CAPITULO 16

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RAB
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Ilenko Romanov.

Detallo el caer de la nieve colocándome los guantes de cuero, el enojo me tiñe las venas y con ello las ganas de torcerle el cuello a esa niña que no trae más que problemas.

-¿Hay algo? -le pregunto a Salamaro- ¿Pista o indicio de a quién le envió el video?

-No señor, como bien se sabe el sistema de Vladimir no guarda evidencia en ninguna ocasión.

A esto llamo "Golpear con tus propias armas".

-Debo saber quién tiene ese mensaje -dispongo-. Nadie puede enterarse de que un Romanov tiene lazos con el enemigo.

-Si señor.

Me deja mal parado el que mi hijo se deje engatusar por la persona a la que se supone debemos someter y quien encabeza una organización
criminal no puede cometer esos errores.

-Tráela -demando-. A mi si me dirá a quién se lo envió.

Espero con las manos metidas en los bolsillos sin dejar de apartar la vista de la nieve, lo que hace son inmadureces.

Alguien con cinco dedos de frente no se casaría con su cazador.

El consejero no tarda y ella entra con el cabello recogido, dejó de lado el uniforme de mucama luciendo un vestido con esas ridículas medias que me encienden el cólera cada que las veo.

-¿Tardaremos? -pregunta- Quisiera llevarle el desayuno a la cama a mi esposo cuando despierte.

Vladimir no se va a despertar por ahora y ella no es su esposa.

Muevo la cabeza indicándole a Salamaro que se retire mientras me acerco provocando que ella se lleve las manos a la espalda.

«Cría del demonio». La ropa que trae resalta su inocente belleza, tiene un
ridículo brillo en los labios el cual me dan ganas de quitarle con...

«Tiene 18».

Las perversidades me avergüenzan cuando alza el rostro detallando
mis facciones.

-¿Tendremos una charla de padre a hija? -indaga- Antes de empezar dime si quieres que te diga papi o padre.

«Papi»; No tiene idea de lo que pasa por mi cabeza cada que dice eso.

-No vuelvas a usar esa palabra ni esas medias -advierto.

-¿Cuál palabra? ¿Papi? -sigue.

Acorto el espacio volviendo más notoria la diferencia de estatura.

-Hay una falla en tu plan -declaro y sacude la cabeza.

-No, no hay falla. Me he casado con tu hijo y el mundo lo sabrá si no le bajan a sus castigos -contradice y soy yo el que niego ahora tomándola
por la parte trasera de su cuello.

-Si, hay una falla -saco la jeringa que cargaba en el bolsillo-. Los Romanov no tienen esposa, tienen sumisas y ahora el amo tiene que
someterte.

Le inyecto el sedante instantáneo que la hace desfallecer en mis brazos en
menos de nada. Le advertí algo, no lo acató y sus actos conllevan consecuencias.

No he llegado donde estoy dejándome envolver por juegos
estúpidos.

Los voyeviki entran por ella sacándola en brazos mientras tomo lo que necesito, preparándome para los días que estaré por fuera.

-Me ausentaré no sé por cuánto tiempo, que el Underboss se haga cargo
mientras vuelvo -le informo a Salamaro- y que también se prepare para encararme cuando esté de regreso.

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