el caso pues te tocaba conformarte con mensajes crípticos y punzantes como un cuchillo de cocina recién afilado.

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⏰ Última actualización: Sep 24 ⏰

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