CAPITULO 6

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UNDERBOSS.
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Emma.

Participar en una guerra de mafiosos definitivamente no es mi plan de vida con tan solo 18 años.

Los golpes me tienen la cara descompuesta y el frío hace temblar mis fibras en la habitación de grados bajo cero.

Pasé por alto el que sacaran sin dolor el chip de rastreo el cual estaba en la parte trasera de mi cuello.

No lo sacaron hoy, lo sacaron ayer «Supongo que al traerme».

No puedo abrir un ojo, siento los labios hinchados y las costillas doloridas por las patadas que me han propinado los soldados de la bratva.

Me han insultado, denigrado y ofendido escupiendo sobre mí llenándome de insultos.

Me han pisoteado reclamando algo que no hice ni sé cómo
sucedió.

Sin embargo, no he flaqueado, no he suplicado, ni he pedido piedad.

El llanto me ha avasallado la cara y he apartado las lágrimas con rabia.

He alzado el mentón soltando lo más bonito que tengo y es mi sonrisa.

Les apetece humillarme con el fin de que mi familia sufra para darse el gusto de decir que pudieron con nosotros.

Quieren que a mi hermana le
pese el verme suplicar, pretenden que yo le clame y le pida que se sacrifique y venga por mí.

Pero, no lo haré. Aunque esté pagando los errores de ella no le voy a exigir que venga y se crucifique por mí.

Rachel ya cargó su cruz y yo puedo resistir hasta que llegue el momento de escapar, porque voy a escapar.

Soy fuerte, mi familia y mis raíces lo son.

Esto es solo un escarmiento y
una forma de decirme “Debiste escuchar los consejos de papá”.

Los dientes me castañean mientras mantengo la espalda en la pared con las rodillas contra el pecho.

El hijo del Boss está frente a mí con un abrigo grueso observándome a la espera de que pida piedad.

—¿Qué música te gusta? —me duelen todos los músculos de la cara cuando hablo— ¿Tienes alguna banda en especial?¿Algun cantante?

Prefiero conservar al hombre que vi anoche y no al que ve mi tortura desde lejos.

Mantiene la boca cerrada y, por muy atractivo, cruel y poderoso que quiera parecer, nada de eso borra esa herida abierta que carga dentro.

—No vales un mísero peso, Emma —rasga mi nombre con su dialecto
ruso.

—Las personas no se definen en precios —refuto temblando— Y de serasí, nadie en el mundo podría comprar lo que vale mi espíritu. De hecho,
creo que son de esos espíritus que ya no se hacen… Si vas a la fábrica deespíritus y exiges “¡Deme uno como el de Emma!” te dirán; “No joven, se nos acabaron hace 18 años”.

Da dos pasos con las manos vueltas puños.

—Golpearme no hará que tu herida arda menos, no borrará nada ¿Sabes?—confieso llorando— Y si te sientes mal esta noche también, ven y
búscame que estoy dispuesta a consolarte.

Sujeta el cuello de mi sudadera dejándome a su altura listo para
golpearme, acción que detiene cuando susurro:
—No lo diré si es lo que te preocupa. No diré que follaste a la chica que
ibas a secuestrar.

La altura, contextura y el hecho de que me anduviera acechando me
reitera una y otra vez que es el mismo hombre de la discoteca.

El aliento helado toca mi nariz y los nudillos se tornan blancos con el fuerte agarre que me envuelve.

Su mano tiembla al tiempo que resopla apretando los ojos.

—Soy tu peor pesadilla. Recuerdalo pequeña puta —advierte sin negar
mi afirmación.

—Ah, yo soy una mujer paciente —contradigo—Y si quieres que suplique, no lo voy a hacer. Si quieres torturar a mi familia con mi estado,
te vas a equivocar porque de aquí a que quieras matarme ya te habrás enamorado de mí.

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